martes, 28 de diciembre de 2021

RETRASO EVOLUTIVO (29 de diciembre de 2021)

 

El Diario Montañés, 29 de diciembre de 2021

Si todo ha ido bien, cuando ustedes lean este artículo estaré recibiendo la tercera dosis de la vacuna. Podría ser algo poco noticiable, por lo habitual, pero no lo es tanto, o al menos no lo es en el caso del cien por cien de la población. Estamos atravesando un tramo de la historia en el que la falsedad de algunos medios sociales se impone a la realidad científica, y como quiera que, según dice la neurocientífica Susana Martínez Conde, «nuestro cableado neuronal responde a las emociones más que a los datos», pues pasa lo que está pasando, que hay terraplanistas convencidos, y que algunos estados americanos están diluyendo las teorías darwinianas bajo la falsa máscara científica del creacionismo.

A las redes sociales, que permiten la opinión de todos sin censura alguna, han entrado a saco los antivacunas. Precisamente para denunciar su conducta, la doctora Laura Tomás López, neumóloga intervencionista, presidenta de la Sociedad Vasco Navarra de Patología Respiratoria y jefa de sección de Neumología de la OSI Araba de Osakidetza, ha recurrido a Twitter. Escribió un tuit que se convirtió en viral, con una expansión tan rápida como la de la variante ómicron (520 comentarios, 10.000 retuits y 32.000 ‘me gusta’, en una sola mañana): «Ayer de guardia, sin dormir, ingresando pacientes COVID en UCRI. 12 de 19 sin vacunar. La más joven, 17 años. Múltiples teorías sobre las vacunas. Ni uno solo me ha dicho que NO cuando les he ofrecido Tocilizumab. Ni una sola pregunta sobre su eficacia o efectos secundarios. Alucino».

Lo dicho, que hoy miércoles me darán el tercer pinchado. Esperaré reflexionando sobre este planeta esférico en el que vivimos, y sobre que algunos de sus habitantes hacen bien no siguiendo a Darwin. De hacerlo, descubrirían que se han quedado rezagados en la inteligencia evolutiva.

martes, 21 de diciembre de 2021

MUJERICIDIO INSOPORTABLE (22 de diciembre de 2021)

 

El Diario Montañés. 22 de diciembre de 2021

Triste final de año. El pasado domingo nos concentramos en Villaescusa para guardar dos minutos de silencio como protesta por el asesinato de Eva Jaular y su hijita, de 40 años y 11 meses, respectivamente. Las dos eran vecinas de mi valle. Las vidas se las truncó con saña un energúmeno cargado de odio y con sentido errado de la posesión. Qué pena da recordar ahora aquella canción de los 90 que cantaba el grupo ‘Platero y tú’. La maté porque era mía, decía, que es la triste certeza que suelen tener estos asesinos. Sus notas andaban por mi cabeza, mientras el viento sur se hacía dueño de los 120 segundos de silencio. Las encinas cercanas de la Peñona volteaban las hojas para mostrar su envés. Un milano surcaba las alturas mirando el panorama de la explanada trasera del edificio del ayuntamiento, donde nos reuníamos unas 400 personas. Si bien es cierto que es lo que debíamos hacer, y no quedarnos parados, no dejaba de preguntarme: ¿servirá para algo?

Estos bárbaros se llevan por delante más de lo que matan. Porque mueren las víctimas, sí, pero también el sufrimiento carcome a los familiares, tanto del muerto como del asesino. No quiero imaginar su desazón. «¿Qué hemos hecho mal?», se preguntarán unos. «¿Para qué habrá venido al mundo ese malnacido?», dirán otros. La sombra de la violencia es alargada: quiebra la vida de los vivos, trae la desdicha a quienes quedan y nubla la sonrisa de todos.

En medio del silencio, además de la canción, rondaba por mi cabeza aquello que dijo Emilia Pardo Bazán de que, aunque todos los asesinatos son reprobables, «el ‘mujericidio’ siempre debiera reprobarse más que el homicidio». Al tiempo pensé en el dogma de la indisolubilidad del matrimonio. Sin duda, eran reflexiones inconexas desde la conmoción.

martes, 14 de diciembre de 2021

EL PELIGRO DE LAS PALABRAS (15 de diciembre de 2021)

 

El Diario Montañés, 16 de diciembre de 2021 (© de la imagen Sergi Bernal)


Este fin de semana visité, guiado por Miguel Ángel Martínez Movilla, las fosas de la Pedraja, en Burgos. Miguel Ángel es un arquitecto que ha dedicado parte de su vida a tratar de encontrar los restos de las personas asesinadas en ese lugar, entre ellos los de su abuelo Rafael Martínez, que quizá fuera el último que vio con vida en la cárcel de Briviesca al maestro catalán Antonio Benaiges, al que prestó su camisa, pues el docente la tenía destrozada tras haber sufrido una paliza. Desenterrar el olvido le ha costado la incomprensión de muchos. «Algunos se han acordado de su padre cuando había subvenciones para encontrarlo», espetó un conocido político en la cadena televisiva de la Conferencia Episcopal. Sus palabras traspasaron todas las líneas para adentrarse sin fisuras en la hostilidad. Miguel Ángel, como tantos otros, las recibió con dolor, pero siguió adelante, guiado por su espíritu sereno y su condición conciliadora. Tras muchas catas infructuosas, en 2010 encontró un par de fosas en las que aparecieron los restos de 135 fusilados. Con la suerte de haber podido identificar los de su abuelo Rafael, tras las pruebas de ADN.

Fernando Martínez López secretario de Estado de Memoria Democrática –cuya ley, según escribía ayer el obispo don Manuel Sánchez Monge, pretende, junto con otras que citaba vinculadas, «sustituir el orden social basado en los fundamentos cristianos»– recomienda a quienes quieren que el silencio permanezca enterrado que vayan a pie de fosa «porque entonces cambiarán de opinión». Nosotros no necesitábamos cambiarla, pero allí reafirmamos nuestras certezas. Lástima que aquel momento de recogimiento lo rompiera un cazador que cuidaba la seguridad de una cacería cercana, que nos dijo, entre advertencia y amenaza: «¿Queréis seguir aquí para que os metamos un tiro?».

Vengan de donde vengan, hay palabras que hieren como balas.


martes, 7 de diciembre de 2021

LAS MOSCAS (8 de diciembre de 2021)

 


El Diario Montañés, 8 de diciembre de 2021

Don Julio, mi maestro en la edad temprana, solía decirnos que nos distraíamos hasta con las moscas. Sabemos que en la escuela de Antonio Machado también las había, y que las perseguían por amor de lo que vuela. Muchos años después, esas moscas vulgares le hicieron evocar todas las cosas en un sencillo poema. Porque evocadoras son, y pasatiempo inestimable en los momentos de tedio que se dan en algunos despachos, como relata Augusto Monterroso en un celebrado cuento sobre un funcionario, «cansadón» de no hacer nada, que perseguía las acrobacias del insecto, y que el gran fabulador dedica con ironía a la memoria de los hermanos Wright. Serapio, que como don Julio el maestro era tío político mío, llamaba «canonjías» a esos puestos de trabajo en los que tanto abundan los tiempos muertos. Él me descubrió, en la edad madura, el vocablo, que la Real Academia define en su segunda acepción como «empleo de poco trabajo y bastante provecho». Es decir, con elevada nómina a fin de mes.

Dado el hábito cachazudo que suele ser común en quienes trabajan en tales puestos privilegiados –atletas del descanso y de ausencia precisa cuando son más necesarios–, resulta poco aconsejable dejar en sus manos ciertas responsabilidades organizativas, pues por su desentreno en la actividad diaria –¡cuánto daño están haciendo las oficinas virtuales!– son capaces de deslucir cualquier acto que de ellos dependa.

Por suerte, al día siguiente los medios de comunicación suelen ser respetuosos y pasan de puntillas sobre los fiascos sin hacer sangre. De ese modo pueden leer las noticias con relajada parsimonia y con la satisfacción íntima del deber cumplido, mientras miran disimuladamente el reloj en espera del paréntesis imperioso del café matinal. Algunas moscas, zanganeando por los cristales, parecen estar allí para distraer el predecible hastío del mediodía.