martes, 31 de octubre de 2023

DESENTERRAR SIN RUIDO (1 de noviembre de 2023)

 

El Diario Montañés, 1 de noviembre de 2023 (foto DM)

Tengo una edad en la que ocupo las posiciones más avanzadas en las trincheras de la batalla por la vida. Suenan cerca las balas. Quizá por eso realizo actividades hasta hace poco inimaginables. «No puedo ir al cementerio, pero no debemos dejar en el olvido a nuestros antepasados», me dijo mi madre cuando la vejez le impedía acudir a ella. Los tres últimos años, cada primero de noviembre, acompañado por Lines, adecentamos los nichos y aprovecho para cavilar sobre esos familiares a los que apenas atisbé de niño, y cuyos restos, no incinerados, reposan en los camposantos.

En el de Villanueva, entre otros ascendientes, están Jesús Herrán Vega (mi abuelo Jesusón) y Jesús Herrán Merecilla (mi tío-abuelo Jesusín). De izquierdas, el primero; de derechas, el segundo. Por azares del destino, ambos primos se convirtieron también en cuñados y convivieron durante toda la vida trabajando en la panadería familiar. Mi abuelo Jesusón aparece en dos denuncias del Portal de Víctimas de la Guerra Civil y Represaliados del Franquismo: en una, por «contribuir con una cantidad en metálico a favor de la fiesta de la República» y en otra, por ser «propuesto por el Frente Popular de Izquierdas para Gestor Municipal de la Junta Vecinal de Villanueva». Me consta que ninguna de esas delaciones las realizó Jesusín, como tampoco lo denunció cuando Jesusón le propinó tal puñetazo en una discusión que, según me refiere Joaquín Leguina (también Herrán), lo lanzó al otro lado del mostrador de la panadería. Jesusín tenía una pistola en casa. Ni siquiera se le pasó por la cabeza amenazarle con ella. Ambos se retiraron la palabra y compartieron el mutismo hasta la muerte. Fueron un espejo fiel de la coexistencia difícil, pero posible, de las dos Españas.

Una coexistencia que no debería peligrar ahora, aunque desenterremos el silencio.

jueves, 26 de octubre de 2023

OPINAR CON RESPETO (26 de octubre de 2023)

 

El Diario Montañés, 26 de octubre de 2023

Escribir de manera critica no debería servir para minusvalorar o insultar al criticado. Quizá no sea la persona más indicada para dar consejos a los articulistas de opinión, pero puedo ofrecerles alguna pauta que utilizo para redactar con mano de hierro enfundada en guante de seda. Porque en estos tiempos en que tanto hablamos de concordia, deberíamos desistir de los textos agresivos, más si se tiene en cuenta que la elegancia literaria ofrece soluciones para salir triunfantes de situaciones delicadas. En verdad resulta ofensivo redactar cada frase contra el otro como si fuera un cóctel molotov. En eso era maestro Quevedo, a quien seguimos leyendo con una sonrisa cuatrocientos años más tarde porque no somos Góngora.

La prensa, en general, y la escrita, en particular, prefiere apretarse los machos frente un taco inocente más que ante palabras que pueden resultar ofensivas. «Escribes muy bien», me dijo en una ocasión Mercedes Mendoza, «pero no me gustan las palabrotas que sueles dejar caer en tus artículos». Total, por algún ‘joder’ o ‘coño’ que utilizo muy de tarde en tarde, porque estimo que hacen menos daño que otros vocablos que hieren como balas.

Regreso a Quevedo. Ofrezco, como aguja de navegar prudentes, para todo aquel que quisiere ser articulista crítico, a la par que respetuoso, unos pocos términos que aconsejo evitar en los textos de opinión: antipatriota, borrego, progre, troglodita, canallesco o chaquetero; desvergonzado, intolerante, parásito, cerril, necio o florero; farsante, felón, usurpador, cacique, feminazi, okupa o filibustero; traidor, fraudulento, mentiroso, ignorante, inepto o pesebrero.

Hay muchos más, sin duda. En especial todos los que combinan a las mil maravillas con mierda o caca. Pero con solo seguir este abecé, se puede alcanzar sin gran esfuerzo un tono cortés y no perder por ello un ápice de mordacidad.

No es tan difícil. ¡Jolines!

martes, 17 de octubre de 2023

A VUELTAS CON LA SANIDAD (18 de octubre de 2023)


 El Diario Montañés, 18 de octubre de 2023. © fotografía Diario Montañés

Los problemas de la sanidad regional son muchos, pero, como los mandamientos, gran parte pueden resumirse en uno: los responsables del Servicio Cántabro de Salud –no importa su signo político– lo gestionan con vicios más propios de los peores empresarios. En el caso de la atención primaria, proclaman a los cuatro vientos que los jóvenes no quieren cubrir las plazas MIR, culpándolos de la carencia de profesionales de esa especialidad. No hablan de los contratos temporales que anulan cualquier motivación para formarse en los medios rurales: «No renuncias a ir a un pueblo remoto si obtienes estabilidad (un cupo de pacientes), lo que te echa atrás es cambiar cada día de lugar y de pacientes; cuando terminas el MIR solo tienes las salidas de Urgencias hospitalarias, de atención primaria –SUAP– o las sustituciones, hoy aquí, mañana allá».

Esta situación queda confirmada en las declaraciones de José Antonio Lobo, médico jubilado que sigue trabajando a jornada completa en Rubayo, en un informe de este periódico sobre los médicos de familia acogidos a la jubilación activa: «Faltan los que nosotros provocamos: porque muchos se quedan a trabajar en Urgencias del hospital y a otros no se les oferta un cupo en un centro de salud que les dé estabilidad, sino contratos para rotar en los SUAP». Lo conocía «de primera mano» porque su propio hijo se fue a otra comunidad «donde sí encontró lo que en Cantabria no supieron ofrecerle». ¡Menudo contrasentido! Hacemos posible que siga trabajando un padre jubilado, pero somos incapaces de ofrecerle al hijo un trabajo digno.

Si además el nuevo consejero apunta a una sanidad ‘business’, «o te pones a la cola, o copago», es como para temblar. Aunque se excusara al día siguiente: «No estuve acertado, me equivoqué y pido disculpas».

Muy sospechoso en quien tanto medita.


martes, 10 de octubre de 2023

EL PRC EN SU LABERINTO (11 de octubre de 2023)

 

El Diario Montañés, 11 de octubre de 2023

Parece que a los regionalistas se les está volviendo en contra el acuerdo de investidura con el PP. Habían quedado casi noqueados por los resultados electorales, y en plena cuenta arbitral –no recuperados del golpe, aturdidos y tambaleantes– dieron en abrazarse a los populares, «a cambio de nada», para no caer de bruces en la lona. Fue en ese momento de escasa clarividencia cuando firmaron el compromiso que le permitía a Buruaga alcanzar el gobierno en solitario, sin necesidad de tener que contar con Vox.

Parecía un ejercicio de responsabilidad, pero hasta ahora no ha dado ningún resultado porque Vox sigue ahí, presente, cual dinosaurio de Monterroso, defendiendo un ayer al que Buruaga y los suyos no le hacen muchos ascos. Por eso parece que el PP solo echará mano del partido de Revilla en momentos puntuales. Primero, PP y Vox unieron sus votos para derogar la Ley de Memoria Democrática, en cuya redacción tuvo bastante que ver el PRC. Después, Vox apoyará, con total seguridad, la reforma fiscal del PP, pese a que se les quede corta –a los regionalistas les parece inoportuna y dicen que «solo beneficiará a los ricos»–. Ahora, Vox ha registrado una proposición para implantar el pin parental en Cantabria y «poner fin al adoctrinamiento promovido desde las aulas» –recelando de la enseñanza pública y apuntando peligrosamente a dos institutos regionales–: la coyuntura obligará al PP a explicar su posición, dependiendo de la cual puede dejar de nuevo al PRC con el culo al aire.

Aunque quizá termine acostumbrándose y tales circunstancias no le perturben demasiado. El lunes acaba de votar junto con los dos partidos de la derecha para modificar una ley del suelo que ellos mismos habían aprobado con el PSC hace apenas un año.

Es como si aún siguiesen tocados.

martes, 3 de octubre de 2023

PARA QUE NO SUPURE (4 de septiembre de 2023)

 

El Diario Montañés, 4 de septiembre de 2023

Parafraseando a Dürrenmatt, tener que demostrar lo evidente es propio de estos tiempos que cogen el rábano por las hojas, aunque la raíz permanezca bajo tierra. Porque parece evidente que deberían salir del olvido, sin estridencias, pero con justicia, las víctimas de la guerra civil que siguen enterradas en las fosas del odio. El falso mensaje de que hay cosas que no le interesan a nadie y es mejor dejarlas como están ha calado en nosotros cual gota china hasta conducirnos al silencio de los corderos. Favoreciendo ese movimiento de inmovilidad, VOX y PP se han puesto de acuerdo en nuestro parlamento regional para derogar la Ley de Memoria Histórica y Democrática. De raza le viene al galgo. No conviene olvidar que Rafael Hernando dijo en su día que algunos solo se acordaban de su padre «cuando había subvenciones para encontrarlo», ni que Mariano Rajoy empleó «cero euros» en la aplicación de la ley de memoria. Con respecto a la nuestra, Leticia Díaz pidió su extinción asegurando que «es una ley de revancha, que omite a una parte de las víctimas». Íñigo Fernández aseguró que es «parcial, sectaria, caprichosa» y fue desarrollada para «enfrentar a los cántabros».

Es como si jugaran con los muertos, repartiéndolos en los platillos de una balanza para equilibrar las atrocidades, aunque, como dice José Antonio Abella en su novela ‘Aquel mar que nunca vimos’, la realidad es que «todas las víctimas están en el mismo platillo. En el otro están la barbarie, la intransigencia, la ignorancia, el resentimiento, la pura maldad…».

La consejera de Cultura ha querido poner un parche en la herida asegurando que se mantendrán las exhumaciones de víctimas. Ojalá que ese parche sea suficiente. Sabemos por experiencia que una herida solo se cura tras abrirla y limpiarla bien. Si no, siempre supura.