martes, 19 de julio de 2016

A MÍ, ME LO EMPANA (20 de julio de 2016)


El Diario Montañés, 20 de julio de 2016

La espiral rutinaria de cada verano nos ha traído una nueva edición de ArteSantander, y van ya veinticinco. ¡Larga vida! El arte ha mostrado en nuestra ciudad durante cinco días –hoy miércoles se clausura– los inciertos caminos y las pocas certidumbres de lo contemporáneo, aunque coincidentes, eso sí, en el elevado precio de sus propuestas.
Las obras suelen resultar de difícil entendimiento para quienes, como yo, tienen una mente clásica (antigua, le dicen algunos). Quizá por eso los artistas y los críticos se han visto en la necesidad de crear un lenguaje que intenta explicar con mucha literatura lo que no consigue transmitir su creación, porque hay casos en los que una imagen no vale más que mil palabras. Ante unas celdillas negras que se iban llenando paulatinamente de cifras luminosas, dispuestas aleatoriamente en un plano horizontal, el artista me explicó que lo último que vemos al acostarnos y lo primero que vemos al levantarnos son los números del radio reloj de nuestra mesilla de noche, y que esas celdillas eran una alegoría de nuestra dependencia del tiempo. «Me encadenaron al tiempo: me han regalado un reloj», escribí yo en mi arrogante adolescencia; le cedí la frase y seguí visitando la muestra en busca de alguna instalación que me evocara las nuevas oficinas de Liberbank. Porque también nos las están vendiendo como obras de arte, con mucha palabrería, incidiendo en la comodidad que van a tener los usuarios y en que se van a poner en marcha sin personal pero «sin recortes de plantillas», sólo con jubilaciones y bajas incentivadas, con una verborrea que no roza el engaño sino que entra de lleno en la infamia.
Pasa con esto como con la presentación de algunos platos de la cocina moderna. Faemino y Cansado lo han retratado humorísticamente: Un ‘maître’ refiere a los comensales las excelencias de un plato de carne de su creación, adornando las frases con palabras tan vacías como ininteligibles. Uno de ellos, el más atrevido, le dice: «A mí, me lo empana».
Pues eso. A mí, también.

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