miércoles, 14 de noviembre de 2018

PRESIDENTE Y FUNDADOR (14 de noviembre de 2018)


El Diario Montañés, 14 de noviembre de 2018

Recién elegido candidato a la presidencia de Cantabria, Miguel Ángel Revilla se ha dado este fin de semana un baño de votos unánimes. Sólo dos abstenciones –supongo que una de ellas habrá sido la suya– le separaron de la gloria total, que, si bien se mira, por exagerada, no suele estar bien vista. Ahora, cuarenta años después de que naciera el PRC, en un tiempo tan lejano en que la provincia de Santander se mostraba todavía reticente a llamarse Cantabria, el partido, apoyado sobre todo en el carisma de un dirigente que ha luchado en las urnas contra líderes políticos de toda época y condición, aparece favorito en las apuestas para ganar las elecciones regionales por vez primera.
No piensan lo mismo Pablo Zuloaga, el candidato socialista, que dice que el PSOE va muy bien y es el partido del futuro, ni María José Saénz de Buruaga, que mantiene que el PP va por delante en la intención de voto, aunque todavía no se sepa quién será el candidato o la candidata. Pero no sé yo si ambos líderes tendrán tiempo de superar en estos meses preelectorales las guerras internas que han abierto tantas heridas entre sus militantes; en todo caso, no tan crudas como las que están sufriendo en sus carnes los de Podemos y Ciudadanos. La fortaleza del PRC se ha fraguado en la unión de los militantes bajo la férula de Revilla, especialmente necesaria durante los tiempos en los que el PP gobernó con mayoría absoluta y se dedicó a lanzar anzuelos envenenados para pescar en aguas revueltas a los alcaldes regionalistas. Cuando estos despreciaron el cebo, el partido alcanzó su madurez.
Ahora, si se cumplen las expectativas, Revilla deberá aprovechar la primera parte de la legislatura para elegir desde el poder –que siempre es más fácil– a su sucesor o sucesora. Y a intentar que se mantenga la unión de los suyos tras la elección. Porque luego, cuando sea proclamado presidente fundador, apenas podrá ya intervenir. Los que se quedan al mando suelen vaciar de contenido tal cargo honorífico. Y, en ocasiones, hasta pueden considerarlo incómodo.

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