martes, 29 de marzo de 2016

TIRANDO MALAMENTE (30 de marzo de 2016)


El Diario Montañés, 30 de marzo de 2016

Cantabria ha estado a punto de colgar el cartel de completo esta Semana Santa, pese a que las previsiones meteorológicas no auguraban nada bueno. El presidente Revilla se ha mostrado muy cabreado con tales previsiones. Además, como tiene hilo directo con los ciudadanos y lleva Cantabria en el corazón, en la cabeza y en la suelas de los zapatos, ha podido saber que por culpa de tal desatino en los pronósticos se han anulado muchas reservas, y puso como ejemplo las cuarenta del parador de Santillana del Mar. Al final hizo buen tiempo casi todos los días, pero, como nunca llueve a gusto de todos –aunque en este caso sería mejor decir que nunca sale el sol a gusto de todos–, los comerciantes de Santander se quedaron a verlas venir porque los turistas vascos, que se esperaban como el agua de mayo, optaron por ocupar las terrazas antes que los comercios. Pese a todo, la semana ha supuesto, en palabras del presidente de la Asociación de Hostelería de Cantabria, «una inyección económica, pero sobre todo moral».
La moral debe de ser lo único que les ha aumentado a quienes han firmado un contrato para trabajar en estas fechas, porque parece que en Cantabria en cuestión de trabajo sólo es definitivo lo eventual, ya que el 93,6% de los contratos que se realizaron en 2015 fueron temporales, gran parte de ellos con una duración inferior a cinco días. Con tales datos, y pendientes siempre del tiempo y de la temporalidad, está claro que la industria turística no va a garantizar por sí misma nuestro futuro; pero lo que realmente desmoraliza es que la otra industria, la de siempre, la que teóricamente puede ofrecer puestos más seguros y mejor remunerados, tiene aún peores cifras: el 96,26% de sus contratos nuevos fueron eventuales.
Por tanto, en adelante, en cada puente, en cada periodo vacacional, seguiremos mirando al cielo para ver si, despejado, anuncia una lluvia de turistas. Y rogaremos que no fallen nuestros vecinos vascos, que, ellos sí, tienen la suerte de contar con un tejido industrial que les proporciona la capacidad económica que a nosotros nos falta.
Así, seguiremos tirando malamente.

martes, 22 de marzo de 2016

SER DE SANTANDER (23 de marzo de 2016)


El Diario Montañés, 23 de marzo de 2016

A uno, que es muy de pueblo, siempre le ha llamado la atención la diferente sensibilidad que tienen en nuestra región los ciudadanos de la capital y el resto de los cántabros. Al santanderino de toda la vida –ése que pasea por el Sardinero con un helado en la mano, calzado náutico, jersey sobre los hombros y camisa de manga larga ligeramente remangada– le gusta sentirse cosmopolita. Cuando viaja por la región –él dice que sale a la provincia– se suele mostrar distante con las tradiciones, porque le enfrentan con unas raíces que nunca ha sentido suyas. Si visita, pongo por caso, Comillas, el santanderino de toda la vida se identifica más con los madrileños que con los naturales del lugar, y se mimetiza de tal manera con ellos que puede ser considerado un «papardo» más entre los «papardos» 
–ese nombre le dan los comillanos a un pez de temporada que llega a la costa sólo en el verano y, por extensión, lo aplican luego a cierto tipo de turista engolado que viene a veranear desde la capital del reino–. El santanderino de toda la vida no quiere oír hablar de lábaros ni de esas galas del folklore que ocupan de vez en cuando la programación del palacio de festivales, y las acepta a regañadientes, como un pequeño tributo que tiene que pagar para mantener contentas a las huestes provincianas. El santanderino de toda la vida, en fin, parece que mira por encima del hombro al resto de los cántabros, no se sabe muy bien por qué, aunque yo sospecho que es una simple pose de su ser capitalino y que el gesto no lleva implícita ninguna mala intención.
Aunque este artículo parezca indicar lo contrario, yo quiero mucho a los santanderinos de toda la vida. Y temo por su futuro, porque son unos tipos muy populares –dicho sea sin intención política– que por escasez demográfica se encuentran en peligro de extinción. Por eso en la ciudad cada vez resulta más difícil encontrarlos.
Y aquí no hay más que hablar.

martes, 15 de marzo de 2016

OCIO, NEGOCIO Y DESCANSO (16 de marzo de 2016)


El Diario Montañés, 16 de marzo de 2016 (Fotografía de Sane)

Resulta difícil ponerse de acuerdo en la duración real del tiempo porque, aunque es una magnitud física precisa, tiene condicionantes psicológicas que la desvirtúan. Carlos Gardel decía que veinte años no es nada, pero Víctor Jara mantenía que la vida es eterna en cinco minutos.
Tal disparidad de criterios enfrenta a la Asociación de Hostelería de Cantabria con los sufridos vecinos de Río de la Pila y Cañadío. La Asociación está de acuerdo en que se mantenga la hora de cierre de los locales de ocio –las cinco de la mañana–, pero pide media hora de margen para hacer un desalojo reposado, ya con la música y las luces apagadas. De esa manera los parroquianos no se verían forzados –con las luces apagadas es posible que ya ni siquiera puedan verse– a interrumpir bruscamente sus conversaciones filosóficas, que a tales horas de la madrugada tratarán, sin duda, del mito de la caverna, de la insoportable levedad del ser y de la no menos insoportable incertidumbre de no saber muy bien ni de dónde han venido ni, sobre todo, adónde van a ir cuando cierren los bares, esos lugares tan gratos para conversar. Los vecinos, por su parte, consideran que media hora de añadido puede resultar una prórroga eterna si se suma al largo tiempo acumulado de vigilia forzosa.
El sentido común indica que debería prevalecer la opinión de los vecinos –que son los grandes perjudicados–, aunque vaya usted a saber qué decide nuestro gobierno en la Ley de Espectáculos que está redactando actualmente, porque puede considerar que no es cosa de poner en peligro el futuro de los establecimientos por treinta minutos de nada. Y es que, como nos hemos especializado en hacer negocio con el ocio a costa, en ocasiones, del descanso de los demás, resulta que en nuestra región hay dos mil novecientos veintidós bares, uno por cada doscientos habitantes. Un tercio de ellos están radicados en Santander, nuestra pequeña Atenas del Norte, capaz de colmar las medidas, con tanta y tan variada oferta nocturna de música y vino, del mismísimo Dionisos.

martes, 8 de marzo de 2016

BE HAPPY (9 de marzo de 2016)


El Diario Montañés, 9 de marzo de 2016

Cuando terminé de escribir este artículo pensé que sería conveniente recomendar su lectura con fondo musical de Bobby McFerrin cantando el famoso ‘Don't worry, be happy’ (No te preocupes, sé feliz).
Resulta que, atendiendo a los parámetros de renta, vivienda, empleo, educación, servicios públicos, salud, seguridad, civismo y medio ambiente, la OCDE sitúa a nuestra región en el cuarto lugar del ranking nacional de calidad de vida, con una nota media próxima al notable. En esa nota han tenido mucho peso la matrícula de honor que nos dan en seguridad, el sobresaliente en salud y los notables altos en servicios públicos y medio ambiente. Una pena que hayamos suspendido por los pelos en cuestión de renta (4,3) y de manera estrepitosa en empleo (2,1). De haber aprobado en esos dos apartados, nuestra región sería el paraíso terrenal.
Porque lo cierto es que en ningún otro lugar se vive tan bien como aquí, en un entorno donde el medio ambiente nos proporciona un aire límpido y saludable –así estamos de sanos y fuertes–, con unas calles seguras donde quien se mueve lo paga –somos la región donde más se ha aplicado la llamada ley mordaza: 551 sanciones por cada 100.000 habitantes, con una ventaja de más del doble sobre la segunda clasificada, Castilla y León, que tiene 212–. Qué más da que la renta sea reducida y el empleo escaso y precario, que la industria caiga en picado o que los sueldos femeninos estén a años luz de los masculinos. Nieva, y Brañavieja se vestirá de gala en Semana Santa. Y Cabárceno y Fuente Dé no se van a quedar atrás. Y a lo mejor en el futuro se aumentan las visitas en Altamira. Con todo ello comenzarán los contratos de temporada –lo denunciaba en dibujos el gran Ansola en este periódico–. Si además vuelve a gobernar de nuevo Rajoy, sería la repera, porque, como ha dicho Diego, nuestro ex, se acabaría de una vez por todas esta insoportable incertidumbre y regresarían las inversiones. Entonces sí que, definitivamente, como aquí no se viviría en ningún otro lugar.
Be happy.

martes, 1 de marzo de 2016

COHERENCIA (2 de marzo de 2016)


El Diario Montañés, 2 de marzo de 2016

Tenemos cierta propensión a dejarnos llevar por los impulsos. Somos arbitrarios y tomamos decisiones que, analizadas con sosiego, pueden resultar chocantes. Hemos sido capaces de construir piscinas deportivas 
–pagadas con los presupuestos de la consejería de Deporte– donde no hay ningún equipo de natación (Colindres, Ribamontán al Mar, Val de San Vicente...). Y existe un proyecto para situar la piscina olímpica –que debería ser de alto rendimiento y preparada, por tanto, para conciliar la natación y los estudios– a veinticinco kilómetros del principal campus universitario regional. Casi al mismo tiempo se rellenó con hormigón la mitad de la que teníamos en el complejo deportivo municipal de Santander, bien próxima a ese campus. En la raíz de estas decisiones –de la escuela cojonciana más que de la racional– han estado implicados, en mayor o menor medida, una consejería y un ayuntamiento. Los mismos que ahora se ven envueltos en una polémica que puede llevarnos a cometer otra incongruencia si no actuamos con sentido común. Me refiero a la controversia que acaba de surgir con la ubicación del MUPAC.
Tras años de interinidad, parecía que el museo iba a tener una sede digna en la capital, que es donde ha estado siempre, pero un giro político de última hora sembró la incertidumbre. A río revuelto dicen que hay ganancia de pescadores, y el ayuntamiento de Torrelavega ha sido el primero en lanzar el anzuelo y reclamarlo para sí, ofreciendo, incluso, un local para su emplazamiento. Después han surgido más candidatos, todos igual de respetables.
Personalmente me alegro, porque así han puesto las pilas a quienes tienen en sus manos parte de la responsabilidad de la decisión (De la Serna no ha tardado en proponer varios espacios para que acojan de una vez por todas nuestra magnífica colección de joyas culturales). Pero, seamos consecuentes: el museo, si se tienen en cuenta todas sus funciones –entre otras la recuperación de piezas, su catalogación, su conservación y su estudio científico– y no sólo la expositivo-turística, que parece ser la única que nos preocupa, tiene que estar en Santander, porque es en la capital donde se estudian las carreras de Geografía e Historia. No en vano, se eligieron tales titulaciones, frente a la de Filología Hispánica –la decisión levantó entonces muchas ampollas–, por la importancia de nuestra prehistoria regional. Por eso, como en el caso de la piscina olímpica, no parece muy coherente que ahora lo alejemos de la universidad.