martes, 30 de junio de 2020

LAS MASCARILLAS (1 de julio de 2020)



El Diario Montañés, 1 de julio de 2020

Sabemos que la abundancia y la escasez son cíclicas: ni la felicidad es eterna ni hay mal que cien años dure. Viene esto a cuento por el discutido asunto de las mascarillas, en el que hemos pasado de manufacturarlas por su carencia –hubo un tiempo en que esperábamos con nerviosismo la llegada de las llamadas «revilletas», muy poco vistas después–, a tenerlas disponibles para cualquier gusto y estilo. El que en principio fue atavío protector, es ya artículo de diseño. La mascarilla más común es de color azul claro, de un solo uso –aunque de tanto utilizarla termina haciendo bolas e hilillos–, pero las hay de toda condición: escuetas cual tangas, que tapan lo imprescindible, apenas boca y nariz; caseras –grandes como la braga-faja de Bridget Jones–, que alcanzan hasta los ojos y suelen tener humedad o marcas negras de rímel por la zona próxima a los lacrimales; con válvula, que protegen a quienes las portan y no al resto, indicadas para usar como cofia si se coloca la espita en lo más alto, cual pompón (de tal guisa se la he visto a una señora de edad en una cafetería); las hay de diseño, con color oscuro y bandera patria en un lateral, o con lábaro, o con multicolores arcoíris… El catálogo es inabarcable. Se regalan en los mítines políticos para que los fieles muestren el color de su voto, y se entregan con la prensa deportiva con la pretensión de que los forofos multipliquen los colores de su equipo. La prenda ha pasado de proteger y cubrir a su portador, a mostrar sin reparo la ideología de cada cual. Y, por supuesto, también sirve para que algunos –los hay– presuman de la libertad de no usarla. Tontos integrales que confunden el culo con las témporas. 

martes, 23 de junio de 2020

SIN PISAR A NADIE (24 de junio de 2020)



El Diario Montañés, 24 de junio de 2020

Llegó el verano, puntual, y trajo la nueva normalidad que a muchos no nos lo parece tanto, aunque se repitan las situaciones. Regresan las temperaturas altas, suaves en el norte, altas de verdad más abajo; vuelven las derrotas del representativo, camino a la perdición de la llamada eufemísticamente segunda B, que es la tercera; se repiten las quejas de Revilla, amenazando con no tolerar la actitud hostil de Madrid, que niega lo que debe. Es el pan nuestro de cada día. Poco le importan al fuerte los que son más débiles que él. Las reivindicaciones de Revilla –las de todos los cántabros– caen en saco roto; como en saco descosido caen las del mundillo de la cultura en su gobierno, aunque nadie le haya amenazado todavía con no tolerar tal actitud de desprecio que, más que hostil, ignora. Suele pasar. Se dice que unos viven de las subvenciones mientras otros las reciben copiosas por su fama de ser el motor –gasolina, gasoil o eléctrico– de la economía nacional: empresarios que parece que nunca piden nada porque siempre se lo dan. El pez grande se come al chico, como el tigre de Cabárceno se comió la mascarilla de algún desaprensivo que, además de chetos y patatas, la lanzó, o se le cayó sin querer –vaya usted a saber–, porque todos la llevamos colocada de cualquier manera. La nueva normalidad llega –ya se ve– con las anormalidades de siempre, aunque el mundillo cultural tiene la esperanza de reencontrarse esta semana con el público lector en la feria del libro de Torrelavega. ¿La apoyarán Revilla o Zuloaga con sus presencias? No lo sabemos. Solo tenemos la certeza de que no se regalará vales turísticos con cada compra. Así no perjudicaremos al cercano zoológico de Santillana. Es conveniente progresar sin pisar a nadie.

miércoles, 17 de junio de 2020

ECONOMÍA Y PRUDENCIA (17 de junio de 2020)



El Diario Montañés, 17 de junio de 2020

No suelen ir de la mano prudencia y economía. La primera toma su tiempo en cada decisión, la segunda se la juega con la duda; por eso ambas han estado midiendo sus fuerzas durante este confinamiento. Calculan quienes de esto saben que una semana con las fronteras cerradas le cuesta al turismo regional cerca de dieciocho millones de euros, de los que aproximadamente cuatro y medio los aportan los vascos. Es lo que ha llevado a Revilla a soñar con la apertura ilimitada de la frontera del este, esa a la que se refirió como «la muga». Pero tiene la sospecha de que el personal de uno y otro lado quizá no se comporta de manera responsable (algunos del lado de allá nunca han dejado de pasar a este, y algunos camareros de este, aun viviendo del sector servicios, en más casos de los deseables utilizan las mascarillas como barbuquejos, mientras aclaran al cercano y desprotegido comensal las dudas que genera una carta que ofrecen en papel multiuso). Por eso, cuando el flujo transcurra libre, ha manifestado el presidente que tanto Urkullu como él tendrán que «sensibilizar» a los ciudadanos sobre la importancia de ser rigurosos en el respeto a las normas, «para que no haya necesidad de que tengamos que arrepentirnos de esto que vamos a hacer».

Margarita del Val, experta viróloga que nos mete el miedo en el cuerpo con cada una de sus declaraciones, ha dicho que acaso la segunda oleada del virus se adelante a julio, coincidiendo con la movilidad, porque el bicho todavía sigue ahí. Habrá, pues, que ser rigurosos, no bajar la guardia y subir la mascarilla a su lugar. Así caminarán de la mano prudencia y economía. Porque en situación tan grave como esta no sirve lo de «arrepentidos los quiere el Señor».

miércoles, 10 de junio de 2020

ABRIR LA MUGA (10 de junio de 2020)



El Diario Montañés, 10 de junio de 2020

José María Aznar tiene un don para las lenguas. Lo mismo habla catalán en la intimidad que pronuncia frases españolas con acento tejano. «Estamos trabajando en ello», dijo con soltura tras tratar con un socio de conveniencia. Revilla, acaso imitándolo, nos ha sorprendido con un sustantivo que, aunque quienes de esto saben dicen que tiene etimología indoeuropea, otros consideran que, por la apropiación que da el uso, proviene del euskera: «Nos tienen que autorizar a abrir la ‘muga’ –ha dicho–. No hay dos territorios en España con más relación […] humanamente somos casi lo mismo». Dejando a un lado el siempre divertido asunto de la identidad sanguínea, el presidente sabe que salvar el verano cántabro depende en gran parte de nuestros socios del este. Los del oeste tendrán que esperar porque, en cuanto a turismo se refiere, reciben más que dan. Por eso se ha unido a Urkullu para «abrir la muga», socio de utilidad en tiempos revueltos.

Rafael Bengoa, vasco nacido en Caracas, conoce bien la sanidad pública y sus problemas. Acaba de declarar, refiriéndose al coronavirus, que las noticias repetidas de que ya hay menos muertos pueden relajar nuestro comportamiento y hacernos bajar la guardia al creer que el riesgo también ha bajado, cuando en realidad no lo ha hecho. Aunque haya libertad de movimientos fronterizos, debemos seguir actuando con prudencia.

«Ésta es su casa», ha dicho Revilla refiriéndose a los vascos. Bienvenidos a nuestra tierruca, pródiga en bares y locales de ocio, que vamos a abrir en esta fase tres con condiciones menos restrictivas que en las anteriores.

La cultura, salvo que sirva de reclamo turístico, irá despacio. Representa más peligro un público cultural, respetando la separación, que el que se apiña en playas o terrazas. Porque para algunos la cultura es más dañina que una cerveza.

lunes, 1 de junio de 2020

FARO Y GUÍA (3 de junio de 2020)



El Diario Montañés, 3 de junio de 2020

Estamos recuperando en fases la España de charanga y pandereta. La salida del confinamiento ha sido en tropel, primero hacia el deporte, luego hacia las terrazas y ahora en dirección a las playas, pasando por las manifestaciones de quienes antes nunca se manifestaban. Es como si todo hubiera pasado y regresáramos a la anormalidad. Atrás quedaron lecturas –aseguran que las hubo–, canciones, series, películas… Atrás, aplausos a los sanitarios. Toca despedir como todos los años a los MIR de Valdecilla, esta vez con agradecimiento doble por todo lo que han arriesgado en la crisis, ejército que frenó con su cuerpo principiante la primera oleada mortal del virus. Ellos nos han salvado mientras aprendían de sus superiores, que tampoco se quedaron atrás. 
Por eso hemos recuperado la falsa seguridad y volvemos a consumir de todo, aunque sea un poco. Hace unos cuantos años sonaba una canción –de escaso éxito– que decía aquello de «rezan las leyes básicas, de una curiosa ética, que el hombre es una máquina, consumidora intrépida». Y esa máquina, para satisfacción de la economía, ha vuelto a ponerse en marcha incluso en ámbitos culturales. Por eso el consumo cultural resurge en nuestra región. Nos espera en conciertos a medida, en cuevas, en museos... Y es posible que hasta en faros en color, donde las tonalidades pastel y crema combinen en perfecta deconstrucción geométrica de historias imposibles. ¿Imaginan el faro de Ajo, carrusel multicolor, con asientos de cadenas colgantes cual tiovivo panorámico, para contemplar desde ellos la costa? El litoral, trufado de arte, sería una de las mejores atracciones de nuestro parque temático regional. Y podríamos hacer promociones comerciales y turísticas con farillos polícromos: pines de solapa, al alcance de todos, o la versión superior en oro y brillantes, para los menos. 
La cultura contraataca. Aunque sin norte.