miércoles, 2 de noviembre de 2022

NOS HURTAN ABRAZOS (2 de noviembre de 2022)


 El Diario Montañés, 2 de noviembre de 2022. Imagen ©El Diario Montañés

Cuando supo que iba a morir, el abuelo de José Saramago se despidió de los árboles del huerto de su casa, abrazándolos uno a uno y hablando con ellos mientras lloraba. El gran escritor portugués manifestó en el discurso de recogida del premio Nobel de Literatura que ese abuelo había sido el hombre más sabio que nunca conociera, pese a que no sabía leer ni escribir.

Su gesto ha venido a mi pensamiento a raíz de la ola de incendios que ha asolado Cantabria este fin de semana, destruyendo centenares de hectáreas de bosque y matando a un número muy grande de animales. Y todo porque hay otros animales larvados que salen de su caparazón en cuanto sopla el viento sur. Son los pirómanos del odio, que arrasan con todo y convierten a nuestra región en una gigantesca pira que ellos mismos prenden cual inquisidores, porque se sienten dueños exclusivos de la flora y la fauna, y no tienen rubor alguno en llevárselas por delante, aunque sean patrimonio de todos.

Esta especie de condena a muerte de la naturaleza, ¿se deberá a venganzas solapadas?, ¿estos incendiarios tendrán alguna relación con quienes protestan porque se ha prohibido la caza del lobo? Lo desconozco, pero sospecho que detrás de tanta maldad puede esconderse alguna causa similar, porque el hombre ya no solo es un lobo para el hombre (pobres lobos, tienen que soportar el sambenito de tales comparaciones); ahora también lo es para la naturaleza

Abrazar a los árboles denota una sensibilidad exagerada –aunque ya existen corrientes de pensamiento que lo plantean como un ejercicio saludable: la arboterapia–, pero quemarlos demuestra un grado de hijoputismo propio de psicologías desequilibradas, miserables y asociales. De seres indeseables que destruyen nuestra comunión con la naturaleza y nos hurtan la posibilidad de futuros abrazos bucólicos.

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