El Diario Montañés, 10 de marzo de 2013
Siempre
que sea necesario algún estudio absurdo, habrá una universidad americana
dispuesta a realizarlo. Recientemente he tenido noticia de que la Universidad
de Ohio ha hecho uno que prueba que las pelirrojas tienen más miedo que los
demás humanos a ir al dentista. El mismo estudio –muy científico– señala la
razón: una variación del gen receptor de la melanocortina-1 predispone al
pánico bucal. Si esto es cierto, las pelirrojas cántabras se habrán librado del
fraude que ha supuesto el cierre de la clínica dental Saluduno, que acaba de
dejar a sus clientes sin dinero y sin dientes. Y se sabe, al menos desde los
tiempos del Quijote, que una «boca sin muelas es como el molino sin piedra» y
que «en mucho más se ha de estimar un diente que un diamante», aunque haya
quien da por perdidos ambos, pues ya había adelantado el pago de sus arreglos
bucales, que suele tener el precio aproximado de una piedra preciosa.
Ahora
que el poder político apuesta decididamente por los emprendedores y los alaba
por sobre todas las cosas –una forma de traspasar a otros la responsabilidad de
generar empleo sin ofrecer mucho a cambio–, alguno de ellos opta por emprender
la huida, dejando a trabajadores y proveedores compuestos y sin novia.
Que
no huya hacia adelante, que tome las riendas de la situación y que emprenda un
camino más social es lo que le ha pedido Cáritas al Gobierno de Cantabria,
porque los recortes sociales, el retroceso en la protección y la falta de
políticas de apoyo a los desfavorecidos –que nos han hecho doctorarnos ‘cum
laude’ en el cumplimiento del déficit– nos están llevando, dicen, a «una
situación insostenible», y «bajo el paraguas de la austeridad, hay menos
protección social y más personas que nunca en situaciones muy complicadas».
De
seguir así es probable que los dientes no nos sirvan para gran cosa, pero nadie
nos quitará la satisfacción de ser los pobres menos endeudados del país.
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