El Diario Montañés, 10 de noviembre de 2021
La
policía calcula que en las zonas de ocio nocturno la conflictividad ha crecido
un 30%. Son habituales las peleas de fin de semana, a las que algunos acuden
con armas blancas que en la madrugada de alcohol y drogas hieren más que las
palabras. Parece que de la pandemia estamos saliendo peor que entramos, como
esos perros que se desenfrenan cuando los sueltan tras estar atados largo
tiempo y en sus primeras carreras dan rienda suelta a su mal entendida libertad.
Dicen estudios amparados en el sentido común que son los padres quienes deben
ejercer «la autoridad desde el afecto y el amor, estableciendo límites y normas
constantes y coherentes» y trasmitiéndolos con su propia actitud. Pero algo debe
de estar fallando en una sociedad que se ha olvidado de contar hasta diez antes
de actuar, confundiendo la velocidad con el tocino.
También
la lluvia se ha desatado esta semana. Y no lo ha hecho lloviendo sobre mojado
sino sobre las hojas del otoño que cegaban los imbornales por falta de limpieza,
provocando inundaciones. El agua, que tiene más memoria que nosotros y siempre ha
estado ahí, es tozuda a la hora de reclamar cauces antiguos. Más temprano que
tarde, apoyada en el cambio climático, ocupará el terreno que le hemos ido hurtando.
Y no le pedirá perdón a nadie, a diferencia del alcalde de Castañeda, que en un
comunicado en las redes sociales se disculpa porque perdió el control cuando «mentó
a la madre» del concejal socialista en un pleno, llevado por su carácter «un
tanto levantisco» y porque la paciencia no es una de sus virtudes. Aunque
previsor sí que parece: antes de ver inundada la bolera de Villabáñez por las
malas hierbas, prefirió nivelarla con el entorno a base de hormigón. Ahí
tampoco contó hasta diez.
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