martes, 30 de noviembre de 2021

EL PESO DE LA MELANCOLÍA (1 de diciembre de 2021)

 

El Diario Montañés, 1 de diciembre de 2021

El lento discurrir del domingo, lluvioso en lo meterológico y triste en cuanto a noticias, abruma el ánimo. El sopor de la tarde, la calidez de la calefacción central y las películas dulzonas de la 1 o de Antena 3 –con paisajes maravillosos, guiones ñoños y actrices y actores maduros (¡qué bien que puedan seguir trabajando!)– disponen el ánimo hacia la melancolía, que dicen quienes de esto entienden que es la actitud necesaria para la reflexión. Y reflexiono. Y deduzco que estoy viendo caer cada vez más cerca las bombas de la muerte, y que los peligros de las enfermedades silban por cada esquina para intentar cortarle las alas al futuro. La vida, con el paso del tiempo, se nos llena de ausencias y amenazas. Hemos nacido para morir, es cierto, pero hay ocasiones en que la muerte se apresura demasiado, porque de algunas personas todavía necesitábamos la luz de su visión, el aliento de su ejemplo y la calidez de su cercanía (¡Ay, Almudena! ¡Ay, Lola!).

Llueve en el exterior. Graniza, incluso. Es tiempo «aciánago», por esa tristeza húmeda que todo lo empantana. El virus, que no quiere ser menos, nos intimida con nuevas mutaciones porque ha estado campando a sus anchas por los países pobres, sin apenas vacunas, obligadas sus gentes al negacionismo forzoso del que presumen los irresponsables en esta parte más próspera del mundo. Luego querremos ponerles barreras fronterizas –lástima que no puedan erigirse en piedra, dirán– para que no expandan el bicho por nuestra zona de confort.

Cuánto añoro aquellos tiempos de luminosidad juvenil, porque en la edad madura pesa como una piedra la larga noche que comienza a las seis de la tarde. Y me hace sospechar, como a Celso Emilio Ferreiro, que los corazones de algunos hombres también pueden estar hechos de piedra.

 

martes, 23 de noviembre de 2021

LA SEXTA OLA (24 de noviembre de 2021)

 

El Diario Montañés, 24 de noviembre de 2021

En las circunstancias actuales, sin ser excesivamente pesimista, parece que la situación real de la pandemia no está para tirar cohetes. Tendríamos que haber aprendido de la experiencia de olas anteriores, cuando quienes mejores datos tuvieron al principio no fueron luego los que mejor terminaron. El ejemplo de Asturias es paradigmático: cuando se produjo el primer embate, la región vecina presumió de haber sido pionera en recomendar a los ciudadanos medidas sencillas de profilaxis: «lavado de manos, utilización de pañuelos desechables y saludos con el codo». El bajo porcentaje que tuvo la epidemia en la zona asombró a todos. Los noticieros nacionales y de medio mundo se hicieron eco de lo que llamaban «el milagro asturiano». Como consecuencia, en los meses de verano de 2020 la comunidad fue «el oasis» que buscó la gente para el descanso estival, pero a los pocos meses se convirtió en líder de contagios y hubo que cerrar la región e instaurar el toque de queda. «Se cantó victoria muy pronto, y el verano con los turistas fue una puerta de entrada al virus», dijeron los expertos.

Ahora, con la vacunación extendida a gran parte de la población nacional y con los buenos datos que ha habido hasta hace bien poco, hemos vuelto a relajarnos. Regresan los abrazos y los besos, tan añorados. Regresan las reuniones sociales, tan necesarias. Y ha regresado, como era de esperar, esa actitud muy humana del olvido. El problema es que también ha vuelto el frío, que nos ha obligado a relacionarnos en ambientes cerrados.

No deseo parecer pesimista, repito. La ciencia está de nuestro lado para mejorar la situación. Es nuestra aliada. Pero lo tiene complicado si no la acompañamos en esta batalla, que es de todos, contra «el general olvido». Peligroso estratega que consigue que rehuyamos la realidad.


martes, 16 de noviembre de 2021

PERIODISTA DE RAZA (17 de noviembre de 2021)


 El Diario Montañés, 17 de noviembre de 2021

Cuando leyó el artículo de Genaro, quedó contento. El chico apuntaba maneras de buen periodista. Había seguido sus indicaciones al pie de la letra, transmitiendo las consecuencias del posible apagón del que tanto se hablaba últimamente, pero no sus causas, prescindibles para el lector medio. Además, le había recomendado no difundir sospechas sobre nuestra sociedad capitalista, capaz de autoabastecerse, salvo en casos puntuales. Y la idea de relacionar en la edición digital del periódico los artículos que era necesario comprar con los comercios que los vendían, le resultó fascinante (los anunciantes lo agradecerían, sin duda). Genaro había hecho un trabajo ágil, de los que se puede leer en menos de diez minutos. Un escrito que transmitía el miedo a perder las comodidades que nos proporciona esta sociedad. Tras leerlo, cualquiera estaría dispuesto a pagar lo que fuera necesario con tal de darle al interruptor y obtener luz y calor. Porque solo se descubre el valor de las cosas cuando las pierdes.

Es cierto que Genaro en su investigación había recurrido a Google, a películas apocalípticas y al lejano recuerdo de los campamentos juveniles, pero su recomendación de comprar un kit de supervivencia (alimentos no perecederos, linternas, velas, mecheros, cerillas, transistores, hornillos, estufas de gas, bombonas, pilas, generadores…) había calado hondo en la sociedad. Un ejemplo palpable de que lo ligero puede resultar edificante, porque a los artículos de prensa les sucede lo que a los discursos: fray Junípero decía que los breves mueven el corazón y los extensos, el culo.

También el director se mostró satisfecho cuando comenzó a leer la investigación que le había pedido sobre las complicaciones de la próstata. «Según la universidad de Harvard, eyacular al menos veintiún veces al mes reduce considerablemente el riesgo de cáncer de próstata». Un titular jugoso. Satisfactorio. De periodista de raza.

martes, 9 de noviembre de 2021

CONTAR HASTA DIEZ (10 de noviembre de 2021)

 

El Diario Montañés, 10 de noviembre de 2021

La policía calcula que en las zonas de ocio nocturno la conflictividad ha crecido un 30%. Son habituales las peleas de fin de semana, a las que algunos acuden con armas blancas que en la madrugada de alcohol y drogas hieren más que las palabras. Parece que de la pandemia estamos saliendo peor que entramos, como esos perros que se desenfrenan cuando los sueltan tras estar atados largo tiempo y en sus primeras carreras dan rienda suelta a su mal entendida libertad. Dicen estudios amparados en el sentido común que son los padres quienes deben ejercer «la autoridad desde el afecto y el amor, estableciendo límites y normas constantes y coherentes» y trasmitiéndolos con su propia actitud. Pero algo debe de estar fallando en una sociedad que se ha olvidado de contar hasta diez antes de actuar, confundiendo la velocidad con el tocino.

También la lluvia se ha desatado esta semana. Y no lo ha hecho lloviendo sobre mojado sino sobre las hojas del otoño que cegaban los imbornales por falta de limpieza, provocando inundaciones. El agua, que tiene más memoria que nosotros y siempre ha estado ahí, es tozuda a la hora de reclamar cauces antiguos. Más temprano que tarde, apoyada en el cambio climático, ocupará el terreno que le hemos ido hurtando. Y no le pedirá perdón a nadie, a diferencia del alcalde de Castañeda, que en un comunicado en las redes sociales se disculpa porque perdió el control cuando «mentó a la madre» del concejal socialista en un pleno, llevado por su carácter «un tanto levantisco» y porque la paciencia no es una de sus virtudes. Aunque previsor sí que parece: antes de ver inundada la bolera de Villabáñez por las malas hierbas, prefirió nivelarla con el entorno a base de hormigón. Ahí tampoco contó hasta diez.

martes, 2 de noviembre de 2021

NATIVOS LECTORES (3 de noviembre de 2021)

 

El Diario Montañés. 3 de noviembre de 2021

Tras superar la Historia Sagrada de la Enciclopedia de Álvarez, llena de venganzas y castigos –imposible olvidar el ojo triangular de Dios, que todo lo veía, preguntarle retóricamente a Caín tras haber matado a Abel: «Caín, ¿qué has hecho?»–, pasábamos a la Geometría. Se nos iba la mayor parte del tiempo en sumar los lados de los polígonos para calcular su perímetro, multiplicarlo por el apotema, dividirlo por dos y hallar así su área. Era nuestra particular esperanza de aprender a calcular en un futuro superficies de terreno que soñábamos tener en propiedad (¡ilusos!). Siempre recelé, sin embargo, de la utilidad que tenían las operaciones sesudas que realizábamos para tratar de saber en qué punto se encontrarían dos trenes que salían de lugares diferentes a desigual velocidad, aunque el profesor me explicara una y otra vez que eran indispensables para saber en qué estación debería esperar el que llegara primero al que llegara después y evitar colisiones en la vía (de nada me sirvió decirle que yo no quería ser jefe de control del tráfico ferroviario). La modernidad del Bachillerato nos llevó a descubrir la teoría de los conjuntos, que dejó exhausto a Georg Cantor, su descubridor, hasta el punto de terminar su vida sumido en crisis nerviosas y en internamientos en centros psiquiátricos. También aprendimos a analizar las frases sintácticamente, averiguando el sujeto, el verbo, el complemento, la oración principal, las subordinadas…, haciendo después tabla rasa para pasar a la nueva nomenclatura de núcleos, determinantes, adyacentes, sintagmas…

Es posible que aquellas enseñanzas de entonces no nos hayan servido de mucho. Pero contábamos con una pequeña ventaja, porque nosotros éramos nativos lectores, no nativos digitales. Y en ello radica una diferencia nada despreciable: cultivábamos la capacidad crítica guiados por maestros que nos transmitían desde los libros sus ideas imperecederas.