Tras
muchos años tormentosos, asomó el sol y surgió el arcoíris. Un sol que brilla
para todos, no solo para aquellos que casi estaban ciegos de tanto mirarlo de
cara, vestidos con la camisa nueva bordada en rojo ayer. Y el arcoíris nació
para abrazar sin distinción. Bandera que pretendía unir bajo la diversidad de sus
colores: rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta. Una enseña que
simbolizaba un tiempo nuevo de pluralidad, orgullo y libertad, muy alejado del
oscurantismo ramplón.
Pero
debemos estar atentos porque no todo es multicolor. Desde la lona del odio que
han colgado estos días en Madrid, pretenden tirar a la basura los avances de la
igualdad, que tanto nos han costado alcanzar. Lo han hecho personajes estrechos
de mente y anchos de rencor. Igual que los que aquí, en Cantabria, han escrito en
las redes sociales, desde una hostería, que en este país no hay más que vicio,
atacando así la diversidad, acostumbrados a ver la paja en el ojo ajeno y no
advertir la viga en el propio.
«Ya
están aquí», decía la pequeña protagonista de la película de terror ‘Poltergeist’
refiriéndose a unos espíritus fantasmagóricos. Lo mismo podemos decir nosotros
de estos iluminados, ansiosos de encarrilar todo lo que consideran extraviado con
sus cortos criterios. Son gentes que utilizan la filosofía de tasca y la lógica
absurda de los argumentos incomprensibles: «si se suman dos manzanas, dan dos
manzanas, y si se suman una manzana y una pera nunca pueden dar dos manzanas
porque son componentes distintos». Hay que ser obtusos.
En
este Día Internacional del Orgullo LGBTI, bebamos, bailemos, divirtámonos, amemos…,
pero siempre vigilantes para que no nos silencien los negros nubarrones de la
intolerancia.
No
podemos permitir que España, para ocultar el arcoíris, retroceda al blanco y
negro del odio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario