El Diario Montañés, 16 de noviembre de 2016
Acabamos
de añadirle una muesca negativa a nuestra estadística económica: el salario
bruto de los cántabros se ha situado por primera vez debajo de la media
nacional. Y no vale decir que ganamos poco por nuestra escasa cualificación profesional;
la dura realidad es que con el modelo productivo que padecemos, la única salida
laboral que podemos ofrecerle a los jóvenes más preparados es la puerta al
extranjero.
Hemos
conocido por este periódico dos noticias que demuestran que estar preparados
les sirve de poco: la primera recogía que nuestros arqueólogos están realizando
excavaciones en yacimientos de otros países y cuando regresan a Cantabria –tierra,
por cierto, de gran riqueza arqueológica– en el mejor de los casos los
colocamos una temporada de guías turísticos. La segunda, que los médicos que
trabajan en nuestra región ocupan casi el 50% de las plazas hospitalarias
interinamente. Y eso que son gentes muy profesionales, pues pese a su precaria
situación laboral han contribuido a que tres departamentos del hospital de
Valdecilla –Digestivo, Cardiología e Infecciosas– ganen un prestigioso premio a
la excelencia. (La semana pasada les hablaba en este mismo rincón de lo
importante que era leer entre líneas. Ésta les pido que lo apliquen a las
declaraciones de la doctora Carmen Fariñas, responsable del departamento de
Infecciosas, cuando agradece la distinción que le han concedido a su equipo:
cinco facultativos, tres enfermeras, una auxiliar y una administrativa, «sin
olvidar –añade– a los cuarenta residentes que pasan cada año por la Unidad».
Buena proporción entre eventuales y fijos: el 80%).
Todo
está cogido con hilvanes, a punto de reventar por las costuras. Estamos
cerrando el paso a los jóvenes porque la política de recortes aconseja
amortizar los puestos de trabajo de los que se jubilan. Y así es posible que podamos
aguantar unos años más por inercia, como resisten los enfermos terminales, pero
las probabilidades de salvación son nulas. Quizá por ello nos hemos puesto en
manos de los sabios consejos de José Mujica, quien como los buenos médicos,
cuando saben que la cosa no tiene cura, al menos consuelan.
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