El Diario Montañés, 3 de julio de 2024
Llevar
muchos años en el negocio del libro –veinte como comercial y otros veinte como
editor– me permite adquirir una perspectiva amplia para comprender algunos
problemas del sector. Durante ese periodo, la concepción del mundo, en general,
y de los negocios, en particular, ha cambiado tanto que es difícil de asimilar.
En la
reconversión industrial de los ochenta, algunos desahuciados por sus empresas
abrían librerías aprovechando la indemnización del despido. Imaginaban en ellas
un negocio próspero, pero la crisis estaba ahí, aunque no quisiéramos verla, y fue
llevándose por delante escaparates que ofrecían productos poco atractivos para
un público que comenzaba a dar la espalda al libro.
Se
extinguieron muchas en Cantabria. Les sucedía lo mismo que le había ocurrido al
pequeño comercio, engullido por las grandes superficies. En esa caverna moderna
(según Saramago), la sociedad no sentía ninguna necesidad de cercanía, ni en la
calle ni en el trato comercial. Y la red de Internet –monstruo comercial por
excelencia– crecía fagocitando los cierres que ella misma propiciaba.
En
lo que respecta al libro, los tentáculos de ese monstruo son tan poderosos que,
a modo de ejemplo, Amazon vende libros de Valnera sin que se los faciliten sus
distribuidores ni la propia editorial. Y su dominio es tan grande que en 2021 causó
la falta internacional de cartón, ocasionando que algunos editores no pudiesen
publicar libros en tapa dura.
Apoyo,
de principio a fin, las palabras que Luis Lisaso, presidente de Librerías
Asociadas de Cantabria, expresó en este periódico el pasado domingo. Con un
añadido importante: en esta batalla tenemos la necesidad de unirnos entre
pequeños. Nuestros libros deben estar bien representados en las librerías de
cercanía que él defiende, porque, si bien las editoriales modestas no somos
apenas nada sin ellas, no es menos cierto que ellas, sin nosotros, pierden buena
parte de su sentido de proximidad.
Ese
espíritu de colaboración tenemos que mostrarlo ya en la próxima feria del libro
de Santander. Su celebración no debería traer enfrentamientos ni gravámenes
especiales. Máxime cuando está financiada con dinero público.
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