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El Diario Montañés, 26 de julio de 2017
Semana grande.
Fuegos artificiales de fondo. Antes, novillada, una mirada a la bahía y un paseo
desde el Pereda a Reina Victoria, pasando por Castelar, ahí es nada –lástima de
lluvia, sí; pero, ¿y lo bien que se duerme?–. Metrobús rápido e inteligente –estamos en una ‘smart
city’– que circulará por un carril exclusivo, abriendo los semáforos a su paso
(date prisa, abuelo, que viene y nos lleva por delante). Es Santander, una
ciudad llena de encantos, sobre todo en verano. Lo mismo puedes encontrarte por
la calle con Isabel Presley que con un edificio derrumbado. Con igual facilidad
puedes subirte en una atracción de feria, que introducirte durante un cuarto de
hora en pelota picada, previa ducha, en el ‘High Psycho Tank’ del Centro Botín, dentro de una mezcla de agua y sal
que relaja cuerpo y mente y hace olvidar los problemas. La realidad poliédrica
de la modernidad.
Los agoreros
dicen que Santander envejece y que perdió su esencia y la gracia del mar tras
el incendio, cuando aprovechó la reconstrucción para expulsar del centro a los
pescadores de habla cantarina y lo llenó de comercios y comerciantes. Y añaden
que tiene una fachada muy aparente, tras la que se esconden algunos barrios
deprimidos. Pero lo cierto es que los santanderinos están muy orgullosos de
ella. Hay, incluso, quien mantiene que dimos un paso atrás cuando la autonomía
cambió su nombre por el de Cantabria, dejándonos llevar por el corazón y no por
la cabeza, que es un sinónimo del bolsillo. Dicen que la denominación Santander
es mucho más conocida, que de ella un banco hizo una marca, la internacionalizó
primero y luego la universalizó dando su nombre a una Liga de fútbol. Y que
bajo «ese paraguas semántico», que abarca a un tiempo oficinas bancarias y a Messi,
Ronaldo o Neymar, entre otros, debería estar acogida no sólo la capital, sino
la región toda, por el bien de todos.
Tras esa
revolucionaria involución –«cualquiera tiempo pasado fue mejor»– seríamos algo
así como un Santander de Santanderes: espejo del dinero y la buena vida.