miércoles, 26 de junio de 2013

CON IRONÍA (26 de junio de 2013)


El Diario Montañés, 26 de junio de 2013

Me encuentro satisfecho hasta la médula (si fuera Pérez Reverte diría «hasta las cachas», pero no queda fino). Me anuncian la luz al final del túnel y me dispongo, a medio camino ya de 2013, a colocarme las gafas para que no me dañe la retina la claridad que nos inundará en 2014. Esto marcha, y es imparable. Estábamos en casa, paralizados, con la pata quebrada. Nos hemos puesto en pie y no sólo andamos, pronto correremos. Que nadie nos engañe con catastrofismos. La realidad está ahí. Nuestro presidente anuncia que «vamos a terminar Valdecilla y lo va a pagar el Estado, de todas, todas. Vaya que sí (“por cojones”, habría escrito aquí Pérez Reverte, pero es vulgar)». Ya que no sirvieron las anchoas de Revilla, servirán los golpes en la mesa de Diego. Todo vale, por el bien de Cantabria. Y vamos a tener un Museo de Prehistoria y Arqueología, que para algo hemos canjeado el edificio del Archivo Histórico por el del Banco de España. Y dejaremos como nueva la línea ferroviaria por la Meseta, y no necesitaremos el AVE, porque Fomento invertirá cien millones de euros en su mejora y la vía va a quedar cual autovía. Como quedará la del Cantábrico, tras las obras que se van a acometer de una vez por todas en el tramo entre Solares y Torrelavega. Y hemos conseguido financiación estatal para finalizar la otra pendiente, la del agua. Y con la nueva Ley de Costas hemos salvado «centenares de empresas y miles de puestos de trabajo». Y se ha conseguido la reducción del céntimo verde… Ahí es nada. Esto marcha, y es imparable. Ya hemos pasado lo peor. Atrás quedó la maldita herencia de los anteriores, sustentada en el desgobierno y en «fracasos sonados y sonoros».
Fin de la primera parte. Diego termina su discurso. Comienza la segunda: la oposición sube al estrado. La luz se difumina. Los nubarrones, como el dinosaurio, todavía estaban allí.

miércoles, 19 de junio de 2013

UN MUSEO FUGAZ (19 de junio de 2013)


El Diario Montañés, 19 de junio de 2013

Hemos estado cinco años sin Museo de Prehistoria, con las piezas embaladas, y ahora –caprichos del destino– vamos a disponer de dos lugares para su ubicación. La semana próxima se inaugura el primero de ellos, que puede convertirse en el más efímero de nuestra historia regional. Y no seré yo quien diga que las piezas no estén mejor donde están, «más aseadas y atendidas» (las palabras son de Hierro) que en aquel sótano donde vivieron apiñadas tantos años, sin apenas espacio. Piezas todas que recopilaron unos pocos con entusiasmo, con cariño y con las subvenciones que permitían realizar las excavaciones que las recuperaban de la tierra. Pero, como últimamente las subvenciones han caído en picado bajo el socorrido paraguas de la crisis, no puedo evitar pensar que con lo que va a costar la duplicidad de las obras se podían haber pagado muchas campañas científicas para trabajar en cuevas, en castros, en iglesias...
Tampoco digo que los vestigios no estén bien donde estarán en breve, atesorados en el edificio del Banco de España; pero me pregunto qué uso se dará entonces a este museo de ahora, tan fugaz.
Si todo va como se anuncia y se cumplen los plazos previstos, puede darse la circunstancia de que se corten dos cintas en una legislatura para inaugurar dos continentes con idéntico contenido. Y esas cosas no suelen gustarle a la gente, porque denotan falta de planificación y anuncian, ya ahora, con dos años por delante, una larga precampaña electoral llena de promesas, inauguraciones y caramelos –con bajada incluida de la presión fiscal– para endulzar nuestro carácter, amargo por vivir en una de las comunidades más caras del país.
Desgraciadamente parece que los políticos siguen trabajando para la galería, y que aprietan al final, cuando ya ven próximas las orejas del lobo de las urnas, como esos malos estudiantes que sólo se dan el atracón en época de exámenes. Aunque, en realidad, muy pocas veces suelen evitar el merecido suspenso.

miércoles, 12 de junio de 2013

PUERTO, VELAS Y ESTELAS (12 de junio de 2013)



El Diario Montañés, 12 de junio de 2013

Mal nos están yendo las cosas de la mar. La Red Transeuropea de Transporte ha dejado a nuestro puerto fuera del proyecto de infraestructuras que diseña la Unión Europea para mejorar la circulación de personas, energía, comunicaciones y mercancías en las próximas décadas. Una circunstancia tan negativa para nuestro desarrollo, que algunos se han apresurado a calificarla como un «cantabricidio».
Además, el Consejo Superior de Deportes, dependiente del ministerio del nunca bien ponderado Wert –ya brotó la ironía que tanta incomprensión me trajo en mi anterior artículo–, no cumple el compromiso de colaboración económica que había pactado con el Mundial de Vela de Santander y hace que tiemblen las resentidas arcas municipales y regionales. De nada sirve lo que se prometió en su día. En esta etapa de crisis y desvergüenza, las promesas se las lleva el viento y quizás nos quedemos a dos velas, con una duna que puede ser monumento futuro al desierto económico si no se encuentra algún mecenas que nos salve del previsible traspié. Porque, para mayor incertidumbre, Gerardo Pombo, que se había autonombrado director del evento, ha sido borrado de la lista por un tribunal de Justicia que ha declarado papel mojado el contrato que firmó consigo mismo.
En ambos casos la faena llega de fuera, y aquí lo que hacemos es gestionarla, culpándonos suavemente con la cantinela de la ineficacia de los gobernantes actuales o con la de la fatal herencia recibida de los anteriores.
Pero hay otra faena que nos podemos hacer a nosotros mismos, y no viene de la mar. Por un quítame allá esas pagas (¿quién paga el personal?, ¿quién el mantenimiento?), peligran las estelas de Barros –una de ellas «el símbolo patrimonial e histórico más representativo de Cantabria»–, cuya arenisca cuarteada amenaza con dañarlas seriamente. Si algún día se convierten en estelas de barro, su lodo denunciará nuestra estúpida desidia. «Y ese día no será el día menos pensado, sino el que se piensa más».

miércoles, 5 de junio de 2013

MENOSPRECIO DE LO AUTÓCTONO (5 de junio de 2013)


El Diario Montañés, 5 de junio de 2013

El artículo 30 del Estatuto de Autonomía de Cantabria dice que «corresponde a la Comunidad de Cantabria, sin perjuicio de la obligación general del Estado, la defensa y protección de los valores culturales del pueblo cántabro».
Qué mal suena este artículo. Qué poco moderno. Qué de andar por casa. ¿Cuáles son los valores culturales del pueblo cántabro? ¿Tocar la pandereta?, ¿los juegos autóctonos, cantar las marzas en el Parlamento, la mitología, las boñigadas de Revilla…? Seamos serios, señores. En pleno siglo XXI esas tradiciones no tienen sentido. Representan un retroceso en esta aldea de espectáculos globales, de alimentaciones globales, de gustos globales, de Disneys y Terras Míticas, de cine americano, de burguers y de grandes superficies.
¿Qué razón tiene hoy, por ejemplo, subvencionar el día infantil de Cantabria? Han tenido que pasar treinta y seis ediciones para que alguien, con mucho sentido común, se diera cuenta de que es un acontecimiento irrelevante y prescindible. Cómo vas a comparar los resultados económicos que obtienen las celebraciones –ésas sí, subvencionadas– de ferias de abril, de mercados romanos o medievales, de mercados goyescos, con la poca recaudación que alcanza lo nuestro, visto ya hasta la saciedad. No hay color. Lo nuestro no es elegante, y sólo lo quieren mantener ideologías retrógradas que colocan lo identitario por sobre todas las cosas, y además, ¡le manda narices!, pretenden que se financie con fondos públicos. ¿En qué pensaba don Marcelino cuando le dijo a Pereda aquello de «hazte más local para ser más universal»? Así le fue, que hoy no lo lee nadie. A Pereda, digo.
Eliminemos de una vez ese artículo del Estatuto, que obliga por ley a defender y proteger unos valores culturales trasnochados. Y así no forzaremos –en el día glorioso de su nombramiento– al consejero de turno a jurar ante el crucifijo y la ‘Biblia’ algo que luego no va a cumplir. Por el bien de todos, por la salud de sus conciencias, quitémosles esa carga innecesaria.