miércoles, 27 de enero de 2021

BURLANDO EL TURNO (27 de enero de 2021)

 


El Diario Montañés, 27 de enero de 2021 

Tenemos el hábito de pedir la vez, pero no solemos respetarla cuando los turnos son virtuales y nadie nos ve en la cola real. Quizá porque algunos tienen claro que del dicho al hecho hay mucho trecho, y que eso de que los últimos serán los primeros en el reino de los cielos da que pensar, no vaya a ser que luego no haya ni reino ni cielos. Está pasando con la vacunación –que debería aplicarse con prioridad a las personas mayores y a todo el personal sanitario–, porque siempre hay gente dispuesta a saltarse los dictados de la solidaridad, le pese a quien le pasen… aunque sea por encima.

En las películas, los cobardes no suelen ser los últimos en abandonar el barco; prefieren hacerlo los primeros, con la certeza de que es mejor que se salve el que pueda. Dicen que las ratas hacen lo mismo, aunque en su caso no por cobardía ni ventajismo, sino porque perciben antes que nadie el agua en las bodegas, su guarida inferior. Por eso, si alguien tiene la tentación de utilizar tal semejanza con los roedores, solo deberá hacerlo en cuanto al miedo, que no a la vivienda: los implicados en la vacunación anticipada no viven precisamente en oscuros suburbios.

Para tranquilidad de algunos y zozobra de los más, circulan por internet calculadoras que, a cambio de cumplimentar unos pocos datos, indican de forma vaga la fecha personal de vacunación. En mi caso me confirman que tengo por delante un abanico de entre trece y veintiocho millones de españoles, y que debería recibir la primera dosis entre julio de 2021 y enero de 2022.

«¡Cuán largo me lo fiáis!», dice don Juan Tenorio en ‘El burlador de Sevilla’. También yo lo creo. Pero no tengo intención de burlar el turno.

martes, 19 de enero de 2021

AUTONOMÍAS Y COVID (20 de enero de 2021)

 



El Diario Montañés, 20 de enero de 2021

Ronda por mi cabeza, como sedimento borroso de lecturas dispersas, la idea de la elaboración de la Gran Muralla China, que con sus más de 20.000 kilómetros se tardó en concluir veintiún siglos. Según ese poso de mi memoria –no conviene contradecirla por el bien de este artículo–, la construcción se realizó por trozos separados, en lugares distintos y por personas que no conocían el objetivo final de su trabajo. Simplemente, hacían lo que se les mandaba. Luego, cuando se encontraban con trabajadores de otras zonas, desconocedores como ellos del sentido de la obra, las piezas del puzzle encajaban perfectamente en anchura, altura y materiales, consiguiendo un resultado final uniforme. ¿Cuál fue la magia que hizo posible tal prodigio en una época que no tenía nuestros medios actuales? Sospecho que fue la existencia de la figura de un coordinador responsable, que conocía los planos del proyecto y tenía autoridad y personal para llevarlo a cabo.

Traigo esto a colación por el descontrol que estamos viviendo con la aplicación de las vacunas para levantar una muralla ante el covid. Es como si se administrasen a salto de mata, al primero que pasaba por allí, o a personas con «influencias», ante el peligro de la pérdida de las dosis por caducidad, una vez fuera de los frigoríficos. Y eso que ahora se está vacunando en lugares donde el censo del personal debería estar perfectamente establecido: geriátricos, trabajadores sanitarios, cárceles… Da miedo pensar en lo que podrá suceder cuando haya que vacunar en los Centros de Salud a ese público más inestable que somos «el resto».

Puede parecer fácil darle autoridad a un coordinador general para que elabore un listado justo y preciso. Pero, con lo de las discordias autonómicas, no creo que nadie se atreva a ponerle el cascabel al gato.


martes, 12 de enero de 2021

VACUNAS, FILOMENA Y ASALTOS (13 de enero de 20201)

 

El Diario Montañés, 13 de enero de 2021

En estado de duermevela, pensando sobre lo que voy a escribir, vislumbro textos impecables en cuanto a argumento y ejecución. Luego, con la mente despejada, no lo tengo tan claro. Me ha sucedido con este artículo. Entre las telarañas del sueño rememoré el 7 de enero de 1980 –hace cuarenta y un años–, mi segundo día de «mili» en El Ferrol. Era jornada de revisión médica. Dos mil marineros, en fila y con el torso desnudo, recibíamos varias vacunas en cada hombro; poco más adelante, otros compañeros se aplicaban en descubrir hernias o irregularidades varias en nuestros testículos, ayudados por un palito y una linterna (¡vaya visión!). En una mañana nos despachaban a todos. También debería añadir la circunstancia de que dediqué los dieciocho meses perdidos en la milicia a leer y a intercambiar correspondencia con escritores, como Torrente Ballester.

El artículo se abría camino con claridad en mi mente, porque Torrente ganaría años más tarde el premio Planeta con ‘Filomeno, a mi pesar’, una novela menor. Tenía, pues, vacunas aplicadas en tiempo récord y la versión masculina de Filomena. Todo de rabiosa actualidad, en un caso por la lentitud de la vacunación contra el covid (cierto que sus condiciones de conservación son diferentes, y que en el cuartel estábamos censados con rigor), y en el otro por el caos que ha generado Filomena, a nuestro pesar. Podría añadir que en 1981 –aún seguía en la mili– tuvo lugar el 23F, con la irrupción en el Congreso de Tejero con tricornio, hecho al que uniría la imagen del chamán de QAnon y sus cuernos de búfalo, en el asalto al Congreso americano. Tricornios y bicornios. Resultaba perfecto.

Cuando desperté, descubrí la dificultad de referirlo todo en trescientas palabras. Una pena. Pretendía demostrar que cuarenta años después apenas hemos avanzado.


martes, 5 de enero de 2021

LOS ALCALDES Y EL EMÉRITO (6 de enero de 2021)

 

El Diario Montañés, 6 de enero de 2021

Hemos estado dándole al meollo para saber quiénes éramos allegados y quiénes no, pues de la aclaración del concepto dependía respetar la legalidad durante las reuniones navideñas. Los periódicos y los programas de noticias exprimieron sus explicaciones hasta la saciedad, recurriendo, incluso, al diccionario de la Real Academia Española. Todo eran dudas. Comenzamos pudiendo reunirnos diez allegados en Nochebuena y Navidad, que luego, por esas cosas cambiantes de la improvisación, pasaron a ser seis. Pero siempre en un domicilio familiar; nunca en el interior de un bar.

Algunas personas de la zona pasiega –alcaldes y exalcaldes incluidos– quisieron hacer lo que hacían siempre, algo que en estos tiempos no debe hacerse nunca, y montaron una reunión en el comedor de un bar para comer sopa y pollo de corral. Alguien denunció el hecho, y parte de ellos, según dicen, huyeron ante la presencia de la guardia civil como pollo sin cabeza por un pasillo que llegaba hasta el gallinero. Descubiertos, coincidieron al decir que no eran doce ni veinte los comensales, como se ha apuntado en los mentideros, que solo eran seis, y que cumplían con el aforo, aunque no con el lugar. Y que, aun siendo de distintos partidos, eran allegados. Lo de esconderse fue una reacción inexplicable.

«Lo siento mucho, no va a volver a ocurrir», declaró compungido el alcalde de Villacarriedo, uno de los asistentes, que ya había tenido sus más y sus menos con el PP por el brote de covid en su pueblo, cuando le acusaron de no decir la verdad. La frase es idéntica a la que expresó el rey en 2012, tras sufrir un traspiés durante una cacería concertada de elefantes, mientras caminaba en la noche posiblemente tras otra pieza. Entonces casi nos lo tomamos a risa. Y mira lo que vino luego.