El Diario Montañés, 10 de mayo de 2023
Esta
semana he evocado algunos objetos eróticos de mi juventud. Eran picantes y, aunque
entonces ya estaban superados los tiempos férreos de la censura, utilizaban
trucos como para continuar toreándola. ¿Recordáis aquellos bolígrafos –un poco
más gruesos que los normales– que contenían en su parte media una zona
transparente en la que aparecía la fotografía de una mujer en bikini? Bastaba
colocar el bolígrafo boca abajo para que un líquido se deslizase sobre la
imagen y mostrara desnuda a la chica en cuestión, un descubierto minimalista,
difícil de apreciar en detalle, pero que nos hacía sentir dueños de un poder
indiscutible. Había también calendarios de bolsillo, a modo de hologramas, en
los que, dependiendo del ángulo que se alcanzara con el movimiento, obtenían
idéntico resultado: ora el personaje estaba vestido, ora desnudo.
La
moda, que es el valor que más se repite, ha recuperado para la publicidad
política una técnica semejante, pues circula por ahí un cartel en el que, «en función
del lugar desde el que se mira», el rostro de un político se transmuta en el de
otro, porque dicen que «son lo mismo» y, «si apoyas a uno, apoyas lo otro».
He recuperado,
del ángulo de mi biblioteca destinado a libros y objetos eróticos, una colección
de calendarios sicalípticos de bolsillo. Los hay con hologramas, y varios de los
denominados húmedos, que fueron moda, pero ya no se fabrican. En ellos, las
modelos, desnudas, tienen sus partes íntimas serigrafiadas, pero cuando se
humedecen muestran con pelos (nunca mejor dicho) y señales lo oculto. Al verlos
esbozo una sonrisa porque imagino carteles semejantes para los candidatos de
esta campaña en los que, mojando la serigrafía –colocada estratégicamente a
modo de sombrero–, se muestre la imagen de sus verdaderos pensamientos. Porque
de sus palabras vamos a estar saturados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario