El Diario Montañés, 14 de agosto de 2019
De
regreso a casa, el «chivato» del coche me avisa de que el combustible entra en
reserva. Me detengo en una gasolinera. «Autoservicio», avisa un cartel. No lo
puedo remediar, cuando me encuentro ante una situación así, me rebelo y reanudo
el viaje sin repostar, cruzando los dedos para que el contenido del depósito
alcance hasta llegar a otro punto de venta con asistencia. Será por la edad,
pero siempre me sale la vena protestona. En este caso acentuada porque en la
ciudad de la que regresaba pretendía haber desayunado en un restaurante, pero,
tras esperar largo tiempo en una mesa sin que nadie me atendiera, alcancé a
leer en una esquina del mostrador: «solo servimos en barra». Salí refunfuñando,
dispuesto a comprar unos tentempiés en cualquier supermercado. Así lo hice.
Unas galletas por aquí, un zumo por allá, un botellín de agua y una bolsa de
papel para acercarlo todo hasta el coche. Cuando me disponía a pagar, la
empleada, que estaba reponiendo productos en las estanterías, me indicó que lo
hiciera en la caja de autopago.
Llegué
al hogar –que según mi profesor Antonio Alcoba es donde mejor reposa el
guerrero– con un humor de perros. Intenté tranquilizarme. Zapatillas, prensa y
apertura de la correspondencia, que habitualmente es de publicidad o de bancos.
Precisamente una carta del banco atrajo mi atención. La abrí. Ya el primer
párrafo me alarmó. Tras «el estimado cliente» y los saludos de rigor seguía una
frase que pesaba como una losa: «En su oficina, a partir de septiembre, dejarán
de realizarse operaciones en ventanilla que supongan manejo de efectivo, tanto de
monedas como de billetes». Continuaba luego, en un intento de tranquilizar al
«estimado cliente», diciendo que sí se podrán hacer cargos o abonos en cuentas,
pero no con dinero efectivo. Estas operaciones habrá que realizarlas en el cajero
y, a ser posible, sin interlocución con los empleados, que nos echarán una
mano, como favor, no como una obligación, los primeros días.
La
madre que lo parió. Ya están aquí los tiempos del hágaselo usted mismo. Onanismo
comercial puro. Y no es pecado.
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