martes, 13 de junio de 2017

SENSACIÓN DE BUEN BALANCE (14 de junio de 2017)


El Diario Montañés, 14 de junio de 2017

Somos un país con tendencia al engaño. En ‘El Buscón’, la genial novela de Quevedo, hay un personaje que sufre hambre crónica, pero todos los días sale a la calle con una cajita en la que lleva migajas de pan para colocárselas «por barba y vestido, de suerte que parece haber comido». Muchos años después, Rodrigo Rato, con sonrisa sibilina, hizo lo propio con la famosa campana de Bankia, cuyos tañidos no pudieron evitar el posterior campanazo de la entidad. Tengo un amigo que excusa tales posturas, porque mantiene que en esta sociedad de apariencias «siempre hay que dar sensación de buen balance». Y a eso es a lo que se han dedicado los responsables del sector bancario desde que llegó la crisis financiera: a transmitirnos un estado muy saludable de sus cuentas. Lástima que ahora que todo parecía ir tan bien haya caído el Banco Popular, al que no tumbaron en su día ni los trapicheos del famoso Pepe.
Nuestra Caja Cantabria, despersonalizada en Liberbank, es la que más está pagando el precio de la actual inseguridad, y es una pena. El amigo al que antes me refería guardaba allí sus ahorros, agradecido porque la Obra Social hacía parques en los pueblos para que jugasen los niños y ponía bancos para que se sentasen los viejos. Ahora ya no; aquello es historia. Ni siquiera hay suficiente personal en las oficinas, y eso que según sus cuentas aún sobran unos cuantos.
Espero que Liberbank resista y que sus accionistas no lo pierdan todo, como lo han perdido los del Popular, cuyas lágrimas han tenido menos minutos televisivos que las de Manolo el del bombo cuando le robaron su tambor de batalla. Algo lógico en una sociedad que valora más el ruido que las nueces. Por eso se le dio tanto bombo –y aun platillo– a la inauguración del nuevo hospital de Valdecilla. Entonces era un tiempo de ruido electoral; ahora, en el silencio, las nueces de los veintidós millones de euros deben esperar tiempos mejores.
Pero ya llega el verano, y eso, en Santander, nunca se puede olvidar.

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