El Diario Montañés, 5 de marzo de 2021
El negacionismo está a la orden del día. Según la RAE, la palabra indica la negación de determinadas realidades, «especialmente del Holocausto», aunque ahora abarca muchos campos más.
Trescientos
científicos han firmado un manifiesto para la protección integral del lobo, pero
nuestros diputados regionales han votado a favor –todos menos uno, que no siguió
las indicaciones del partido– de desobedecer la ley, como negando su autoridad.
A esa negación se ha sumado la revista ‘Jara y sedal’, que pone en duda que los
trescientos firmantes sean científicos. Lo niegan ellos, especializados en caza
y pesca, poco neutrales.
Otro
lobo invisible nos tiene en vilo porque, si bien su nombre parece el de un
animal de compañía –Covid–, es peligrosísimo. Algunos niegan la pertinencia de
la vacuna que se ha inventado contra él, e incluso rechazan la peligrosidad del
bicho, pese a que es innegable el número de vidas que se lleva cada día.
Igual
de indudable debería ser el rechazo de la Iglesia hacia los bienes terrenales, verdaderos
obstáculos para que el camello pase por el ojo de la aguja. Pero algunos de sus
siervos se empecinan en acumular inmatriculaciones para asegurar haciendas en
este mundo terreno, como si dudaran del que tenemos prometido. Incluso el rey
emérito apuesta por el aquí y ahora, y ha colocado sus intereses por delante de
los de Hacienda, que somos todos. Su actitud –una especie de negacionismo
interior– pone en riesgo al propio sistema monárquico, que estos últimos meses
pende de un hilo.
Sabina,
que no es negacionista, lo niega todo en el título de su último disco. Por mi
parte, nunca dejaré de apoyar a la ciencia y a la ley. Aunque sea tan
enrevesada como la que prepara el Ministerio de Igualdad, en la que «solo el sí
es sí».
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