martes, 25 de noviembre de 2025

QUÉ BIEN TE VEO (26 de noviembre de 2025)

 

El Diario Montañés, 26 de noviembre de 2025

Debo confesar que cuando me dicen «¡qué bien te veo!», aunque sea un halago, me recorre un escalofrío porque el cumplido me hace sentir mayor. La expresión, a simple vista inocente y afectuosa, si se analiza en profundidad enfrenta a quien la recibe a un tiempo vital ya bastante dilatado. Te ven bien porque con la carga de años que llevas encima podrías estar peor. Vamos, que es como si te dijeran que para lo mayor que eres, no estás ni tan mal.

Este 2025, en que se conmemora el quincuagésimo aniversario de la muerte de Franco, me ha enfrentado al espejo del tiempo. Tenía yo entonces dieciocho años, veintidós en el intento de golpe mientras hacía la mili, y poco después, con veintitrés, saludaba con admiración agradecida a Gutiérrez Mellado en la UIMP. Recuerdo también haber asistido en Santander a un mitin de Adolfo Suárez, ya en su etapa del CDS.

Si comento esta cronología personal, las generaciones jóvenes ponen cara de extrañeza: les suena a prehistoria. Es cuando me doy cuenta de que para ellas mis recuerdos tienen valor arqueológico. Quizá por eso algunos me dicen lo de «¡qué bien te veo!». El halago suele llegar acompañado de golpecitos en la espalda, como si uno fuera un coche viejo recién bruñido, al que le dan pataditas en los neumáticos para calibrar su aguante. Yo, educado, respondo que quizás se me vea bien por la carrocería, porque por dentro tengo que seguir un mantenimiento riguroso a base de pastillas para mejor funcionamiento del motor y las tuberías.

Pese a todo, prefiero que me digan eso antes de «¡quién te ha visto y quién te ve!». Al fin y al cabo, es reconocer que sigo aquí, aunque el calendario me advierta que ya pertenezco al museo de los coches clásicos.

 

martes, 18 de noviembre de 2025

DEMOCRACIA CON GORGOJOS (19 de noviembre de 2025)

 

El Diario Montañés, 19 de noviembre de 2025

En 1972, con catorce años, salí de España por primera vez. Era el mes de julio, e iba a casa de mis tíos, emigrantes en Burdeos, a pasar el verano para mejorar el idioma francés, entonces de estudio obligatorio. Apenas superada la frontera, tras mostrar el pasaporte a los gendarmes (el pasaporte era preciso), vi pintado en el asfalto, repetido durante varios kilómetros, un mensaje que resultaba inimaginable aquí: ‘Franco assassin’. Aquellas pintadas me enfrentaron de golpe a una realidad muy diferente de la nuestra. «En Francia hay libertad y se puede expresar lo que sea sin miedo a la represión –me dijo el tío Sixto cuando percibió mi sorpresa–. Esto es democracia. Se les llama a las cosas por su nombre. Y Franco es un asesino, aunque en España no podamos decirlo». Aquello me sorprendió sobremanera.

Tres años más tarde murió el dictador, y con el paso del tiempo pudimos ir teniendo mayor conocimiento de aquel periodo opaco, de represión tenaz. Mas hete aquí que cincuenta años después hay partidos que vuelven a defender aquella época y bajo su paraguas brotan voces, jóvenes la mayoría y ajenas a lo que sucedía entonces, que proclaman que con Franco se vivía mejor. Algunos, incluso –aquí hemos sufrido sus acciones–, participan en los llamados ‘campamentos de formación’ que, con el pretexto de adquirir técnicas de autodefensa, en realidad preparan «para la lucha callejera y actos de violencia dirigidos a un sector y una ideología concreta de la sociedad».

La democracia que ellos atacan es de tal grandeza que permite la opinión de todos, incluso la suya: la de los gorgojos que carcomen sus entrañas en nombre de una falsa libertad. Si algún día llegan a alcanzar el poder, me temo que de la verdadera libertad solo nos dejarán la cáscara.

martes, 11 de noviembre de 2025

¿POR QUÉ NO YO? (12 de noviembre de 2025)

 

El Diario Montañés, 12 de noviembre de 2025

Esta pasada semana he alcanzado una frontera que no debería pasar desapercibida: según las estadísticas, solo me restan doce años para cumplir los ochenta y lograr así una de las condiciones que parece necesaria para entrar en la lista nacional de Forbes. No debo, pues, perder la esperanza, sino cultivar la paciencia como si se tratara de un fondo de inversión a largo plazo. Lo decía Cela: en nuestro país, el que resiste, gana. Y yo, modestamente, ya llevo resistiendo lo mío.

Mientras que en el resto de las economías avanzadas la mayoría de los millonarios han surgido a partir del año 2000, impulsados por las nuevas tecnologías, en España la riqueza de los más poderosos sigue representando una economía más propia del siglo XX. Proceden de negocios familiares, pequeños y añejos, que con el tiempo se han convertido en auténticas multinacionales. Casi siempre hablamos del ladrillo, la alimentación o la ropa, sectores tan tradicionales como rentables. De ahí que de las cien personas más ricas de España, veintiocho octogenarios –con una media de 84,5 años, los muy majetes– acaparen más de la mitad de la fortuna nacional. Son discretos, alejados de los focos, al modo antiguo, y su ejemplo confirma que saber envejecer es una buena estrategia financiera.

Predecir el futuro de sus patrimonios no exige ser visionario: los herederos ocuparán el trono, ya talludos, marcados por la edad provecta de sus antecesores. Como Carlos de Inglaterra, que estrenó corona con más achaques que entusiasmo, los nuevos ricos heredarán las fortunas con las frentes marchitas.

Por si las moscas, me he propuesto envejecer con estilo, como el buen vino, no sea que un giro inesperado del destino me acerque a la riqueza. Si la alcanzo, quiero disfrutarla sin dolores de espalda ni rodillas lastimeras.

Por eso practico el pilates.

martes, 4 de noviembre de 2025

LEYENDAS Y REALIDADES (5 de noviembre de 2025)


 El Diario Montañés, 5 de noviembre de 2025

Parece exagerado que algo aparentemente inocente pueda levantar tal revuelo. La Ley de Memoria Democrática, que contempla la creación de un inventario de espacios vinculados a la represión franquista, ha incluido como tal al conjunto de la Península de La Magdalena. Añade que los lugares seleccionados «tendrán una finalidad informativa, conmemorativa y didáctica». Pero resulta que, aunque la existencia del campo de concentración que hubo allí sea conocida por casi todos, algunos mantienen que es mejor ocultarla y evitar su divulgación. No saben que con esa postura le hacen un flaco favor incluso al franquismo, porque el dictador mostró desde un primer momento las virtudes de aquel espacio pionero como modelo de represión; de hecho hay decenas de fotografías que retratan las «bondades» de la coacción de los vencedores para reeducar a los vencidos: imponiendo el saludo fascista a la llegada de los mandos, el cántico del Cara al Sol, la asistencia diaria a misa, y toda clase de tareas vejatorias para «fomentar el verdadero espíritu español». Sobre otros castigos se prefirió callar.

Aquí perturba la iniciativa de convertir a la Magdalena en lugar de memoria histórica, porque tenemos tendencia a dejar las cosas como están. De hecho, cuando subo con mis amigos a contemplar las vistas que ofrece el entorno de Cabo Mayor, siempre se interesan, conmovidos ante la visión del monumento, por la historia de los que despeñaban allí. Entonces les explico que desde ese lugar nunca arrojaron a nadie, si bien las corrientes pudieron arrastrar a víctimas asesinadas en el entorno de la bahía, y ahí pudo estar el origen de la leyenda. Una invención asumida, de tan repetida. Sobre todo por quienes se oponen ahora a la proclamación de La Magdalena como auténtico lugar de opresión franquista.

Aunque no se declare para acusar, sino para comprender.