El Diario Montañés, 14 de enero de 2015
Según el
barómetro del CIS, el 35% de los españoles no lee nunca o casi nunca. Estas
cifras preocupantes, que corroboran lo que algunos ya sospechábamos, han
llevado a los libreros y a los editores de España a culpar de tal situación a los
políticos. No sólo porque no invierten en el mundo del libro, también por una
cuestión de imagen: sus apariciones públicas de promoción electoral suelen
tener lugar en plazas y en mercados, en empresas o cortando cintas en autovías,
nunca en el entorno cultural del libro. «Es como si les diera vergüenza salir
en público comentando un libro –ha dicho Fernando Valverde, asesor de CEGAL–. No
es algo habitual que, por ejemplo, usen bibliotecas o librerías para hacer
campaña, y ése es un gesto que se echa de menos. Hay que poner el libro en el
lenguaje cotidiano de la gente».
«Un libro ayuda
a triunfar», se decía en mis tiempos jóvenes. «Más libros, más libres»,
proclamaba otro eslogan de los de entonces. Y un tercero, que recuerdo con
nostalgia, aplicaba un sustantivo impropio, «leones», a quienes leíamos con avidez.
Qué orgullo era ser un «joven león», siempre con un libro al lado, como el
mejor de los compañeros. Pero, como decía don Hilarión, los tiempos cambian que
es una barbaridad, y a nuestros gobernantes actuales parece que les resulta incómodo
todo lo cultural, acaso temerosos de que por sus resquicios se cuele la peligrosa
luz de la libertad.
Aquí, en
Cantabria, el consejero Serna –que lo es a un tiempo de educación y cultura– ha
perdido una gran ocasión para promocionar la lectura. Podía haber dedicado los
quinientos becarios, que va a colocar de chicos para todo en los colegios
durante los meses preelectorales, a que, con una buena formación, promocionaran
el libro en las aulas, que es la mejor manera de que los niños se acerquen a
ese objeto cultural con amor. Habría sido una loable tarea de apostolado
lector. Un plan encomiable.
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