martes, 31 de agosto de 2021

CALIDAD TURÍSTICA (1 de septiembre de 2021)


 El Diario Montañés, 1 de septiembre de 2021

He visto más limpias que nunca las cunetas de mi pueblo, y no quiero insinuar con ello, dios me libre, que se haya debido al paso de la Vuelta Ciclista a España por la localidad. Supongo que lo aconsejaba la previsible llegada de las lluvias otoñales. Pero, insisto, todo estaba más aseado cuando los corredores discurrieron por Villaescusa sobre sus caballos de hierro. Cantabria había sacrificado su perfil quebrado –idóneo para plantear etapas de gran montaña que nada tendrían que envidiar a las mejores del Tour– para mostrar su cara más turística. De Laredo a Liencres, pasando por Santoña, Noja, Liérganes o Santillana del Mar, con inicio y final en la costa, pero atravesando parques naturales, pueblos monumentales, o mostrando caprichos tallados en las rocas por la mar. Apenas tenía tiempo Carlos de Andrés para comentar las imágenes aéreas, cual Wikipedia ilustrada. Era un ejercicio de promoción turística de primer orden, ahora que Revilla ya no discute con los hombres del tiempo sobre nuestro sol huidizo, y ha dado en vender las bondades de una región libre de los agobios del calor, con la necesaria chaqueta en la mano para el atardecer y la mantita para la noche, porque debemos conjugar la tiranía de la playa con un turismo más diverso.

Esta temporada madrileños, vascos y castellanoleoneses han vuelto a ser nuestros principales visitantes; unos huyendo del calor, otros por cercanía, pero todos generando ingresos para salvar un verano que ha resultado bueno en lo económico. Si además la Vuelta le ha dado otra vuelta de tuerca al recorrido y ha preferido apostar por una etapa de transición turística, pues eso que sumamos. Más discutible –casi oportunista– me parece la ocurrencia de colorear silos, aunque atraiga muchos visitantes. Porque en cultura no siempre tiene calidad lo que más vende. Creo.


lunes, 23 de agosto de 2021

¿FINITOS O INFINITOS? (25 de agosto de 2021)


 El Diario Montañés, 25 de agosto de 2021

Mantienen algunos que la infinitud de Cantabria puede llegar a ser finita. Si no conservamos lo más parecido a como eran la naturaleza, la arquitectura, el paisaje y el paisanaje; si rompemos la difícil armonía entre la tradición y el crecimiento equilibrado –sostenido, se dice ahora–, podemos finiquitar lo infinito. Ya hemos transformado mucho de forma desmedida. La franja costera regional se ha degradado con construcciones que han roto el aspecto característico de nuestras viviendas y han creado fronteras en los caminos de servidumbre. Casas de cristal y hormigón, cerradas, si no con cuatro llaves, con setos impenetrables que abonan el anonimato y facilitan la desconfianza. Se ha superado el refrán de «a donde fueres, haz lo que vieres», para llegar al «donde pago, cago». Cualquiera lo puede comprobar si pasea por nuestro vulnerado litoral, invadido de estructuras con elementos ajenos a nuestra idiosincrasia constructiva. Complejos urbanísticos que vigilan a distancia esas empresas –a modo de gran hermano– que viven de meter el miedo en el cuerpo a sus dueños de fin de semana, ante posibles robos u ocupaciones indeseadas. Cámaras que logran que cualquier paseante se sienta incómodo, por sospechoso, cuando ronda por esos lugares hurtados al albedrío peatonal.

Hemos perdido porciones de costa porque los tentáculos de las autopistas nos la han acercado demasiado deprisa. Y hemos recalificado terrenos a marchas forzadas para aprovecharnos de la gallina de los huevos de oro, sin un plan general de vivienda coherente, ni las necesarias infraestructuras de saneamiento… De las escaseces sanitarias prefiero no hablar.

En gran parte de los gallineros costeros ya han matado a la gallina. Queda la esperanza de que los del interior la protejan para preservar el corazón de lo nuestro. Y poder así conciliar el oxígeno de la modernidad con el aire de la tradición.


martes, 17 de agosto de 2021

EMBARCARSE PARA APRENDER (18 de agosto de 2021)

 

El Diario Montañés, 18 de julio de 2021

Ignacio Aldecoa se embarcó para escribir su novela ‘Gran Sol’ rumbo al caladero del mismo nombre, un lugar inconcreto que, parafraseando a Melville, «no está en ningún mapa, porque los lugares verdaderos nunca lo están». El novelista deseaba descubrir en su crudeza el trabajo de los hombres de la mar. Previamente, cual nuevo Ulises, hizo prometer a la tripulación que, aunque lo rogase encarecidamente, no le retornarían a puerto. Tras varias jornadas de mareos y vómitos, se aclimató y consiguió parecer un marinero más. Después de aquella aventura, que duró casi un mes, escribió una novela fascinante.
Nuestro consejero de Desarrollo Rural, Ganadería, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente también ha querido compartir la experiencia –la costera del bocarte, mucho más modesta– con los trabajadores de la mar, y ha subido a bordo de un pesquero durante una noche, porque «se defiende más aquello que conoces y que aprecias». Una iniciativa que, si se contagia entre los demás consejeros, y la pandemia de empatía se expande, podría hacernos ver, pongamos por caso, a la consejera de Empleo visitando una cola del SEPE para conocer de primera mano los comentarios de los desempleados, o al de Sanidad armándose de un traje de protección para pasar una jornada en las UCI del Covid.
Si el titular de Cultura entrara en ese juego de empatía y me pidiese información sobre los caminos que transita el libro antes de llegar al punto de venta, se los mostraría, sí; pero le diría que la meta de todo buen lector no admite atajos, y tiene su punto de partida en la escuela, negociado que en Cantabria depende de la consejería de Educación. Esa consejería, apoyada por la de Cultura, debería ser la encargada de promover la pasión lectora. Solo necesitaría embarcarse en capitanear un plan lector coherente.

miércoles, 11 de agosto de 2021

MEDALLAS E INFRAESTRUCTURAS (11 de agosto de 2021)


 El Diario Montañés, 11 de agosto de 2021

Hemos sabido que Alberto Ginés consiguió el oro olímpico en escalada sin tener un lugar adecuado para entrenar. Cuando el COI consideró ese deporte como olímpico, en el CAR de San Cugat denunciaron que no tenían muro de velocidad para prepararse, por lo que debían desplazarse hasta Pamplona –diez horas de viaje– para encontrar algo parecido a lo que necesitaban. Propio de nuestro carácter, dado a protestar a posteriori, al saberlo hemos puesto el grito en el cielo.

Por mi parte, y no a posteriori, he reclamado en varios artículos de este rincón la necesidad de que Cantabria tenga una piscina de 50 metros, esa que los no iniciados en lides acuáticas llaman olímpica (mantengo que olímpica es la piscina que ha acogido una olimpiada, como la mamá de Forrest Gump mantenía que tonto es el que dice tonterías).

Traigo esto a colación porque tres jóvenes nadadores de nuestra región, sin haber entrenado apenas en vasos de tal medida, han conseguido proclamarse campeones de España de verano en esas piscinas: los infantiles Teo del Riego, campeón de 100 y subcampeón de 200 metros espalda, y César Diego, campeón de 50 libre y bronce de 100 mariposa; el junior Joaquín Pardo, campeón de España de 100 y 200 braza y subcampeón de 100 libre. Arropados por la también junior Elia Díaz, bronce en 100 espalda. A todos ellos, a sus compañeros y a sus entrenadores, les doy las gracias, porque suelen trabajar en instalaciones que apenas les ofrecen facilidades. Y a los políticos les pido reflexión: unos, han hormigonado la que había en la Albericia; otros, incitados por lo fácil, las inauguran con infraestructuras propias del pasado siglo (las hay, incluso, cerradas). Y ahora las anuncian en poblaciones a todas luces inapropiadas, pero de buena rentabilidad política.

Lo denuncio a priori.

miércoles, 4 de agosto de 2021

MEDALLAS (4 de agosto de 2021)


 El Diario Montañés, 4 de agosto de 2021

Empieza el goteo de medallas para España en esta olimpiada de Tokio de horarios imposibles, que nos obliga a trasnochar si pretendemos ver en directo a esos deportistas que han debido esperar cinco años para mostrarnos lo mejor de sí mismos. Bastante más tiempo del que ha necesitado Pedro Sánchez para colgarse la medalla de oro en lo referente al ritmo de las vacunas en nuestro país, con respecto a Europa, aunque haya ocultado otras que también podríamos lucir: la del precio de la luz es indiscutible, porque esta semana hemos alcanzado el liderazgo continental sin apenas competencia. Para evitar el previsible desastre de la factura, nos han recomendado consumir en «horas valle». Y, como no hay mal que por bien no venga, quien así actúa, y espera a enchufar la lavadora o el lavavajillas a partir de las horas aconsejadas, tiene la oportunidad de sentarse ante el televisor y ver en directo las pruebas, en la madrugada, mientras sale el sol en el país nipón.

Es previsible que en la reunión que ha mantenido Sánchez en Salamanca con los presidentes autonómicos (menos con el catalán Aragonés, que  anda sin consuelo de Puigdemont a sus asuntos), los del lado de la oposición despreciaran esa medalla de las vacunas, mientras que todos, en general, hayan silenciado –o al menos hayan caminado con pies de plomo– lo del precio de la luz, que parece secundario cuando lo que se va a tratar es de cómo «afrontar la quinta ola y la paridad en el reparto de fondos europeos». Ese oro sí que importa; mucho más que el de las medallas.

Por cierto, Europa, que sabe de sobra que en cuestiones de picaresca los españoles somos imbatibles, ya nos ha advertido de que «ese maná no servirá para financiar cualquier ocurrencia». Mucho cuidado.