martes, 25 de enero de 2022

VENTANAS, PUERTAS Y MUROS (26 de enero de 2022)

 

El Diario Montañés, 26 de enero de 2022


José Ortega y Gasset tenía la capacidad de hablar de las cosas complejas con sencillez, a la vez que podía atribuirles a los objetos más sencillos características complejas. Le dedicó al marco (esa simple pieza que rodea a un cuadro) una larga reflexión, en la que lo comparaba con una ventana, para luego añadir que «un rincón de ciudad o paisaje, visto al través del recuadro de la ventana, parece desintegrarse de la realidad y adquirir una extraña palpitación de ideal». ¿Creen ustedes que quienes han colocado esas ventanas absurdas en un par de paisajes cántabros lo han hecho para que las vistas adquieran esa «extraña palpitación ideal»? Yo, tampoco. Más bien sospecho que se debe a una de esas ocurrencias que alguien tuvo un buen día e hicieron fortuna. Lo que sucedió con la multiplicación de rotondas en las ciudades.

Ponerle ventanas al campo parece tan absurdo como ponerle puertas, aunque fuera posible cerrarlas para evitar la entrada del viento del norte, que además del frío que siempre aportaba, puede traernos ahora, según barrunta nuestro presidente, partículas víricas de los vecinos. Y mira que nos gustaba la reciedumbre que traía ese aire, cuando cantábamos a pleno pulmón lo de «tengo la fuerza del viento del norte / y esa bravura que viene del mar», canción que colocan algunos por delante de nuestro himno regional.

Si el ‘coronabicho’ viene con el viento, no lo frenarán muros ni concertinas, aunque nos aseguren desde el Puerto de Santander que la «experiencia acumulada» en la «lucha» contra los «intrusos» las señala como el mejor método de defensa. (Acaso por eso, el día en que lo leí vino a mi cabeza el fragmento de una canción de Joaquín Carbonell: «Hoy la patria es un corral para canallas, / Jesucristo, un cabrón que pide asilo»).

martes, 18 de enero de 2022

EL EMPERADOR Y LA CARNE (19 de enero de 2022)

 

El Diario Montañés, 19 de enero de 2022


Las crónicas aseguran que Carlos V celebró varias veces su propio funeral, introducido en un féretro y vestido con el ajuar que quería lucir en la otra vida. Era previsor el emperador melancólico, que se había retirado a Yuste ostentando el máximo poder, gobernador de un imperio donde no se ponía el sol.

En Cantabria, como se ha encargado de resaltar estos días la prensa nacional, tenemos un caso semejante, el de Eduardo Lera, que no celebró el suyo, pero anunció su propia muerte tras haber recibido cuarenta y cinco balazos –ni más, ni menos– de tres narcotraficantes de Chiapas. Aunque, según se dice, no lo hizo para retirarse sino para evitar el requerimiento de un juzgado y reaparecer, amparado en el olvido, en la formación política ‘Palencia Existe’. El problema fue que, aunque la memoria colectiva es de una brevedad insoportable, las redes están al alcance de todos y guardan las informaciones para siempre. Y en ellas estaba plasmado el historial nebuloso del lebaniego, que fue apartado ‘ipso facto’ de la campaña política de Castilla y León. Una pena, porque ya no podrá retratarse entre vacas, ovejas, cerdos campestres (con perdón) o tractores, que es lo que se lleva ahora en un discurso político construido desde el reduccionismo de los mensajes tuiteros.

Siguen refiriendo las crónicas que el emperador Carlos en su retiro cacereño engullía carne con avidez. Y eso es algo que falta en la campaña castellana, porque, aunque se hable mucho de su calidad, los políticos se conforman con contemplar a los animales correteando libres y felices. La campaña merecería la presencia de alguien que emulara al exministro Arias Cañete, que no se hartaba de consumir carne roja en público cuando el asunto de las vacas locas. En ese espacio podría haber encontrado un resquicio nuestro paisano.

martes, 11 de enero de 2022

A VUELTAS CON LA CARNE (12 de enero de 2022)


 El Diario Montañés, 12 de enero de 2022

La duda suele ser buen camino para acercarse a la verdad. Solo las creencias religiosas transitan por supuestos incuestionables. Esa es la fe. El problema radica cuando los partidos políticos escriben sus propios catecismos –«libros de instrucción elemental»– para distribuirlos a diario entre sus representantes provinciales, con la intención de que memoricen los preceptos y los repitan multiplicados, sin discusión. Esta semana tirios y troyanos han atacado al ministro Garzón por decir una verdad de Perogrullo: que las macrogranjas no son beneficiosas ni para los animales, ni para los ganaderos, ni para los consumidores, ni para el medio ambiente, y que, además, la carne que producen no es precisamente de la mejor calidad. «En el ámbito de la ganadería –añadió–, se deberían promover sistemas productivos extensivos para aprovechar los recursos del ecosistema, con razas autóctonas que están mejor adaptadas al territorio, y hacer un uso más eficiente de los recursos». Y casualmente quienes se han lanzado a degüello contra él son responsables políticos que tienen bajo su competencia la custodia de las carnes de Denominación de Origen Protegida, que son aquellas «cuya calidad o características se deben al medio geográfico, con sus factores naturales y humanos, y cuya producción, transformación y elaboración se realizan en la zona de la que toman el nombre».

Me he documentado. En España, en cuanto al sector bovino, son las carnes de vaca de Ávila, Cantabria, Sierra de Guadarrama, Morucha de Salamanca y vacuno del País Vasco; y las de ternera asturiana, de Aliste, de Extremadura, Gallega, Navarra y de los Pirineos Catalanes. Tomen nota los voceros.

Personalmente tengo escasas certezas, pero intento defenderme, documentándome, de quien mantiene las suyas a machamartillo. Si me falla la información, prefiero, como Krahe, caminar con una duda antes que con un mal axioma.

No sigo catecismos políticos.

miércoles, 5 de enero de 2022

AÑO NUEVO CON FUEGO (5 de enero de 2022)

 

El Diario Montañés, 5 de enero de 2022

Nos mostrábamos satisfechos. Los cántabros habíamos superado el fin de año con ligeras incidencias: algunos locales abiertos ilegalmente, en los que bebían alcohol y tomaban droga unos cuantos menores; restos de los botellones, abandonados en bolsas para desesperación de los barrenderos; descerebrados sin luces que grababan sus escaladas por los árboles luminosos metálicos, que tanto han proliferado por las plazas de la ciudad al calor de la moda publicitaria; golpes y magulladuras por peleas y agresiones en las urgencias hospitalarias… Todo ello poca cosa, si lo comparábamos con lo que sucedió en Barcelona, donde, pese a la prohibición de celebrar fiestas ilegales, los agentes de la policía local encontraron en una vivienda «entre 50 y 70 personas, sin contar con otras que había en un piso de arriba “practicando sexo”». Este vago margen numérico que refiere la autoridad es comprensible, puesto que contabilizar cuerpos en posiciones tan promiscuas, como las que supuestamente tendrían los presuntos implicados, puede resultar embarazoso; eso por no hablar de lo comprometido de cada situación particular, generalmente compuesta por varios individuos enlazados. Ni siquiera bastaría con que los agentes advirtieran con firmeza –en castellano o catalán, que sobre eso nada ha trascendido– que fueran deshaciendo rápidamente los combinados carnales y poniéndose contra la pared, porque los partícipes no iban a entenderlo: «todos eran americanos, con prostitutas», que querían dar la bienvenida al 2022 practicando coyundas múltiples, cíclicas y, si el cuerpo aguantaba, recurrentes.

Y cuando casi éramos felices con nuestros nimios sucesos, hete aquí que han aparecido –también múltiples, cíclicos y recurrentes– los pirómanos que sufrimos en Cantabria. Su fogosidad es bien distinta. Va unida siempre al viento sur y al fuego con que destruyen flora y fauna. Son terroristas, tan tercos como cobardes… Ellos también han querido saludar el año jodiendo. Pero jodiéndonos a todos.