martes, 11 de noviembre de 2014

AMOR Y ODIO (12 de noviembre de 2014)


El Diario Montañés, 12 de noviembre de 2014

Yo, como Ignacio Diego, también disculpo al presidente de Extremadura. En la eucaristía del amor sólo utilizaba su poder político para pagar los viajes que le dejaban en brazos de su amante, porque en cuanto veía a la sacerdotisa colombiana se ponía a sus pies y se revestía de humilde monago. Se arrodillaba ante ella. Contaba por ella cada hora –siempre una menos en Canarias– que le faltaba para el nuevo encuentro. Treinta y dos veces en año y medio viajó a las Islas Afortunadas, siguiendo ese consejo popular que dice que «uno al día es demasía; uno al mes, poco es; y con uno al año se oxida el caño». Yo le imagino en viaje aéreo sin escalas, eufórico por superar el dolor de vivir lejos de la amada, presintiendo ya el encuentro dichoso, de ansias en amores inflamado, «en secreto, sin otra luz y guía sino la que en su corazón ardía». Porque el camino no es largo cuando amas a quien vas a visitar. Que luego el viaje resulte gratis, es secundario. Por eso a mí, como a Ignacio Diego, no me parecen exagerados esos treinta y dos viajes de avión, en primera clase, «porque a las Islas Canarias no se puede ir ni en bicicleta ni en coche», y haberle pagado los desplazamientos amorosos, en el fondo, no nos supone gran cosa. Además, para demostrarnos que el aserto popular de que «el asunto de la jodienda no tiene enmienda» es falso, Monago quiere enmendar lo suyo pagando ahora los gastos.
Mucho peor me parece gastar el dinero de nuestros impuestos en querellas de odio y recursos de prepotencia. Que en eso nuestro presidente, a fuerza de juicios, de acosos, de persecuciones y de sentencias en su contra, lleva derrochados unos cuantos millones de euros. Y lo que te rondaré hasta mayo. Y yo, entre las dos formas de joder, qué queréis que os diga, prefiero la de Monago, mucho más poética y menos gravosa para nuestros bolsillos.

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