El Diario Montañés, 14 de marzo de 2018
Pintar
escolleras sobre el papel no tiene impacto ambiental, pero llevarlas a la
práctica ya es otro cantar. Las finas líneas que traza el rotulador en el
diseño se empastan en la realidad cuando se transforman en ásperos pedruscos,
como acabamos de comprobar en nuestra bahía, tan bella que no necesita la
cirugía que le están aplicando a su pesar y al de muchos de nosotros. Y todo
para que en un futuro próximo fallen esas barreras de prevención, porque a la
naturaleza –Francis Bacon lo dijo– sólo se la vence obedeciéndola, y no hay
espigones que valgan para detener el movimiento de las arenas si se desata la
fuerza del mar enfurecido. El cambio climático ya está aquí para darle la razón
a Bacon, como demuestran las borrascas profundas de nombres humanos que entran
en la península ibérica, como Perico por su casa, en forma de ciclones. Ana,
Bruno, Carmen, David, Emma y Félix han sido hasta ahora los primeros visitantes
dañinos que hemos tenido sin que los hayamos invitado a la fiesta, pero habrá
más hasta que llegue Wiam, el último de los previstos.
Todo
este debate sobre la utilidad de ciertas obras nos debería llevar a
preguntarnos si los peritos en la materia son independientes en su asesoría
técnica, porque es posible que también esta vez fallen, como no atinaron con el
fabuloso diseño del MetroTUS y su carril único, sus transbordos y sus
intercambiadores a la intemperie.
Cada
escollera tiene un punto débil, y no hay ninguna que pueda contener a un mar
cargado de razones. Por eso la pasada semana la ola humana que pedía la
igualdad de derechos de las mujeres superó el muro de desprecio que habían
levantado los inmovilistas. Luego, ante el éxito de la convocatoria, ellos
mismos intentaron encabezar la causa luciendo al día siguiente un lazo morado.
Un atrevimiento oportunista, propio de personas que no tienen sentido alguno de
la dignidad ni de la vergüenza.
Nuestra
democracia, en los próximos comicios, debería dar muestra de responsabilidad y
levantar, con una escollera de votos, la barrera que rechace tal cinismo.
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