miércoles, 18 de diciembre de 2019

LISTA ROJA (18 de diciembre de 2019)


El Diario Montañés, 18 de diciembre de 2019

Dura es la piedra, mas no eterna. El tiempo agrieta techumbres, carcome columnas y debilita cimientos. Y la piedra cuando faltan cubierta y apoyos termina desmoronándose.
Francisco Antonio Ceballos, el Caballero, y su esposa Marina Jacinta de Padura Moreno levantaron su casa-palacio en un altozano de Argomilla de Cayón. Corría el siglo XVII, y en ese momento no podían imaginar el triste destino que alcanzaría siglos más tarde. Llego a la casona tras visitar la cercana iglesia románica de San Andrés. Un cartel me informa de que el edificio fue declarado Bien de Interés Local en 2007, con categoría de Monumento. Pero ya desde lejos observo que el tejado amenaza derrumbe, que grietas recorren longitudinalmente una de las cuatro torres, que algunas almenas comienzan a desmocharse, que la balconada de la fachada principal ha desaparecido –son testigos los vanos en los que se incrustaban las vigas–. Entonces decido acercarme al soportal, porticado con cuatro arcos. Lo hago imaginando el resoplar de los caballos, cuando antaño descansaban bajo esa portalada tras largas jornadas de trote. Ahora me topo con un depósito de leche, un pastor eléctrico y con aperos de labranza perdidos entre la suciedad. Tampoco encuentro la aldaba de forja con la que golpear en el tas del portón de roble, porque no hay aldaba, ni tas, ni portón; solo una frágil puerta de dos hojas entreabiertas que me invitan a penetrar en el interior. No lo hago, porque la casa es de propiedad privada. Pero, asomado a la puerta, alcanzo a vislumbrar el revuelo de unas gallinas que corren escaleras arriba hacia el primer piso, casi inexistente, pues desde la penumbra parecen mayores los derrumbes del suelo que la solada en sí. También percibo gruñidos de cerdos en el interior. Cruel destino el de la casona de Ceballos el Caballero, ruina inminente, refugio actual de vacas, gallinas y cerdos.
Luego, en mi domicilio, me informo y descubro con angustia que en Cantabria más de una veintena de edificaciones similares están incluidas en la lista roja del patrimonio regional por abandono. Y que nadie toma medidas urgentes para remediarlo.

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