El Diario Montañés, 28 de julio de 2016
Parece que los
mexicanos, dignos herederos de nuestra raza hispana tan dada a la
procrastinación (cultismo que nombra a la pereza), han entregado la
documentación del teleférico de Cabárceno a deshora, con lo que no se va a
poder echar a andar a tiempo. Resulta que en agosto, mes turístico por
excelencia, los funcionarios de los ayuntamientos tienen la sana costumbre de
tomar sus vacaciones y, como quiera que los papeles para que el aparato vuele
tienen que superar el visto bueno de varios consistorios –tras los pertinentes
informes de aparejadores y secretarios–, entre una y otra cosa la casa se va a
quedar sin barrer y es muy probable que el teleférico permanezca suspendido
hasta septiembre, que es el mes de los malos estudiantes. Al tiempo.
Nunca he estado
a favor de esa instalación –puestos a cometer barbaridades se podía haber
trazado una línea que uniera Cabárceno con la Peña Cabarga, de insuperables
vistas sobre el arco de la bahía y con parada incluida en el castro cántabro de
Castilnegro–, pero entiendo que cuando una obra se ha llevado a cabo sin que
nadie se atreviera o pudiera paralizarla, lo mejor es recurrir a eso de «a lo
hecho, pecho», aunque fuese para despecho de quienes ahora gobiernan, que
tampoco estaban de acuerdo con la política de altas miras y bajos vuelos del
gobierno de Diego.
Tengo para mí
que este retraso ha dado aire a los responsables de la cosa turística regional,
que deben de estar respirando aliviados en sus despachos. Porque, a ver
quién era el guapo que asumía la más que probable caída de visitantes en el
parque por la subida indiscriminada de precios, en un verano donde la gente
está moviéndose con más alegría, pero sin grandes alardes en el gasto.
Al visitante le
quedará el consuelo de no haber tenido que pagar por un servicio que, a lo peor,
no podía usar. Mientras, nosotros asistiremos de nuevo a los reproches que se
harán unos y otros. Triste sino de nuestra Cantabria que, como el teleférico,
corre el peligro de oxidarse antes de ponerse en marcha.
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