miércoles, 27 de abril de 2022

QUERÁMONOS UN POCO MÁS (27 de abril de 2022)


 El Diario Montañés, 27 de abril de 2022

Se dice que por la boca muere el pez, pero no siempre es así. Y no por la popularidad que ha adquirido la pesca sin muerte, sino porque en estos tiempos apresurados las noticias se devoran, y si nos equivocamos cuando abrimos la boca al manifestar algo, las consecuencias no suelen ir más allá de un revuelo pasajero. El río de la actualidad fluye tan deprisa que sus tramos no ofrecen remansos para el reposo.

Nuestro presidente regional –practicante de la pesca sin muerte– suele abrir la boca con facilidad ante el cebo de un micrófono. Y eso, aunque no mortal, es peligroso. Frente a ese señuelo expresó recientemente su contento por la no obligatoriedad de la mascarilla –«yo me la voy a quitar dentro y fuera»–, aunque al día siguiente, viendo los datos de contagios, pidió que se llevara donde «haya gente» porque «el virus sigue ahí». Revilla en esencia, un Gary Cooper solo ante el peligro del directo.

Como escritor, conoce el valor superior de las palabras escritas frente a las que expresamos a salto de mata, porque al escribirlas la mano las domestica y las asienta en espera de sucesivas relecturas. Nada se publica al albur. Por la mano no se suele morir de incontinencia. De ahí que cada 23 de abril queramos darle al libro –la palabra impresa– la importancia que merece. Pero ese día nuestro presidente nos falló, marchándose a Barcelona para firmar ejemplares de su obra ‘¿Por qué no nos queremos?’.

Esa era la pregunta que nos hacíamos algunos, conocedores de su acostumbrado éxodo cultural. Quizá no sea necesario que nos promocione tanto como promociona algunos productos alimentarios, pero un poco de su querencia le vendría muy bien a un sector regional que también proporciona alimentos… al alma.

Deberíamos querernos un poco más.

 

martes, 19 de abril de 2022

FRAGILIDAD TECNOLÓGICA (20 de abril de


 El Diario Montañés, 20 de abril de 2022

Aunque no queramos darnos por enterados, parte de nuestras seguridades cotidianas penden de un hilo. Ha bastado que un incendio dañara varios postes de Telefónica en Lamasón para que casi toda la Liébana se quedase sin teléfonos móviles, datáfonos o cajeros automáticos, en unas fechas de gran afluencia de turistas, la mayor parte de ellos sin dinero efectivo en los bolsillos. Nadie sabía cómo resolver el problema, porque quedamos desvalidos cuando se estropea lo que debería funcionar en nuestro mundo virtual con la naturalidad del amanecer o el anochecer.

Basados en la creencia de que la técnica tiene infalibilidad casi papal –y en frías cuestiones de rentabilidad, dicho sea– están cerrando oficinas bancarias en los pueblos, y quizá desaparezcan algunos consultorios rurales, tan necesarios ambos para el contacto personal. Ante la supresión de las primeras, nos ofrecen la colocación de cajeros automáticos, como si los mayores del lugar fueran peritos en teclas; la desaparición de los segundos está trayendo consigo la aparición de compañías médicas privadas que, cual buitres ante la desatención, prometen un trato de cercana lejanía desde la pantalla del ordenador o del móvil.

Confieso que reniego cuando me cambian el médico de cabecera –circunstancia bastante común– y el nuevo levanta la voz porque me supone problemas de audición cuando comprueba la edad en mi historial. También me molesta si me somete a un cuestionario de achaques –tantas veces contestado– que suele terminar con la pregunta inmisericorde de si continúa el goteo tras detener la micción (¡buena la hiciste, Concha Velasco!). Todo lo tolero para conservar ese trato humano. Mas nunca disculparé que en la farmacia no me faciliten el medicamento prescrito porque se ha caído internet y no pueden leer la receta electrónica.

Puede ser que estos tiempos me superen. Pero en Liébana habría pagado en efectivo. 



martes, 12 de abril de 2022

LO MEJOR DE CADA CASA (13 de abril de 2022)


El Diario Montañés, 13 de abril de 2022

«Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo», confiesa el personaje principal de la famosa novela de Cela, ‘La familia de Pascual Duarte’. Al fin y al cabo, durante la trama «solo» mata a tres personas y dos animales. «Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y, sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera…», sigue diciendo. Ese destino que en gran parte se cuece en el ambiente familiar, en cada casa. De ahí que nuestro refranero recoja un par de sentencias que significan prácticamente lo mismo, aunque una resalte lo malo y otra lo bueno: «en mala casa, mal amo y mala masa» y «en buena casa, buena brasa».

En un colegio de Ampuero, un niño de once años ha roto el coxis a su profesora tras propinarle una zancadilla porque lo reprendió cuando jugaba al fútbol en el aula. La madre del niño también ha dicho que «mi hijo no es malo, solo tiene problemas de impulsividad y la profesora le hace la vida imposible. No es justo que lo señalen así, está sufriendo mucha ansiedad». Me quedo sin palabras ante las suyas, aunque le concedo la razón en cuanto al escrúpulo que debe existir en el trato hacia el joven, que, por cierto, en lo que se refiere a la información sobre sus datos personales está siendo exquisito (no podía ser menos tratándose de un menor).

Su conducta, con tratamiento, todavía puede ser enderezada. Quizá, por maduros ya enviciados, no pueda serlo la de los «empresarios» que, recurriendo al contacto de un primo, nos trataron como primos y se embolsaron seis millones de euros en comisiones, con los que compraron un yate, un Ferrari, un Lamborghini, unos Rolex…

Lógico. Venían de casa grande. 

 

martes, 5 de abril de 2022

EL TREN A BILBAO (6 de abril de 2022)

 

El Diario Montañés, 6 de abril de 2022

Lo bueno de internet es que tiene información para todo, aunque es preciso filtrarla para no caer en la desinformación interesada (‘fake news’ dicen quienes gustan presumir de conocimientos de inglés, olvidando que en castellano existe la palabra «bulo», que precisamente es una «noticia falsa propalada con algún fin»). Traigo esto a colación porque he encontrado en la red una noticia llamativa: pese a que «en aquella época no se tenía experiencia alguna en la construcción de ferrocarriles de montaña», la obra del ferrocarril Alar del Rey-Santander, de más de 130 kilómetros, se concluyó en catorce años, de 1852 a 1866. Casi a un tiempo leo en las páginas de este periódico que, aunque la distancia ferroviaria del proyectado tren de Santander a Bilbao es considerablemente menor que la existente con el pueblo castellano, el futuro convoy «no efectuará su primera salida hasta el año 2040 como pronto», es decir, dentro de dieciocho años. «El problema no es lo que se tarda en efectuar la obra, sino lo que se tarda en conseguir los trámites necesarios para hacerla», ha declarado el consejero Gochicoa.

Con mejor tecnología, con orografía similar en cuanto a obstáculos físicos, pero mucho más favorable en cuanto a desniveles, si se comparan con los que llevan hasta la Meseta, y ciento setenta años después, tardaremos cuatro años más en finalizar el trazado. Por casos así, nuestra región vive un sueño perpetuo que entremezcla lo probable con lo posible, términos que suelen desembocar habitualmente en la negación absoluta.

Un dicho popular apunta que si plantas un eucalipto, será para ti; un pino, para tus hijos; un roble, para tus nietos. Este tren, aún no plantado, podrá ser para nuestros hijos. Aunque sospecho que las prestaciones que se anuncian ahora, quedarán desfasadas entonces.

Algunos podrán comprobarlo. Otros muchos, no.