Se
dice que por la boca muere el pez, pero no siempre es así. Y no por la
popularidad que ha adquirido la pesca sin muerte, sino porque en estos tiempos
apresurados las noticias se devoran, y si nos equivocamos cuando abrimos la
boca al manifestar algo, las consecuencias no suelen ir más allá de un revuelo pasajero.
El río de la actualidad fluye tan deprisa que sus tramos no ofrecen remansos para
el reposo.
Nuestro
presidente regional –practicante de la pesca sin muerte– suele abrir la boca con
facilidad ante el cebo de un micrófono. Y eso, aunque no mortal, es peligroso. Frente
a ese señuelo expresó recientemente su contento por la no obligatoriedad de la
mascarilla –«yo me la voy a quitar dentro y fuera»–, aunque al día siguiente, viendo
los datos de contagios, pidió que se llevara donde «haya gente» porque «el
virus sigue ahí». Revilla en esencia, un Gary Cooper solo ante el peligro del
directo.
Como
escritor, conoce el valor superior de las palabras escritas frente a las que expresamos
a salto de mata, porque al escribirlas la mano las domestica y las asienta en
espera de sucesivas relecturas. Nada se publica al albur. Por la mano no se
suele morir de incontinencia. De ahí que cada 23 de abril queramos darle al
libro –la palabra impresa– la importancia que merece. Pero ese día nuestro
presidente nos falló, marchándose a Barcelona para firmar ejemplares de su obra
‘¿Por qué no nos queremos?’.
Esa
era la pregunta que nos hacíamos algunos, conocedores de su acostumbrado éxodo
cultural. Quizá no sea necesario que nos promocione tanto como promociona
algunos productos alimentarios, pero un poco de su querencia le vendría muy
bien a un sector regional que también proporciona alimentos… al alma.
Deberíamos
querernos un poco más.
Basta que diga que se la quita paraque no nos la quitemos.
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