martes, 13 de julio de 2021

GENERACIÓN BABY BOOM (14 de julio de 2021)


 El Diario Montañés, 14 de julio de 2021

Éramos, o al menos así creíamos, la generación de la esperanza. Nacidos entre los años 50 y 70 del pasado siglo, fuimos los primeros en acceder mayoritariamente, con los esfuerzos obreros de nuestros padres, a una Universidad que por los años 70 comenzaba a crecer en España, pública, prácticamente gratuita y casi democrática, pese a la permanencia del caudillo en el machito de la nación. La educación, de esa forma, comenzó a extenderse para todos, y poco a poco constituimos un grupo de jóvenes preparados para llevar firmes las riendas del país. Y así hicimos, integrándonos en profesiones de «las de carrera», que anteriormente estaban vetadas para la mayoría. Fuimos un grupo de gente con «sangre sucia» –en el argot de aquellas cunas privilegiadas que ostentaban la misma profesión de abuelos a nietos, como un derecho de herencia– que se integró con naturalidad en los puestos de mayor responsabilidad. Licenciados, diplomados, bachilleres… formamos una naciente clase media; fuerte entonces, ahora no tanto.

Pero hete aquí que con la jubilación que nos llega resultamos una carga demasiado onerosa para las arcas estatales. Mi amigo Nicanor Valle, médico de familia –como yo hijo de un carpintero–, me comentaba que cuando se retirara nuestra generación, esa que llaman del ‘baby boom’, quedarían libres miles de puestos de trabajo, lo cual, unido a la baja natalidad que se produjo de los años setenta en adelante, prácticamente dejaría el paro en cifras nunca vistas en nuestra nación, por lo menguadas. El problema es que ni él ni yo previmos entonces un hábito malsano que se está imponiendo tanto en la empresa privada como en la pública: la amortización de los puestos de trabajo.

Y conviene observar que la raíz de la palabra, aun escondida, ya evidencia el problema: ‘mortis’. En nuestro caso, «dejar morir».

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