martes, 22 de febrero de 2022

PERSONAJES O TÍTERES (23 de febrero de 2022)


 El Diario Montañés, 23 de febrero de 2022

En ocasiones los autores te piden que, además de cuidar su obra en aspectos profesionales de la edición, proporciones consejos literarios. Entonces debes mostrar seguridad y recomendar que hagan lo que tú nunca has hecho, porque en cuanto a la escritura creativa eres tan advenedizo como un entrenador que jamás haya vestido de corto. De todos modos, hay nociones que pueden resolverte el problema. Decir que elijan el punto de vista adecuado es una de ellas, cuestión de trascendental para el desarrollo posterior de la historia. La manera de enfocar el relato permitirá que los personajes alcancen una personalidad satisfactoria o se conviertan en marionetas. Los protagonistas tampoco pueden ser perfectos ni los antagonistas modelos de maldad, porque en el ser humano conviven aristas buenas y vértices sombríos, y es necesario que el autor mantenga tal coherencia cuando imagina tipos literarios. Si los hace cambiar de opinión para llevar la historia por donde más le conviene, generará títeres vacíos. Un personaje no debe decir una cosa y la contraria, ni abrazarse al enemigo para justificar un final feliz. Tal solución le haría recelar al lector y demostraría impericia por parte del escritor. 

En ese sentido, si fuese un escritor el que está desarrollando estos días el guion de la política nacional, le sugeriría que huyera de personajes tan planos, porque no parece verosímil el fratricidio que mantienen para llegar al poder, con ataques, marchas atrás y manifestaciones de repulsa contra sí mismos, y le aconsejaría –si desea seguir por ese sendero– profundizar en los efectos secundarios que puede acarrearle tal batalla a la salud democrática, si al final favorece a figurantes de partidos dudosos de respetarla.

Si no fuese asunto tan preocupante, le propondría reescribir la historia desde el principio para orientar el punto de vista hacia el humor político. 

martes, 15 de febrero de 2022

ADIÓS AL CONTACTO (16 de febrero de 2022)

 

El Diario Montañés, 16 de febrero de 2022

José María Roldán, presidente de la Asociación Española de la Banca, ha declarado que el empeoramiento de la atención a los usuarios en las oficinas bancarias también se está produciendo en otros sectores, y ha puesto como ejemplo que «en Teruel sigue habiendo bancos, lo que no hay son otorrinos en el hospital público». Se me ocurre contestar a su aserto con las mismas palabras que le dijo el paisano al dueño del burro que estaba comiendo en su trigal, cuando le puso como disculpa que estaba capado: «qué tendrán que ver los cojones para comer trigo». El mal de muchos suele ser consuelo de tontos, pero no se da solución a un problema desviando la mirada hacia otro. Y el mal de la banca no se remedia con tal comparación, precisamente en un año en el que los beneficios que han obtenido «los cinco grandes» han sido de 19.866 millones de euros, los mayores de los diez últimos años.

Dicho lo cual, también cabe afirmar que la Sanidad en nuestro país está cogida con pinzas, en gran parte por el error de aplicarle a lo público similares criterios de productividad que a lo privado. Antonio Martínez Torre, director médico de la Gerencia de Atención Primaria del Servicio Cántabro de Salud, estima que en la última década ha habido «un franco retroceso en presupuesto, infraestructura, dotación tecnológica y personal médico» (igual que en las oficinas bancarias, vamos). Una pena, en verdad, porque en ambos lugares el usuario busca cercanía.

Dice el ‘Satiricón’ que los médicos no son más que el consuelo del espíritu. Quizá por ello el paciente prefiere la cura de la palabra, el levantamiento del ánimo, antes que las aspirinas.

Por cierto, poco se ha hablado de ambos asuntos en la reciente campaña electoral castellanoleonesa, tan de rebaños.

martes, 8 de febrero de 2022

PUBLICAR NO ES EDITAR (9 de febrero de 2022)


 El Diario Montañés, 9 de febrero de 2022

Aunque parezca lo mismo, publicar no es editar. Editar es tarea previa a la publicación y supone una serie de cuidados para que la obra de que se trate salga examinada en aspectos irrenunciables: corrección ortográfica y de estilo, respeto a las normas ortotipográficas, atención sobre la tipografía y el interlineado...  El problema surge cuando algunas ‘editoriales’ no saben hacerlo, y otras no quieren perder tiempo en lo que consideran minucias. Por eso las hay que se limitan a volcar el texto, tal cual lo reciben, en una caja definida previamente, sin efectuar arreglos posteriores. En ese sentido se puede hablar de falsos editores que, como el mítico Procusto, ajustan los escritos a un patrón, cueste lo que cueste, queden líneas viudas, huérfanas o ladronas, palabras mal cortadas, guiones de cualquier tamaño o comillas como pulgadas. La cuestión se agudiza cuando quien da la espalda al oficio editorial es la Universidad.

Este fin de semana he recibido un regalo de la de Cantabria, concretamente del departamento de publicaciones de su Consejo Social: cuatro tomitos de los «Premios Literarios del Consejo Social Manuel Arce, 2020». Debo confesar que cuando examiné los dos de narrativa breve sentí dolor y rabia, porque en ellos se despreciaba, seguro que sin pretenderlo, la labor del editor. Ambos libros están plagados de errores gramaticales y de fallos ortotipográficos groseros. Se ha adaptado el texto sin ningún cuidado, y de esa forma –siempre indigna, pero más en publicaciones pretendidamente académicas– han salido a la luz.

Siento reaccionar así ante un regalo. No soy desagradecido. Pero esas obras no tienen calidad editorial, porque tampoco han tenido, por impericia o desdén, el más mínimo cuidado profesional. Y es muy grave, viniendo de donde viene, el menosprecio a un oficio tan necesario.

Para publicar quizá todo valga. Para editar, no.

martes, 1 de febrero de 2022

LOS LIBROS SOLO DAN TRABAJO (2 de febrero de 2022)

 

El Diario Montañés, 2 de febrero de 2022

Las emociones deportivas del domingo exigían una tarde de reposo. A cierta edad no es recomendable hacer trabajar al corazón por encima de sus posibilidades. Nadal, por la mañana, le había obligado a cabalgar con ritmo forzado. Y luego, por la tarde, los hispanos de balonmano no le habían permitido el descanso hasta alcanzar el triste final del penalti perdedor. A todo ello debía sumar que la cabeza andaba absorta, pues acababa de leer en este mismo periódico una entrevista al obispo de Palencia, el cántabro Manuel Herrero, en la que decía que quienes denuncian los abusos sexuales en la Iglesia de nuestro país lo hacen desde «una investigación sesgada», porque «también se dan casos en otros sectores y no tienen trascendencia». Luego recurría a lo de las distintas varas de medir. Qué quieren que les diga, a mí las manifestaciones de los responsables eclesiásticos suelen descolocarme. Son insondables, y uno nunca sabe con certeza a qué atenerse («Dios está, sin duda alguna, hasta en el silencio. Pero nosotros a veces no tenemos oído para escuchar», añadía en esa misma entrevista).

En fin, que necesitaba tumbarme en el sofá para intentar desconectar. Y hete aquí que me topé con la ligereza de una serie de Netflix, ‘Soy Georgina’, en la que la pareja de Cristiano Ronaldo, entre viajes en el jet privado, el yate o los coches imponentes del portugués, me envolvía en una exposición de simplezas. Sin ir más lejos, me descubrió que lo mejor de esos aviones privados son los ibéricos, y lo peor es que, pese a tener cuatro routers en su casa, «el wifi de los cojones va mal». En esa misma casa ha prohibido los libros, porque solo dan trabajo a la hora de limpiar el polvo. De leerlos, ni hablar. Georgina sí que sabe.