domingo, 27 de enero de 2013

¿QUIÉN NOS DEFIENDE? (27 de enero de 2013)


El Diario Montañés, 27 de enero de 2013

Hay días en los que uno no está para nada. La crisis pesa como una losa y la melancolía se apodera del ánimo. Hoy es uno de esos días. Aunque a comienzos de este año hice el firme propósito de abandonar la acidez de mis artículos, la hemeroteca está ahí, machacona, y me recuerda las palabras que en su día pronunció Ignacio Diego cargadas de indignación: «Bárcenas defiende los intereses de los cántabros más que Revilla; otros campan a sus anchas mientras el senador cántabro es injustamente acosado». Y soy yo quien se indigna y se desazona.
¡El senador cántabro injustamente acosado!... En boca cerrada no entran moscas, pero en la mía cabe un enjambre, debe de pensar nuestro presidente ahora que la sucia trama de los paraísos fiscales y el pago en dinero negro a cargos políticos comienza desvelarse. Los ciudadanos normales, que sólo tenemos negro el futuro, estamos seguros de que Bárcenas estuvo en el Senado para defender sus intereses antes que los nuestros. ¿Qué conocía de Cantabria? ¿Qué de Santander? Si acaso locales de copas en los que salirse de cascos. Y la bahía desde el barco de algún amigo, que entre senadores anda la navegación.
Menos mal que hay iniciativas solidarias que ofrecen cierta esperanza en el ser humano. Como la que puso en marcha el año pasado el Ayuntamiento de Santander, que ha conseguido recaudar, desde el ámbito del deporte, la cultura y el ocio, casi 55.000 euros para repartir entre instituciones benéficas. O la del Banco de Alimentos de Cantabria, que atendió a 22.500 personas. O la de Cruz Roja, que se ocupó de 7.500 afectados por la crisis. O la de tantas personas que trabajan para los demás desde el anonimato.
Una pena que tantos esfuerzos no alcancen, ni de cerca, los 22 millones de euros que ocultaba el senador corrupto en cuentas opacas, y no precisamente para defender los intereses de los cántabros.

domingo, 13 de enero de 2013

NO SON PÍCAROS (13 de enero de 2013)


El Diario Montañés, 13 de enero de 2013

Últimamente estamos asistiendo a un avance irrefrenable del fraude y el engaño. Cada día nos topamos con una noticia que supera en gravedad a la anterior. Y, quizá por comodidad, para explicarnos la abundancia de tales hechos recurrimos a la manida expresión de que se deben a la «picaresca española».
Una de las acepciones que mejor define al pícaro la proporciona la Real Academia Española: «Persona de baja condición, astuta, ingeniosa y de mal vivir». Por tanto, conviene tener muy en cuenta que nuestro pícaro nacional, el que dejó una escuela literaria tras de sí, era un ser marginado, generalmente de bajo estrato social, que robaba para subsistir.
No es este el caso de Urdangarín y su trama del Instituto Nóos; ni el del madrileño de apellido cántabro, Güemes, exconsejero de Sanidad de la capital del reino, que fichó por una empresa que se beneficiará ahora de las privatizaciones que él mismo aprobó desde su anterior puesto de responsabilidad; ni el del restaurador torrelaveguense, Óscar Cordero, que se marchó en octubre a México y dejó hundido su negocio y abandonados a sus trabajadores; ni el del recaudador de impuestos del Ayuntamiento de Santander, condenado a dos años de cárcel por fraude en el pago del IVA; ni el de Francisco Pernía, que gastó, y no justificó, durante sus años de mandato en el Racing, casi cinco millones de euros... 
De todas las noticias de esta semana, sólo una cumple con el perfil del pícaro: la de ese «carterista internacional» de 78 años –para el pícaro la jubilación es una quimera– y el de su compañera de 39, que han estado «trabajando» en Santander para intentar sobrevivir a base de pequeñas estafas. Además, y esta es otra condición del fullero, había sido detenido ya anteriormente en cuarenta y tres ocasiones.
Los otros no son pícaros, son [............]. 
*Rellene el lector lo que considere oportuno en el espacio libre, y así haremos interactivo este artículo.

lunes, 7 de enero de 2013

DESEOS PARA 2013 (7 de enero de 2013)


El Diario Montañés, 7 de enero de 2013


Mi tío electo, el maestro Manuel Alcántara, decía en un artículo reciente de este periódico que llevaba tiempo buscando afanosamente una buena noticia para escribir sobre ella, pero que no la encontraba. Y añadía: «Puedo estar triste, pero os juro que no soy triste». Lo suscribo. Yo tampoco soy, en absoluto, el cascarrabias pesimista que ha aparecido reflejado una semana tras otra en los cuarenta y ocho artículos que he publicado en 2012 en las páginas de este diario. Pero la realidad me ha ofrecido pocos motivos para la alegría. O yo no he sabido encontrarlos.
Confieso, eso sí, que soy incapaz de ver el vaso medio lleno cuando está casi vacío. No soy proclive a realizar esfuerzos ímprobos de imaginación, como los que han hecho los diez deportistas cántabros de alto nivel, beneficiados con becas olímpicas, a quienes les han rebajado las ayudas de 120.000 a 20.000 euros anuales y no han tenido reparos en declarar que menos es nada (gran verdad, por otra parte). Además, se han prestado a posar en una foto de familia en la que aparecen, con su indumentaria de becados –casi reflectante, similar a la de los peones camineros–, acompañados por seis personajes del mundo político y empresarial que muestran la sonrisa satisfecha de los mecenas. (Seis a diez, no es mala proporción para tan escasa cosecha).
Pero, repito, por naturaleza no soy pesimista. Ni mucho menos quiero que las cosas vayan mal para jugar a la denuncia fácil. Desde ahora proclamo que mi mayor deseo para 2013 es que sea real esa vía lejana de optimismo, esa tenue luz dudosa del fondo del túnel que otea Rajoy y que Diego, cual eco, confirma. Que los parados no alcancen la cifra inaceptable de seis millones en España y sesenta mil en Cantabria. Que la economía repunte de una vez por todas. Y anhelo que ese optimismo de nuestros presidentes responda a la realidad y no a calculados intereses políticos.