martes, 1 de julio de 2014

TIEMPO DE REBAJAS (2 de julio de 2014)


El Diario Montañés, 3 de julio de 2014

Oficialmente, ayer comenzaron las rebajas de verano. No obstante, el presidente de la Federación de Comercio de Cantabria ha adelantado que no espera mucho de ellas, porque ya no son lo mismo desde que se aprobó la liberalización y eso se nota «hasta en que hay menos publicidad». El factor publicitario, piensa, es clave.
Quizá porque también conocen su importancia, los gobiernos nacional y regional, conscientes de que nos tienen que vender las excelencias de su trabajo ahora que las elecciones se aproximan, lanzan sus particulares campañas que mezclan recuperación económica –indiscutible, según ellos– con el anuncio de la bajada del IRPF, prevista para 2015. «Ahora ya podemos hacerla. Hemos controlado las cuentas, y el ciudadano va a sentir que su sacrificio ha merecido la pena. Esta rebaja la notará en el bolsillo». Y esperan que se olvide de otras rebajas que se han llevado por delante cuestiones básicas que para nada incidían en el déficit. Mermas de libertades y de derechos. Mermas hasta de población, porque somos un país incapaz de retener a sus hijos por falta de oportunidades. Lo que pretenden es que el ciudadano vote con la cartera, y para lograrlo la publicidad es básica. Primero, intentarán convencernos de que los recortes vinieron forzados por una situación heredada. Después, que gracias a su estricta labor todo va mejor.
Robert Guerin, periodista francés que fundó la FIFA –un organismo, según José Múgica, integrado por «una panda de viejos hijos de puta»–, dijo que «el aire que respiramos es un compuesto de oxígeno, hidrógeno y publicidad». No añadió que la publicidad, bien mezclada, es un contaminante que puede anular la capacidad crítica de los ciudadanos. Para muestra, un botón: en el discurso del estado de la región que hizo Ignacio Diego (más Presican® que nunca) aparecen dieciocho veces las palabras «herencia» y «deuda», y sólo una la palabra «pobres», referida, faltaría más, a los «pobres empresarios» que tenían sus facturas escondidas en lóbregos cajones.
Puro marketing.

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