El Diario Montañés, 29 de mayo de 2019
Cuando
se publique este artículo ya se conocerá el escrutinio definitivo que ha tenido
pendiente de un hilo al menos a un diputado autonómico. Ahora les toca hablar a
los electos para ponerse de acuerdo en lo básico, que nunca debería ser nada
que sirva a otros intereses distintos de los nuestros. Al fin y al cabo, aunque
algunos no lo sientan así, son servidores públicos (y, como tales, me atrevería
a decir que de lo público).
Paseo
por Santander. La ciudad ha permanecido en el centro del centro derecha. Según
parece, no habrá cambio. Todo está en reposo, salvo las servilletas de papel que
revolotean por el suelo de las terrazas de los bares, agitadas por el viento juguetón
que entra por las esquinas donde da la vuelta este aire frío de mayo que trae
catarros primaverales. La ciudad se está acondicionando con la construcción de
nuevos hoteles, porque quiere ser pródiga con los viajeros y desea que
pernocten en ella. Siempre acogedora, el turismo es su gran apuesta de futuro,
casi la única. Y si es cultural, mejor, aunque ningún partido haya hablado apenas
durante la campaña del MUPAC ni del MAS, preocupados por asuntos de mayor
enjundia.
Es
cierto que aquí nunca sufriremos las aglomeraciones del Everest, donde los
turistas se convierten en alpinistas por un día y son capaces de morir en una
fila mientras esperan para hacerse una foto en la cumbre. Tampoco las pretendemos;
las aglomeraciones, digo. Queremos un visitante de calidad que, a lo sumo, se
encarame sobre el lomo del Centro Botín y contemple el mar sin amontonamientos.
Y que pasee la ciudad y consuma. Para ello, nuestra derecha local piensa que lo
más adecuado es peatonalizar las calles, a diferencia de sus colegas madrileños,
que aman los atascos por sobre todas las cosas y están dispuestos a traer de
nuevo al centro la contaminación de los vehículos, esos seres mecánicos que, en
palabras de Fernández Flórez, «se mezclan en nuestra vida, coexisten con
nosotros, nos entorpecen […] y hasta nos matan».
Son
dos visiones muy distintas del centro, desde la derecha.