El Diario Montañés, 4 de mayo de 2022
Vivir
basándose en tópicos facilita el día a día. La frase baladí o los chistes del
bético Joaquín, por ejemplo, son muletillas eficaces para apoyarse en esos
momentos distendidos de la barra de un bar, porque no se puede ser sublime sin
interrupción, por más que Baudelaire lo pretendiera. El papa Francisco, que
como buen argentino –permítaseme el tópico– tiende a la locuacidad, acaba de
liarla con una frase que ha dedicado a las suegras: «A vosotras, suegras, os
digo: tened cuidado con vuestras lenguas. Es uno de los pecados de las suegras,
la lengua».
La
frase me ha estado rondando por la cabeza durante todo el día de la madre, por
aquello de que, aunque los papas no tienen suegra por culpa del celibato que la
Iglesia reglamentó en su momento, sus madres sí pueden serlo, siempre que los
hermanos de los Sumos Pontífices se casen (algo bastante común, por otra
parte). Jorge Bergoglio, a quien Dios guarde, no tuvo prevención con su lengua
y emuló con tales manifestaciones lo que indirectamente censuraba en la conducta
de su propia madre, que también fue suegra.
Debemos
disculparle por su campechanía. Y porque además no estaba revelando ninguna «solemne
declaración ‘ex cathedra’», que es cuando los papas deben mostrarse infalibles,
dogmáticos, sublimes, tal como ambicionaba el poeta francés. Francisco se
encontraba en la catequesis de los miércoles, impartiendo proximidad a cuantos
le escuchaban, hablando como lo haría un argentino mientras ceba su mate en el bar.
Algo distinto sería opinar sobre cuestiones humanas de mayor enjundia. En ese
caso los dogmas católicos no admiten duda. Sirva uno como ilustración: «Es del
todo irrenunciable la educación para la castidad, como virtud que desarrolla la
auténtica madurez de la persona».
Quizá
por eso quienes criticamos lo de las suegras seamos unos inmaduros de libro.
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