martes, 21 de enero de 2025

LA MIRADA DE LOS OTROS (22 de enero de 2025)


 El Diario Montañés, 22 de enero de 2025

Sobre la edad hay opiniones para todos los gustos. Quienes superamos la mitad de la sesentena solemos encontrarnos con personas que nos tratan como ancianos, o con camareros –valga el ejemplo de esa profesión– que nos preguntan, cuando examinamos la carta de un restaurante, si los «chicos» han elegido ya la comanda.

En los centros de salud sucede lo mismo. Dependiendo de la percepción de cada cual, hay profesionales que se dirigen a ti con naturalidad, mientras que otros elevan el volumen de su voz porque identifican edad provecta con sordera, y aderezan el tono de sus frases con una melosidad infantil.

También leyendo o escuchando las noticias son comunes tales contrastes, pues los periodistas suelen definir a los individuos, cuando son dignos de atención informativa y transitan por esa horquilla de edad, según su particular mirada. Y ahí es donde radica la principal diferencia de un hecho objetivo: en la mirada de los otros.

Personalmente, sigo dialogando con el adolescente que llevo dentro, cual centauro ontológico. Él es muy lanzado en sus opiniones, aunque temo que pueda abandonarme cuando los achaques de la edad me obliguen a depender a menudo de las prestaciones del Servicio Cántabro de Salud. «Pues date prisa –me dice–. Para entonces, por pronto que sea cuando las necesites, pueden estar completamente privatizadas. César Pascual sigue estando muy activo, aunque seáis de la misma quinta, según tu expresión viejuna, y ha logrado que Cantabria avance sin freno hacia lo más alto de la clasificación autonómica de privatizaciones». «Pese a que nuestras posiciones sean dispares en cuanto al funcionamiento de la sanidad –matiza mi yo mayor–, el río de la vida nos arrastra hacia el mismo mar». «Sí, pero en distinto barco, marinero. Y tú no eres precisamente de los de primera clase –concluyó, desafiante».

martes, 14 de enero de 2025

50 AÑOS DE LIBERTAD (15 de enero de 2025)

 


El Diario Montañés, 15 de enero de 2025

Aquel 20 de noviembre de 1975 gastamos ocho pesetas para comprar el ‘Alerta’. Franco había muerto de madrugada, y la tercera edición del periódico del Movimiento reproducía el titular a toda página, «Franco ha muerto», con la imagen del Generalísimo sobre fondo negro. Subimos al Seat 600, extendimos la portada por el interior del parabrisas, arrancamos el coche y recorrimos los diecisiete kilómetros que separaban Muriedas de la Peña Cabarga, haciendo sonar alegremente el claxon.

En Muriedas estaba el instituto de Camargo, donde estudiábamos el C.O.U. Como todos los centros escolares, recibió la orden de suspender las clases durante una semana. Entonces, cuatro jóvenes estudiantes, de entre diecisiete y dieciocho años, tuvimos el impulso juvenil, imprudente y peligroso, de trasladarnos desde allí hasta el monte de Cabarga, con gran bulla durante el recorrido. La Peña Cabarga aportaba el riesgo añadido de ser el lugar que elegían los vecinos de El Astillero cada primero de mayo para realizar unas marchas que, disfrazadas de lúdicas, tenían carácter reivindicativo. El monte llevaba el conflicto obrero grabado en sus entrañas rojas. Quizá ese detalle nos empujó a tomar tan irreflexiva osadía.

Muchos años después, demostrando que en algunas cuestiones los tiempos no siempre avanzan en el sentido previsto, algunos alumnos de un Instituto público de ESO de Valladolid, de similar edad a la nuestra de entonces, han cantado el ‘Cara al sol’ en el Valle de Cuelgamuros. Y no son los únicos, porque el himno parece estar de moda.

Aunque solo fuera como didáctica democrática para aplicar a tanto reivindicador ignorante del fascismo, es necesario defender los valores que sostienen nuestra democracia, aquellos que violaron sin miramientos los vencedores de la camisa nueva y que vuelven a estar amenazados.

En ese sentido, bienvenidos sean los actos de conmemoración de los cincuenta años de libertad.

 


martes, 7 de enero de 2025

ES LA GLOBALIZACIÓN (8 de enero de 2025)


 El Diario Montañés, 8 de enero de 2025

Hace cuarenta años, Juan José Losada, ejecutivo de Anaya, me dijo que el ordenador personal iba a convertir a la humanidad en una aldea global. Entonces ya habían llegado los prototipos, pero fue la explosión geométrica de las ventas posteriores la que ratificó el pensamiento que tuvo el filósofo canadiense McLuhan en los primeros años setenta del pasado siglo, cuando vaticinó la gran importancia que tendrían los medios electrónicos en la futura interconexión humana. Ahora, resulta incuestionable que estamos instalados en aquella aldea global. Y de ello son responsables las tecnologías que surgieron al abrigo de los primeros ordenadores balbucientes, fundamentalmente Internet. Por poner un ejemplo, su técnica me permite transitar, cómodamente sentado, la misma calle de La Fusterie por la que deambulé en mis bordeleses veranos adolescentes. También ha solucionado algunos crímenes, el último, que se sepa, en Tajueco, Soria, donde una imagen retrataba a un hombre colocando un fardo, que a la postre resultó ser un cadáver, en el maletero del coche. Es la tecnología, ese gran hermano que lo ve todo y además nos permite conversar y vernos, aunque estemos a miles de kilómetros de distancia. Miradas de ida y vuelta en un planeta abarcable.

También hay gérmenes que aprovechan la globalización del cambio climático para invadirnos. Humanos, animales y vegetales estamos azarosamente expuestos a sus ataques. Superamos la pandemia de covid, sí, pero otras nos acechan, porque esta alteración climática facilita la eclosión de plagas dañinas: el picudo rojo, de origen asiático, está aniquilando nuestras palmeras, y los fondos de inversión –parásitos terribles– han puesto su voraz punto de mira en Cantabria, «mercado inmobiliario de lujo», aunque tengamos escasez de viviendas sociales. Son nuevas amenazas ante las que las administraciones no pueden, o no saben, hacer nada. Se quedan tan panchas.

Riesgos propios de la globalización.