El Diario Montañés, 8 de marzo de 2023
Desconozco
si el funcionario jefe del servicio de carreteras de Cantabria ha viajado al
extranjero para algo más que abrir «una cuenta en Luxemburgo», o si solo se
dedicaba a recorrer la geografía regional para pasar revista a las carreteras.
Lo cierto es que con su presunta actitud acaparadora ha levantado en nuestra
región un revuelo (poco conocido fuera de ella) que ha conseguido amargarle a
Revilla los últimos momentos de su vida política, quizá merecedores de mayor
reposo.
Parece
ser que dicho funcionario estaba tan asentado en su poder que llegó a creerse
el ombligo de lo concerniente al chapapote, y, aunque dicen que trabajaba a sus
espaldas, con tal actitud se ha llevado por delante a dos superiores… de
momento. La confianza le llevó a acumular desmesuradamente, sin tomar la perspectiva
necesaria. Dicen que para ello es necesario viajar, ya que «las luengas
peregrinaciones hacen a los hombres discretos» y además enriquecen –de otra
forma, es cierto–, porque el viajero tiene la oportunidad de comprobar que hay
más oro del que reluce en el negro alquitrán. También viajar ayuda a saber un
poco de todo, cosa que, según Pascal, «vale más que saberlo todo de alguna
cosa», aunque sea de carreteras.
San
Francisco de Asís tenía una norma que al parecer tampoco practicaba el
funcionario, quizá porque nunca pensó en el último viaje, el que nos debe
encontrar ligeros de equipaje, «casi desnudos, como los hijos de la mar»:
«Necesito pocas cosas –proclamaba el de Asís– y las pocas que necesito, las
necesito poco».
(He meditado
este artículo en un viaje a Viena, visitando la Cripta Imperial de los
Capuchinos, donde se encuentran, entre otras muchas de la aristocracia, las
sepulturas de doce emperadores y dieciocho emperatrices. Sus manos terminaron
vacías. Su riqueza quedó en este lado).
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