El Diario Montañés, 28 de noviembre de 2018
A
Emilio Lora-Tamayo, rector de la UIMP, no le han dado tiempo de calentar el
sillón. Había sido elegido para permanecer en el cargo al menos cuatro años,
pero, transcurrido apenas uno, el ministro que más cerca ha estado de las estrellas,
aconsejado –dicen– por la ministra de Igualdad, ha decidido que su puesto lo tiene
que ocupar una mujer. Cosas de la paridad mal entendida y peor aplicada. A
Emilio le pidieron que dimitiera, pero no aceptó y se apoyó en el Patronato,
que es el órgano encargado de decidir con sus votos si el rector debía seguir o
no en su puesto. Y como desde el ministerio del hombre de altos vuelos conocían
de buena tinta que la mayoría de los miembros de ese Patronato no estaban de
acuerdo con el cese, decidieron fulminar a cuatro de ellos y nombrar a cuatro
nuevos para garantizarse el éxito. Por eso el rector, presionado por todos
lados, está ahora reflexionando la decisión que anunciará esta misma semana.
Hoy
en día hay que andarse con mucho cuidado, y sé que proclamar el poco estilo de
la maniobra del cese se me puede volver en contra –y eso que no he hablado del
peligro que tiene para la verdadera igualdad anteponer otros criterios que no
sean los de los méritos para cubrir puestos de responsabilidad–. No descarto
que cuando salga a la calle me asalte ese actor vestido de marrón, que está
revolucionando las redes. ¿No han visto la campaña tan moderna? La ha
financiado la Dirección General de la Igualdad y la Mujer del Gobierno de
Cantabria, y la protagoniza un personaje impresentable (en ese sentido, nada
que reprochar porque es lo que debe trasmitir) que asalta a los hombres, para
que reconozcan su machismo, con frases como éstas: «¿Has enviado a los colegas la
foto de Lorena, ésa que sale en braguitas?». «¿Qué tal tu borrachera de ayer? Y
tu parienta, ¿cómo estaba cuando llegaste a casa?, ¿le curtirías el lomo, no?».
Tengo
que confesar que si me viene a mí con tales tonterías, se lleva la del caranchoa.