martes, 1 de marzo de 2022

DIMITRI (2 de marzo de 202)

 

El Diario Montañés, 2 de marzo de 2022

En estos tiempos resulta complicado hablar de algo distinto a la invasión de Ucrania. Hay personajes que desde el poder perpetran acciones que creíamos superadas e imposibles de repetir, pero está visto que la paz mundial pende del hilo débil de la cordura de algunos mandatarios. Hace años le comentaba como chanza a Dimitri Michailov Viscrebenets, un joven marino que había llegado a Santander en el buque-escuela militar ruso 'Kruzenshtern', y que mi hija Ana invitó a comer a nuestra casa, que la URSS había perdido su grandeza cuando decidió abrazar lo peor del capitalismo y dejó el poder económico en manos de una naciente oligarquía, mafiosa casi siempre. El imperio –añadí en tono de broma–, para tratar de equilibrar la balanza política mundial y no reproducir vicios del capitalismo, debería recuperar su extensión y sus esencias comunistas. Y lo que no pasaba de ser ocurrencia de sobremesa, lo está llevando a cabo, sin por supuesto recuperar ninguna esencia, un loco que calza zapatos con alzas (¿serán consustanciales la escasa estatura y el poder dictatorial?).

Los pájaros cantan por estos lares el adelanto de una primavera que en invierno viste los árboles con flores. En Ucrania, sus parientes, que trinan con el mismo lenguaje que los nuestros, se asustan ante el ruido de las explosiones y huyen, como los humanos. El cambio climático y la guerra todo lo trastocan, todo lo confunden. Además, las guerras nunca aportan soluciones a los problemas que tienen remedio y traen el peligro real –Kant lo decía– de crear más personas malas que las que eliminan.

Dimitri, aun consciente de que el mundo es una aldea global con amenazas comunes, abandonó Rusia y vive feliz en Brasil. Cada amanecer espera que una luminosidad similar a la del país carioca diluya la oscuridad del suyo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario