El Diario Montañés, 15 de julio de 2015
A diferencia de
la energía, el dinero sí se crea. A su semejanza, no se destruye, pero cambia
de manos. Las crisis suelen ser el mejor caldo de cultivo para que ese cambio
se produzca en la dirección más indeseada, llevándolo a acumularse en los
bolsillos de unos pocos y dejando vacíos los del ciudadano medio, que era antes
el que más abundaba y ahora es una especie en peligro de extinción. Un estudio
del BBVA Research ha refrendado tal movimiento y ha dejado retratada a
Cantabria como la comunidad española donde existe mayor diferencia de consumo
entre las familias ricas y las pobres, con un ratio de 0,95 que, traducido,
significa que un hogar rico de nuestra región consume cuatro veces más que uno
pobre.
Acaso por eso la
mitad de los vehículos que circulan por nuestras carreteras regionales tienen
más de diez años, y acaso por
eso –y esto es lo verdaderamente grave– el nuevo gobierno autonómico ha tenido
que declarar que antes que nada «atenderá a aquellas gentes que no tienen para
comer, que no pueden pagar la luz ni usar el agua corriente o que están a punto
de abandonar una casa porque han perdido todos sus recursos». Haberlas, haylas.
Y muchas.
Si bien hubo un
tiempo en que cuando llegaban los nuevos inquilinos a los despachos
gubernamentales lo único que aparecía bajo las alfombras y en los cajones eran
asuntos políticos turbios o facturas sin pagar, ahora se ha hecho patente una
realidad que se admitía con la boca pequeña o simplemente se negaba, porque lo
contrario suponía aceptar el fracaso de unas reformas que –nos lo repiten hasta
la saciedad– han logrado que no seamos económicamente como Grecia, aunque
socialmente cada vez nos parezcamos más.
Este «Cuervo Ingenuo»
necesita muchas certezas para fumar la pipa de la paz con cierta manera de
hacer política de derechas en nuestro país. Porque, mientras sigan aferrados «a
la luz del lingote y del rosario», sospecho que el único gran cambio que nos
anuncian se va a reducir al de su logotipo.
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