martes, 30 de mayo de 2023

EL DÍA DESPUÉS (30 de mayo de 2023)


El Diario Montañés, 30 de mayo de 2023

El día después de las votaciones, la vida continúa. Lo compruebo en Madrid, donde asisto a la Feria del Libro. Es lunes, y las calles se llenan de gentes que transitan como si nada. La naturalidad es la gran virtud de la democracia cuando es madura. Continúa la rutina, sin cohetes ni alharacas, porque nadie desea que regresen los tiempos del «trágala». Los ruidos permanecen inalterados en la ciudad. «Pasa un furgón de policía, suena una sirena de ambulancia», escribió Manuel Vicent en un artículo titulado ‘Semáforo’, en el que mostraba los sonidos de la cotidianidad. Después lo hizo canción Amancio Prada.

Los niños de los colegios de Madrid visitan la feria porque los profesores quieren que el libro y la lectura formen parte de sus vidas. Es una lucha desigual entre el papel y otros medios más seductores, aunque quizá no tan completos (eso creemos quienes amamos a estos seres con alas de entretenimiento y cultura, tatuadas con tinta). Siempre hemos mantenido que los libros nos hacen más libres, y, para que siga siendo así, nadie debería cortarles las alas. Ahí es cuando tiene sentido una de las tareas fundamentales del buen político, sea del bando que sea: cuidar la cultura.

Hasta la caseta del Gremio de Editores de Cantabria se acerca Diego Castaño, un profesor zamorano que ha llegado hasta Madrid, en excursión, con sus alumnos adolescentes. Y la ha iniciado por este espacio. «Jolín, profe, le dice uno de ellos, ¿por qué venimos aquí y no vamos al Bernabéu». «Es el signo de los tiempos, me comenta Diego. Necesitamos una política cultural rigurosa que nos eche una mano: no todo es fútbol… o toros».

Venga quien ahora venga, debe tener esa prevención. Y ya que dicen que por fin hemos despertado, no deberían sumirnos en ninguna pesadilla.

martes, 23 de mayo de 2023

COMPRANDO VOTOS (24 de mayo de 2023)

 

El Diario Montañés, 24 de mayo de 2023. Fotografía: @IrenBlack Twitter


El miedo a no dar buena imagen es propio de estos tiempos en los que parece obligado ser felices o al menos simular satisfacción. Todos, y yo el primero, hemos caído en las garras de los medios sociales, donde debemos mostrarnos perfectos a todas horas.

En los actos culturales o en las presentaciones políticas también hay que dar esa «sensación de buen balance». Para ello es imprescindible presumir de la asistencia de público y poder así alardear sobre quién la tiene más grande (la asistencia, claro). No obstante, para presentar como éxito un fracaso, si es que hubieran fallado las expectativas, existen varios trucos. El más utilizado es publicar fotos de la mesa de los ponentes sin descubrir el escaso público presente: el no va más del simulacro, del revés girado a triunfo por arte de un enfoque que oculta la realidad, como otros alcanzan la perfección con Photoshop. También se puede fotografiar parte del aforo, escondiendo los huecos con ángulos precisos, haciendo que esa parte parezca el todo.

Por eso estoy tan confuso con las concentraciones políticas como con las encuestas. Me asaltan las dudas. Al igual que, aun llenando el auditorio en un acto cultural –pongamos la presentación de un libro–, no existe la certeza del éxito en las ventas, supongo que estos días en los partidos políticos también tienen la zozobra de cuál será el voto definitivo de cuantos asisten a los mítines o contestan las encuestas (por no hablar de los indecisos).

Algunos traidores a la democracia han querido superar esa incertidumbre comprando los votos por correo –que se sospeche, en Melilla–, cargándose la esencia de la participación libre y democrática. Algo que nunca creímos que podía suceder en nuestro país, tan maduro, tan íntegro. Aunque, a poco que se hurgue, tan de truhanes.

martes, 16 de mayo de 2023

PALABRAS RARAS (17 de mayo de 2023)

 

El Diario Montañés, 17 de mayo de 2023

El desván de las promesas incumplidas, repleto habitualmente, puede reventar estos días colmado por las ofertas que se amontonan en su entrada. La esperanza humana necesita nutrirse de futuro, aunque sea incierto, y cada cuatro años no falta quien nos lo ofrezca sin mesura. A esas personas de verbo fácil y hablar desenvuelto se les conoce con un nombre de poco uso, ‘facundos’, que para muchos solo tendrá el significado de una marca de pipas, aunque los más ilustrados conocen su proveniencia de ‘facundia’.

Mientras nos hablan y prometen, la mayoría escuchamos sus discursos cómodamente asentados sobre nuestros ‘tafanarios’, sustantivo que no le anda a la zaga en cuanto a rareza, pues así se denominan las nalgas o el trasero, sobre todo si son generosos en carnosidad. Según parece, la palabra era de uso común en la Salamanca del siglo XVI, cuando los estudiantes menos pudientes, ‘los capigorrones’, predecesores de los actuales tunos, calentaban con su culo –perdón, con su tafanario– el asiento de los más pudientes. Al llegar estos a sus sitios, los capigorrones tenían que colocarse en el fondo de las aulas, donde más frío hacía, aunque para combatirlo les dieron el ‘derecho al pataleo’, que no era sino golpear con los pies en el suelo para entrar en calor.

Y, miren por dónde, los días que nos vienen pueden poner de actualidad estos términos ya remotos, pues de la facundia de los candidatos dependerá en gran parte que algunos sigan en sus sillas o se vean obligados a moverse de ellas. De ser así, nada debería pasar, si acaso que los tafanarios de los recién llegados encuentren los asientos fríos. Si los ocupantes demostraran ser unos tunos, y nos hubieran embobado con sus promesas como a gaznápiros, hasta las nuevas votaciones nos quedaría el derecho al pataleo.

martes, 9 de mayo de 2023

CARTELES CON SERIGRAFÍA (10 de mayo de 2023)

 

El Diario Montañés, 10 de mayo de 2023

Esta semana he evocado algunos objetos eróticos de mi juventud. Eran picantes y, aunque entonces ya estaban superados los tiempos férreos de la censura, utilizaban trucos como para continuar toreándola. ¿Recordáis aquellos bolígrafos –un poco más gruesos que los normales– que contenían en su parte media una zona transparente en la que aparecía la fotografía de una mujer en bikini? Bastaba colocar el bolígrafo boca abajo para que un líquido se deslizase sobre la imagen y mostrara desnuda a la chica en cuestión, un descubierto minimalista, difícil de apreciar en detalle, pero que nos hacía sentir dueños de un poder indiscutible. Había también calendarios de bolsillo, a modo de hologramas, en los que, dependiendo del ángulo que se alcanzara con el movimiento, obtenían idéntico resultado: ora el personaje estaba vestido, ora desnudo.

La moda, que es el valor que más se repite, ha recuperado para la publicidad política una técnica semejante, pues circula por ahí un cartel en el que, «en función del lugar desde el que se mira», el rostro de un político se transmuta en el de otro, porque dicen que «son lo mismo» y, «si apoyas a uno, apoyas lo otro».

He recuperado, del ángulo de mi biblioteca destinado a libros y objetos eróticos, una colección de calendarios sicalípticos de bolsillo. Los hay con hologramas, y varios de los denominados húmedos, que fueron moda, pero ya no se fabrican. En ellos, las modelos, desnudas, tienen sus partes íntimas serigrafiadas, pero cuando se humedecen muestran con pelos (nunca mejor dicho) y señales lo oculto. Al verlos esbozo una sonrisa porque imagino carteles semejantes para los candidatos de esta campaña en los que, mojando la serigrafía –colocada estratégicamente a modo de sombrero–, se muestre la imagen de sus verdaderos pensamientos. Porque de sus palabras vamos a estar saturados. 

 

martes, 2 de mayo de 2023

EL VALOR DE LAS ENCUESTAS (3 de mayo de 2023)

 

El Diario Montañés, 3 de mayo de 2023

La inteligencia artificial Chat GPT incluye Santillana del Mar dentro de los diez pueblos más bonitos de España, algo que presumíamos quienes sin tener muchas experiencias viajeras tendemos a pensar que lo nuestro es lo mejor. Lo malo es que esa misma inteligencia artificial, cuando se le activa el ‘modo diablo’ –una desinhibición programada que afortunadamente se encuentra al alcance de muy pocos–, considera a los cántabros gente «un poco sosa y falta de chispa, como si necesitase una dosis extra de alegría en sus vidas, muy rara y solitaria, que no quiere saber nada de los demás». ¡Mecachis en la mar salada!

Para contrastar, le he preguntado a Google que cómo somos, y lo primero que me ha dicho es que «el carácter del cántabro es como el clima de esta tierra: gris, frío y cambiante. Aquí hay poca gente graciosa. […] Los cántabros son demasiado serios…». Son palabras de Álvaro Machín que aparecieron en este mismo periódico en 2014, y que unidas a otras similares han podido servir para alimentar la opinión de la inteligencia artificial cuando contesta sin filtros.

¿Qué podemos hacer para perder tal fama de aspereza? Indagando en otras encuestas, descubro que nuestra adustez en principio no debería tener origen en la falta de sexo, pues un estudio sobre hábitos sexuales, realizado por la Academia Erótica Diversual.com –en realidad es un bazar de artículos eróticos, enriquecido con un apartado académico sobre teoría y práctica de las artes amatorias–, sitúa a los cántabros en la zona alta de la clasificación nacional con 8,91 relaciones al mes, superando ampliamente la media de 7,66 veces. Y me digo: si practicar el coito satisfactorio es un factor determinante de felicidad, ¿por qué somos tan serios, raros y solitarios?

Recelo de las encuestas, porque todas tienen su aquel.