miércoles, 30 de octubre de 2019

CUATROCIENTOS (30 de octubre de 2019)


El Diario Montañés, 30 de octubre de 2019

La semana pasada se ha producido la exhumación de los restos del dictador, cuarenta y cuatro años después de la multitudinaria inhumación que presencié en directo en uno de los bares del pueblo. Nos habían concedido tres días de vacaciones desde que Carlos Arias anunciara entre hipidos, el 20 de noviembre de 1975, que Franco había muerto. Yo tenía dieciocho años recién cumplidos, y me abría paso hacia la libertad desde el autismo de aquellos tiempos de inflexibilidad de pensamiento. Fue una época de sobresaltos en la que queríamos avanzar deprisa para recuperar el tiempo perdido. Las libertades florecían irrefrenables, y el sexo, curiosamente, actuaba de motor que iba desbrozando el camino y nos hacía superar el tradicional recato de luto, misas y mantillas, propios del nacionalcatolicismo. Llegaron las películas clasificadas «S», porque podían herir la sensibilidad de los espectadores –«Eso, que me la hieran», oí gritar a más de uno–. Nació ‘Interviu’, que pasó en pocos números de las sugerentes transparencias a los esplendorosos desnudos. «Marisol, desnuda y joven», fue la portada de septiembre de 1976, con una Marisol de radiante tristeza cuyos pechos se caían para arriba. La revista vendió un millón de ejemplares. Luego la Constitución de 1978 consagró en su artículo 20 otra libertad mucho más importante, la de pensamiento, que reconocía y protegía el derecho «a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción», sin ninguna censura previa. Pero otra forma de sexo muy nuestra –imponer las cosas «por cojones»– intentó echarle el freno a la libertad en febrero de 1981. No lo consiguieron, aunque la exhumación de ahora ha sacado también a la luz sombras de entonces y personajes que siguen entonando las oscuras notas del ‘Cara al sol’. Espero que solo sean una nube en nuestro cielo democrático, que en aras de la libertad de expresión también a ellos les da ‘vox’. Por mi parte, ya próximo a cumplir sesenta y dos años, firmo las 350 palabras de este artículo cuadrigentésimo, hoy, 30 de octubre de 2019. Con total libertad. 


miércoles, 23 de octubre de 2019

ACOMODADAS SEÑORÍAS (22 de octubre de 2019)


El Diario Montañés, 23 de octubre de 2019

Algunos de los que promulgaron la reforma laboral, que ha hecho más pobres e inestables a los trabajadores, se han subido el sueldo para esta legislatura porque consideraban que habíamos salido de la crisis y que ya estaba bien de tanto sacrificio. La realidad es que estamos atisbando otra que, de confirmarse, nos dejará definitivamente tronzados, aunque encontrará a sus señorías sentadas en renovadas sillas ergonómicas –póngame un sillón nuevo y cámbieme el ipad, que lo tengo cargadito de información y va muy lento–, porque el peso de la responsabilidad abruma cuando se soporta sobre las espaldas, y es conveniente que nuestros próceres las tengan descansadas para continuar discutiendo de exhumaciones y de esa Cataluña que se nos escurre entre los dedos. Quizá no la arreglen –a Cataluña, digo, que lo del dictador parece encauzado–, pero exhumaciones, hogueras y artículos 155 entretienen al personal, que mientras se ocupa de tales asuntos no piensa en otros.
Dicen que a los tontos de Carabaña se les engaña con una caña, y que por eso nos hablan de realidades lejanas –no digo yo que no sean importantes– antes que de las nuestras, las próximas, esas que denuncian que a uno de cada cuatro españoles le acecha la pobreza en las esquinas de la vida. Si por casualidad lo hacen, no es para resolver, sino para echar las culpas al adversario político, origen de todas las calamidades. «Los problemas se arreglarán cuando gobiernen los míos», dicen unos y otros sin pudor, queriendo que olvidemos que parte de esos problemas, además de no haberlos sabido resolver, en gran medida los han creado ellos mismos con su ineptitud.
Con este panorama, preveo una campaña electoral cargada de ardor nacionalista. Y me da mucha pereza, «porque cuando me paro a contemplar mi estado, y a ver los pasos por donde he venido, puesto ya el pie en el estribo», qué quieren que les diga: prefiero que me hablen de las cercanas cercanías, de la sanidad, de los alquileres, del paro, de las pensiones, de la pobreza… Aunque quizá sea pedirles demasiado a sus acomodadas señorías.  

jueves, 17 de octubre de 2019

PROMOCIÓN TURÍSTICA (17 de octubre de 2019)


El Diario Montañés, 17 de octubre de 2019

Viendo a la gente posar ante el logotipo de Santander ciudad, reflexionaba sobre lo pertinente que resulta aclarar que Santander es la ciudad, ahora que un banco y la liga de fútbol casi se han apropiado de su nombre. Porque parece que esa es la causa de tal puntualización, no la que sospechan quienes creen que se ha puesto porque hay individuos que todavía identifican el nombre de la capital con el de la región. Y me dije que, con el paisaje de fondo del Sardinero y la entrada a la bahía, que limita la roca de la isla de Mouro –«¡Jesús, y adentro!» exclamaban en el lugar los marineros sorprendidos por la galerna del Sábado de Gloria–, el logotipo será el centro de muchas fotografías. No entro a juzgar su estética, sí su oportunidad. Quienes promocionan el turismo saben bien que hoy en día viajamos más para que los demás vean dónde estamos que para disfrutar del destino.
El mar y la bahía, por su belleza, siguen siendo los mejores reclamos turísticos. De hecho, tengo el barrunto –si no fuera por el nombre de este apartado, diría que la certidumbre– de que a la mayor parte de los visitantes del Centro Botín les interesa el edificio más como mirador privilegiado hacia el exterior que por las exposiciones que se organizan en su interior. Acaso por eso la pasada semana, para clausurar el primer Encuentro Internacional sobre Artes, Emociones y Creatividad, ha habido un concierto en el agua en el que los componentes de ‘Le Piano du Lac’ han logrado las que según ellos son notas insólitas, resultado de la fusión con la naturaleza. Postureos de la modernidad –¿engaños?– que no alcanzo a entender.
Entiendo mejor las burlas del ingenio nacional –esas no engañan a nadie–, que suele reaccionar con rapidez y gracejo ante cualquier situación, por dramática que sea. Así debe juzgarse el eslogan turístico que ha corrido como la pólvora por las redes sociales, aconsejando visitar Castro Urdiales, «un destino para perder la cabeza». Un humor que mentes biempensantes pretenden vetar. Algo, también, muy nuestro.

miércoles, 9 de octubre de 2019

MELILOTOS (9 de octubre de 2019)


El Diario Montañés, 9 de octubre de 2019

Debo a mi amigo y maestro Emilio Pascual el regalo de una obra extraordinaria: ‘El tesoro olvidado. Breve diccionario de la elocuencia minimalista’. Su autor, Dimas Mas –defensor ferviente de la riqueza de nuestro vocabulario–, recopila en un volumen exquisito quinientas palabras que, en unas ocasiones hibernan en el desuso de la lengua, como los osos, y en otras ya están directamente extinguidas. Una de ellas, «meliloto», es la que titula, en plural, este artículo. Aunque ese vocablo agonizante significa «necio e insensato», su agradable sonoridad lo convierte en locución que lima toda aspereza. Y, como quiera que mis artículos –acaso por la edad– últimamente están suavizando el tono, utilizaré tal palabra para denunciar más adelante, de manera delicada, ciertos desprecios intolerables.
Recientemente he tenido ocasión de encontrarme con un grupo de socialistas históricos en Madrid, con motivo de unos encuentros culturales. Tienen en común que, aunque en su día contribuyeron a formalizar una transición que muchos consideraron modélica, ahora parecen estar apestados: Leguina, Corcuera, Barrionuevo, Virgilio Zapatero, Redondo Terreros… En el coloquio que se suscitó después de tales encuentros, estos políticos veteranos acusaron a los más jóvenes de mantener posturas que hacen resurgir en nuestro país crispaciones ya superadas, y les apenaba que los políticos de nuevo cuño despreciaran las bases de convivencia democrática que ellos habían asentado con tanto esfuerzo. Recordaron también los tiempos difíciles en los que tuvieron que luchar contra múltiples obstáculos, porque en aquella democracia balbuciente la libertad pendía de un hilo.
En un primer momento tuve la sensación de estar siendo testigo privilegiado del relato de las batallitas de unos abuelos que se resistían a dejar España en manos de las generaciones jóvenes, porque consideraban que, además de no respetar su legado, carecían de una mínima visión histórica. Pero, cosa curiosa, según ellos hablaban, tenía yo la sensación de comprender mejor sus argumentos. Fue en ese momento cuando se me reveló el vocablo apropiado para calificar a quienes desprecian la experiencia de los mayores. Son unos «melilotos», dije en voz alta. Que fue tanto como afirmar que eran unos necios. Pero sin acritud.

miércoles, 2 de octubre de 2019

ARENAS EN LIBERTAD (2 de octubre de 2019)


El Diario Montañés, 2 de octubre de 2019

Las arenas de las playas santanderinas se mueven. Con las mareas de septiembre se han puesto en marcha y cambian de lugar, lentas, pero sin pausa. No tienen prisa, ni miedo a una eternidad que controlan con su reloj de granos infinitos. Tampoco temen a espigones ni barreras. Nuestras fronteras artificiales no les amedrentan, porque si ya es difícil ponerle puertas al campo, hacerlo con la mar es imposible. Desde su libertad, las arenas solo acatan los balanceos de los océanos, que las mecen con cariño o arrebato, dependiendo de la pausa o la furia del momento. Cada marea tiene su afán.
A la playa del Sardinero, desde el mar –«¡Oh sagrado mar de España, famosa playa serena, teatro donde se han hecho cien mil navales tragedias!»–, llegaron este fin de semana recuerdos de un episodio de la gran guerra que contribuyó a devolverle la libertad a Europa: el Desembarco de Normandía. Setenta y cinco años después, unos cuantos recreadores veteranos jugaron a la guerra, como lo hacíamos nosotros cuando niños, restregándose por la arena, entre fuego y explosiones. Y la arena cedió su blando lecho –rubia y tibia ternura– para que los figurantes entregaran con ardor y sin peligro el alma en cada muerte.
«Tengo miedo de esos remolinos nocherniegos que se llevan en su grupa ¡dios sabe adónde! la arena menudita de la playa», decía Pedro Salinas. Yo le temo más a los que se llevan las bolsas de plástico que abandonan en los arenales –creen que la arena todo lo soporta– algunos jóvenes de cabeza hueca, cuando se les anubla el juicio con las botellas litronas. Dios sabe adónde irán luego. Es el tributo de las diversiones del fin de semana, que acostumbran a pagar con una basura que nos será devuelta por los vaivenes de la mar el día menos pensado, como reflujos de podredumbre. Pero a ellos, a los jóvenes, a algunos jóvenes, parece que no les preocupa. Miran al porvenir desde una libertad irresponsable, impropia de estudiantes universitarios. Como si permanecieran ajenos a un futuro que, en realidad, solo a ellos pertenece.