El Diario Montañés, 31 de julio de 2024
Apenas
han comenzado las olimpiadas y siento agujetas mentales. Diría incluso que físicas,
pues es cansado permanecer en el sofá soportando el bochorno veraniego, aunque pueda
cambiar de un deporte a otro con tan solo seleccionar una tecla del mando.
Confieso que en ocasiones me he confundido, como Dinio con la noche, porque en
el duermevela de la digestión, placentero pero peligroso cuando se exige atención,
he llegado a mezclar tenis, fútbol, balonmano, baloncesto, gimnasia, judo,
natación, vóley playa… en un ‘totum revolutum’ en el que, si bien pude perder
la noción del deporte que estaba viendo, nunca dudé cuáles eran los colores
patrios que debía defender. ¡Qué satisfacción cuando ganamos! ¡Qué desconsuelo si
perdemos! Todo lo siento como propio, por más que haya listillos que digan que
manifestar que hemos ganado cuando vemos un deporte es como decir que hemos
follado cuando vemos pornografía. Deberían saber que el deporte siembra más
sentimientos de empatía con la patria que muchos discursos políticos.
Los
que se están embrollando frecuentemente son los comentaristas deportivos. Tantas
horas hablando los lleva a morir por la boca, como el pez, porque quien mucho habla
mucho yerra. El catalán Amat Carceller confundió, durante la retransmisión
televisiva de un partido de hockey hierba, a la princesa Leonor y a la infanta
Sofía con las jugadoras descartadas por el seleccionador. Otros tienen
problemas gramaticales y emplean el «contra más» con una reiteración que hiere.
Y luego los hay que se vienen arriba con el manejo de términos en inglés hasta
el punto de rozar el ridículo y manifestar que Rafa Nadal «tuvo clara su participación
en dobles, pero no así en ‘singles’».
Vuelvo
a la competición: dicen que nuestro país puede ganar más medallas que en
cualquier olimpiada anterior. Seguirá contando con mi total apoyo desde el sillón.
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