martes, 29 de junio de 2021

CERRAR HERIDAS (30 de junio de 2021)

 

El Diario Montañés, 30 de junio de 2021

José María Aznar, que hablaba catalán en la intimidad, sigue tomando notas en su cuaderno cuando algo no le gusta, aunque las escribe en castellano. Disconforme ante cuantas normas no sean las suyas –«hago siempre lo que quiero, y mi palabra es la ley»–, pretendió, pese a las limitaciones de tráfico, beber lo que le apeteciera, pero no para olvidar, porque hay situaciones que guarda como si hubieran sucedido ayer; de ahí, quizás, su habitual ceño de enfado y la huella de un bigote que permanece en sombra, aunque ya no exista. «Tomo nota» es una de sus expresiones favoritas; palabras que preludian venganza. Ahora acaba de manifestar que las declaraciones en que algunos obispos y empresarios defendieron los indultos para los políticos catalanes «son para apuntar y no olvidar». Genio y figura.

No era de las certezas de Aznar de las que quería hablar en esta columna de incertidumbres, pero como estos días se está preparando un cenotafio para guardar en su interior algunos recuerdos de Antonio Benaiges –un maestro catalán, desaparecido, que fue asesinado en Bañuelos de Bureba el 19 de julio de 1936–, recordé la ley de memoria histórica que el expresidente siempre criticó, porque en ese caso prefirió el olvido. Dijo en su momento que la ley confrontaría «los muertos de los unos y de los otros», en una posición propia de su actitud beligerante.

Sin embargo, mantengo que desenterrar a las víctimas del olvido debería servir para suturar de una vez heridas que se taparon en falso cubriéndolas bajo tierra. Recuperar la memoria debería devolverles la dignidad a los muertos, sin odios ni venganzas, sin otro afán que el de justicia. Y, definitivamente, debería cerrar en tono de paz esa página tenebrosa de la libreta de nuestra historia. Sin tomar ninguna nota amenazadora. 

miércoles, 23 de junio de 2021

DESPUÉS DE TANTO TODO (23 de julio de 2021)

 


El Diario Montañés, 23 de junio de 2021

En la lucha contra el Covid hemos dado palos de ciego. De no creer necesarias las mascarillas, a tener que fabricarlas con métodos caseros, porque cuando fueron obligatorias no las había en el mercado. De suspender cualquier clase de actividad –trabajo, estudios o deportes–, a iniciarlas con sumo cuidado, con avances y pasos atrás, hasta luego, ante el mínimo resquicio de falsa seguridad, casi desatarlas. De considerar que todas las vacunas eran beneficiosas, a crear sospechas sobre algunas porque, como en el caso de la zorra, al no alcanzarlas, se negaban. Ha sido un vaivén de opiniones variables, como el virus, que se hace más contagioso para seguir sobreviviendo. Ahora toca quitar las mascarillas en el exterior, guardando las distancias y todas las precauciones, cuando en otros países están reculando ante la preponderancia de la cepa india, bautizada «Delta» para evitar matices «de raza o religión». No pasa nada. La gente seguirá a lo suyo, porque la pandemia ha hecho mejor a unos pocos, a la mayoría los ha dejado como estaban, y a otros pocos los ha empeorado. La pasada semana un grupo de «ingleses indómitos» desembarcaron en el puerto de Santander, «desoyendo las recomendaciones de su gobierno», pero bienvenidos por el nuestro, que los veían como fuente de ingresos, no de contagios de la nueva variante, en cuyo país es dominante. Política de puertas abiertas, para unos –Bienvenido, Mister Marshall–, y de altas vallas con púas como espinas, para otros.

También en alguna discoteca de la ciudad dieron la bienvenida, alborozados, a los estudiantes que terminaban el curso. Habían estado manifestando hasta la persecución que sus locales eran seguros y evitaban los botellones. Tres días de juergas descontroladas terminaron con 105 contagios registrados hasta este pasado domingo.

«Después de tanto todo», que no sea para nada.


jueves, 17 de junio de 2021

SIN LUCES (17 de junio de 2021)


 El Diario Montañés. 17 de junio de 2021

Terminando el verano de 2002 nos dejaron sin luces en muchos puntos de las autovías regionales y nacionales, y mantuvieron el apagón hasta julio de 2004 (como mi memoria no es buena, suelo consultar la hemeroteca). Aquella medida fue una prueba, aviso a navegantes, que luego se repitió en octubre de 2010 para ya permanecer así, once años más tarde –las farolas mudas, cual monumentos a la estupidez, y el peligro de la penumbra acechando a cada paso–. Es la manera habitual de actuar en este país: primero se informa durante tiempo de las dificultades para mantener ciertos servicios, y luego se recortan sin miramientos. Sucedió con las oficinas bancarias, que, tras rumorear durante años sobre su posible desaparición, se están esfumando, llevándose por delante a un personal todavía joven y «productivo», si se me permite utilizar un lenguaje meramente económico.

Ese mismo lenguaje, más propio de la empresa privada, que suele buscar beneficio por encima de servicio, es el que utiliza la administración cada vez con mayor asiduidad. Lo está haciendo hasta el abuso con el futuro de las pensiones. Y ahora comienza a soltar dardos sobre la Sanidad: «Será difícil mantener la red íntegra de consultorios rurales», ha declarado nuestro consejero de la cosa, que solo pasa desapercibido cuando permanece en silencio –«me gusta cuando callas, porque estás como ausente»–. No le faltaba más a Cantabria, cuya población se escurre por el desagüe de algunas zonas rurales, que salieran adelante medidas como esta: sin servicio asiduo de correo, sin escuelas, sin oficinas bancarias, sin consultorios rurales... Pueblos de gente mayor que ahora quieren salvar con una tecnología que gran parte de sus habitantes no dominan. Zonas telemáticas, con cajeros y video consultas, para endulzar la realidad de una condena.

No debemos apagar también las luces sociales.

 

martes, 8 de junio de 2021

EL PAPEL DEL PAPEL (9 de junio de 2021)

 

El Diario Montañés, 9 de junio de 2021


Comienza la feria del libro de Santander. Durante doce días el espacio de la plaza de Alfonso XIII se convertirá en protagonista, bastión de la cultura escrita sobre papel. Lectores y autores se encontrarán, en actos de acercamiento, aún con prevenciones por el peligro de estos tiempos revueltos. Y como siempre, ahora más que nunca, los editores tendremos la difícil tarea de atraer a los más jóvenes al maravilloso mundo de la lectura, que se les hurta en estos tiempos ligereza.

La semana pasada, en una emisora nacional, una ‘influencer’ de la mediocridad, que tiene más de cuarenta mil seguidores, pero de cuyo nombre prefiero olvidarme, presumía de no haber leído jamás un periódico en papel, y añadía que tampoco estaba dispuesta a leerlo, porque el papel solo lo utilizaba para envolver. Algo similar le sucedía con los libros. Quizás ajenos al peligro de tales afirmaciones, los entrevistadores le rieron la gracia. Fue en ese momento cuando me pregunté por el papel que juega el papel en el caso de estos analfabetos de la letra impresa, faros para tanto fanático.

Sospecho que en tiempos de pandemia –cuando para la mayoría de nosotros el libro fue un compañero de soledades que nos contaba historias al amor de la quietud forzada– la ‘influencer’ haría morritos en las redes sociales y mostraría el día a día de su hueca trivialidad con reflexiones disfrazadas de filosofía, aunque copiadas la mayor parte de las veces de los libros de papel. Después, recogería sus pensamientos impresos –que eso viste mucho– para firmar ejemplares en las ferias sin ningún rubor, admirada por un público juvenil que se entregaría a sus creaciones de mercadotecnia. Un mal ejemplo que viene a demostrar que algunos viven del cuento predicando el desprecio hacia el papel, pero aprovechándose luego de su prestigio.

martes, 1 de junio de 2021

LAS UVAS Y ASTRAZENECA (2 de junio de 2021)

 

El Diario Montañés, 2 de junio de 2021

Andamos preocupados con la segunda dosis de la vacuna de AstraZeneca. Algunos responsables políticos, ajenos al sentido común de la ciencia, intentan convencernos de que en esta segunda fase puede tener las complicaciones que negaron en la primera. Y que lo mejor que se puede hacer para evitarlas es combinar vacunas diferentes, porque tras haber probado con unos cientos de personas –poco científico, por cierto– han llegado a la conclusión de que no solo no pasa nada, sino que es muy conveniente.

Vaya por delante mi ignorancia total sobre estos temas médicos, y de ahí, posiblemente, mi desconfianza. Pero quiero hacer constar dos cuestiones: la primera –algo que ya sabemos la mayoría–, es que no hay suficientes dosis de esa marca; la segunda –asunto que acaso desconozcamos–, que la vacuna ahora discutida es la más barata del mercado (según la web de ‘Redacción Médica’ los precios de cada dosis son de 3 euros para AstraZeneca, 8 euros para Johnson&Johnson, 17 euros para Pfizer o 31 euros para Moderna). Precisamente, por vaya usted a saber qué razón, las dos marcas más baratas son las controvertidas.

AstraZeneca, que como las uvas de la zorra parece inalcanzable, está recibiendo toda serie de ataques indirectos, no siendo el menor el hecho de que quienes quieran repetir con ella tengan que firmar un «consentimiento informado», algo que parecería coherente que hicieran los que decidan cambiar de farmacéutica. Como se puede comprobar, hay gobiernos europeos –no solo es el nuestro– dispuestos a demonizarla con tal de disimular la realidad.

Cuando la zorra comprobó que le era imposible alcanzar las uvas, se dijo que no estaban maduras. Pero en ninguna de las múltiples versiones de la fábula consta que hablara mal de la parra ni que tuviera que firmar certificado alguno por haberlas pretendido conseguir.