martes, 14 de mayo de 2024

SALVAR LA BAHÍA (15 de mayo de 2024)

 

El Diario Montañés, 15 de mayo de 2024

Cincuenta años lleva sin bajar el brazo derecho Amar Bharati, un santón indio que lo mantiene elevado para luchar por la paz. La realidad es que, viendo la situación actual del mundo, debería reconsiderar su incómoda postura, porque a los mandamases se la refanfinfla. Para su desgracia, aunque quisiera, ya no podrá bajarlo pues su desmedida tozudez ha logrado que se sequen los cartílagos de sus articulaciones (un reciente artículo de este periódico, escrito con demasiada bondad, definía su actitud como «ejemplo de determinación humana»; yo, quizás más pragmático, considero que en realidad es una muestra palmaria de nuestra estupidez).

El despropósito de casos similares viene desde lejos. Benito Madariaga me comentaba con mucha sorna, en uno de nuestros habituales paseos –verdaderas clases peripatéticas–, la increíble y triste historia de otro santo que la misma noche de bodas decidió abandonar a su mujer sin consumar el acto y se metió debajo de la escalera de su casa para nunca más salir. Poco se sabe de la desposada, aunque algún hagiógrafo le atribuye a ella el empuje que encaminó al santo hacia su insólita actitud.

Nuestro santoral está tan repleto de patochadas similares, que Teresa de Jesús llegó a pedirle a nuestro Señor que nos librase «de devociones absurdas y santos amargados».

Yo, que soy descreído, mas no tanto, quiero aprovechar este rincón para pedirle a santo Domingo de la Calzada, patrón de los ingenieros técnicos de obras públicas, caminos, canales y puertos, que ilumine con su sabiduría a quienes tienen la responsabilidad de preservar nuestra bahía, porque está en peligro de desaparición, al menos como hoy la conocemos.

¡Santo perito, inspira sus mentes ingenieriles para que tras sus cuidados podamos poder seguir disfrutando de su belleza, porque si no lo haces tú, no va a salvarla ni dios!

Amén.

martes, 7 de mayo de 2024

MALAS COSTUMBRES (8 de mayo de 2024)

 

El Diario Montañés. 8 de mayo de 2024

«Serán clientes españoles, seguro», dijo el jefe de recepción de un hotel burgalés de cuatro estrellas cuando le manifestamos nuestra queja porque la habitación que nos había reservado olía insoportablemente a tabaco. Consultó la lista y, en efecto, aunque mantuvo el anonimato del personaje en cuestión, nos confirmó que el huésped que había ocupado la habitación la noche anterior era español. «Tenemos perdida esa batalla. No se puede fumar en ninguna estancia interior, pero, amparados en el anonimato, fuman sin siquiera abrir las ventanas. Los extranjeros respetan lo de no fumar, pero los españoles, ya es otro cantar». El olor había impregnado las cortinas (complementos decorativos también muy españoles), las sábanas y, sobre todo, el retrete, un lugar apartado donde antaño se leían libros o prensa (fumando, naturalmente), y ahora se consulta el teléfono, a fuerza de bocanadas de humo. El que venga detrás, que arree.

Dicen los fumadores que se les trata como a apestados, porque también se pretende que no puedan fumar en las terrazas de los bares, una medida, añaden, que los sitúa al borde del enfrentamiento social. Cargados de razones, llaman perroflautas a quienes estamos en contra de esos hábitos que la ciencia médica considera perniciosos (alguien debería explicarles que la nicotina impregna todo durante días). Pero la ultraderecha, y en gran medida la derecha, han perdido los complejos y disparan indiscriminadamente contra todo cambio; por eso se posicionan en contra de la ley de memoria histórica, la del cambio climático, la de la eutanasia, las leyes de igualdad, la reforma laboral, la ley de vivienda… Lo mismo da. Llegará un momento en que cuestionarán la teoría de la evolución o defenderán el terraplanismo.

Mientras tanto, siguen fieles a esa expresión tan castiza: «donde pago, cago». Aunque lo de pagar no sea su hábito más arraigado.