martes, 23 de febrero de 2016

ETERNO RETORNO (24 de febrero de 2016)


El Diario Montañés, 24 de febrero de 2016

La actualidad regional ofrece una espiral de noticias que suelen girar alrededor de un eje de ensimismamiento. Es nuestro pequeño universo, inmóvil, centrípeto. Con más o menos variantes nos repetimos y generamos expectativas antes que realidades, porque las realidades pocas veces se consuman o se consuman tarde. La hemeroteca nos lo muestra. Ahí están, perennes, Altamira y la posibilidad de más visitas; Valdecilla y su gestión pública o privada; el AVE y su improbable futuro; el no menos incierto destino del MUPAC; Villaflorida y su entorno; las obras del centro Botín; los cañones de nieve de Campoo; las rutas de quita y pon en Parayas; Cabárceno y el pago de la concesión del teleférico; la reposición de los arenales playeros tras los temporales de invierno; el precio injusto de la leche; el lobo y su protección... Aunque de vez en cuando alguna de esas noticias se sale de la órbita, nunca se desorbita del todo para no volver, porque no rompe el cordón umbilical centrípeto. Siempre hay algún matiz que deja abierto el retorno. Por eso un cántabro bien informado puede recibir durante su vida varias veces la misma nueva, que, por repetida, ya no lo es tanto.
Ahora acabamos de enterarnos de que ser cántabra y trabajadora está penalizado, porque, además de haber alcanzado el mérito indeseable de estar en la cabeza del ranking de la brecha salarial que se abre entre hombres y mujeres, Cantabria ocupa el segundo puesto en cuanto a salarios femeninos más bajos de España. Y todo esto en un país donde ser mujer ya es de por sí un problema, en unos casos por el desprecio que se muestra en los trabajos que se les ofrece –en Galicia se solicitaba recientemente una «camarera trabajadora, responsable, guapa y un poco puta»– y en otros por el papel secundario e ingenuo que se les atribuye –Cristina no sabía nada de lo que firmaba con Iñaqui, Ana Mato ignoraba de dónde había salido el coche de lujo que apareció en su garaje, y Esperanza y Rita no conocían en absoluto la trama económica de su entorno.
Sólo deseo que cuando esta noticia retorne, como ha de retornar, anuncie de una vez por todas la igualdad real entre el hombre y la mujer y sus salarios. Que ya estamos en el siglo xxi.

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