martes, 29 de abril de 2025

SIN ELECTRICIDAD (30 de abril de 2025)

 

El Diario Montañés, 30 de abril de 2025 (fotografía Javier Cotera, DM)

Lunes 28 de abril. Temo que se agote la batería del portátil, porque debo entregar este artículo y no tenemos electricidad en España, Portugal ni en algunas partes de Europa. Ahora comprobamos la cantidad de situaciones de nuestra vida diaria que penden de un hilo. De camino a mi domicilio, desde la imprenta en la que concebimos nuestros libros –paritorio de ideas plasmadas en papel–, he visto a los vecinos de una urbanización comunicándose de ventana a ventana, a obreros en la puerta de sus empresas porque máquinas y ordenadores se han apagado, a jóvenes pasmados ante el eclipse de sus móviles.

He tenido el impulso de detenerme en un bar al ver un grupo de parroquianos charlando en la terraza. Perderse su conversación en estas circunstancias sería imperdonable. Habían olvidado las discusiones del partido Barça/Madrid y se centraban en lo que de verdad importaba. Y pillo algunas frases al vuelo: «Son los rusos, sin duda. Que no nos cuenten milongas». «Claro que sí. Ya te dije que teníamos que comprar el kit de supervivencia, y tú te reías, pero seguro que esto es solo el principio». «Como se pongan de acuerdo Putin y Trump para repartirse el mundo, lo vamos a tener jodido». «Es un sabotaje en toda regla, hombre; además, así nos convencerán de que es imprescindible que invirtamos en defensa». «Algo muy necesario, porque aquí somos tan ingenuos que pensamos que todo el mundo es bueno».  

Llego a casa. Hoy comeremos de latas. Hace tiempo que la tecnología nos hurtó el fuego del hogar. Y, aunque el fuego esté en el origen de su nombre, no tenemos dónde encenderlo. Menos mal que, mientras haya luz solar, nos refugiaremos en la prensa y los libros en papel. Bendito funcionamiento el suyo: nos alumbran sin necesidad de electricidad.


martes, 22 de abril de 2025

EL LIBRO AYER Y HOY (23 de abril de 2025)

 

El Diario Montañés, 23 de abril de 2025

El bibliobús llegó al pueblo anunciándose con música, al tiempo que una voz grabada repetía insistente que traía el maná de la cultura. Estacionó en el aparcamiento del ‘Bar Aníbal’, cuyos límites acababan de definir poco antes con grava y unas vallas amarillas que mostraban escritas en letras negras una leyenda que no podían deletrear los parroquianos. Ninguno atinó tanto como quienes pronunciaron con dificultad «Güepes» o «Esgüepes». La incógnita solo se resolvió cuando la televisión emitió el primer anuncio, porque ni siquiera los dos bachilleres del pueblo, que ya alternaban en el bar y encendían cigarrillos sin censura, se habían atrevido a aventurar una respuesta por miedo a meter la pata: Schweppes.

Lo cierto es que allí estaba aparcado el bibliobús. Cuando los más atrevidos entramos en él con gran respeto, descubrimos que los estantes de aquella biblioteca ambulante guardaban en continentes de papel un pequeño mundo de fantasías, desconocido en gran parte para nosotros, pero todavía abarcable. Clásicos de siempre y modernos de entonces, hoy clásicos, convivían en armonía orientándonos hacia una pasión lectora que no sufría tantas amenazas como ahora. Aquel universo nos hidrataba el alma, como la tónica americana de nombre impronunciable de las vallas del aparcamiento nos permitía superar la mediocridad del sifón que bebíamos en el cine durante el descanso de las películas –«se recomienda visitar el ambigú»–. ¡Y, además, de manera gratuita!

El universo de la oferta lectora resulta hoy inabarcable. Por eso una de las tareas principales de expertos y críticos debería ser la de desbrozar los caminos para que no los enmarañe el marketing engañoso de las grandes editoriales. Porque, aunque de vez en cuando surgen nuevas estrellas en el firmamento novelístico, la mayoría suelen ser fugaces y se encuentran a años luz de poder ofrecernos una mínima calidad literaria.

martes, 15 de abril de 2025

UN AUTÉNTICO FAR WEST (16 de abril de 2025)

 

El Diario Montañés, 16 de abril de 2025 (fotografía DM, Luis Palomeque)


Corría el año 1982. Las editoriales celebraban sus congresos en los mejores lugares turísticos de España. Yo trabajaba en Anaya, y aquel año acudía a Fuengirola a mi primera convención comercial. Visto desde fuera, pasar cinco días en la ciudad de la Costa del Sol parecía algo de lo más grande. Llegamos al hotel de noche, para comenzar el simposio al día siguiente, por la mañana. Después de desayunar, nos anunciaron la primera sorpresa. Ese año nos acompañaría un autor de lujo, el lingüista y académico Fernando Lázaro Carreter. ¡Menudo bautismo iba a tener yo! Mejor, imposible. A la mañana siguiente, en efecto, se incorporó a las presentaciones. Me encontré con él momentos antes, cuando venía de dar su acostumbrado paseo matinal. «¿Qué le ha parecido Fuengirola, don Fernando?», le pregunté como despedida de nuestra breve charla. Recuerdo literalmente su contestación: «Un auténtico ‘far west’».

La frase me ha estado rondando por la cabeza desde que tuve noticia de que Santillana del Mar, joya de la corona de nuestro turismo, ha sido apercibida «por la proliferación de cartelería en las fachadas», ya que, como Bien de Interés Cultural, con la categoría de Conjunto Histórico, no está cumpliendo con las obligaciones derivadas de tal distinción. Y eso que el informe no denuncia la mercadería que siembra las casonas de jarras, camisetas, imanes para frigoríficos, tirachinas, llaveros, espadas de madera, azulejitos, peluches, navajas…

Estamos a un paso de alcanzar a Fuengirola. A poco que se avíen las paredes con sandalias, flotadores de playa o similares, lo lograremos. El ejemplo tiene que propagarse con fuerza por cada rincón regional, no solo en Santillana. No debemos desmayar. Las ferias de abril, las previstas carreteras con impacto ambiental, los teleféricos u otras ocurrencias análogas colocan ya a Cantabria muy cercana a un ‘far west’ turístico.   

martes, 8 de abril de 2025

NO PERDAMOS LA PERSPECTIVA (9 de abril de 2025)

 

El Diario Montañés, 9 de abril de 2025

No debería ser tan ingenuo, señor Revilla. Eso de que nadie es más que nadie queda muy bien sobre el papel, pero en la realidad no es así. Usted mismo refiere que «mojó» por primera vez en un prostíbulo, «con dieciocho años… y pagando», algo impensable en otros que, con maneras soberanas, pueden permitirse retribuir servicios de condición más lujosa.

«No perdamos la perspectiva, yo ya estoy harta de decirlo, es lo único importante», repite doña Rosa, en ‘La colmena’. Pues eso, que no deberíamos perderla. Mientras usted en la niñez pastoreaba ovejas por las laderas de Peña Labra, el otro se educaba para pastorear a todo el país. Y eso también coloca a cada uno en su lugar, porque, como quiera que no todos los pastores son iguales, algunos nos siguen considerando ovejas siervas. A cada cual, pues, lo suyo y según su nivel. Además, debemos tener mucho cuidado, porque cuando se declara emérita a una persona se siguen manteniendo sus honores y algunas funciones, aunque una vez jubilada brillen por su ausencia.

Tampoco perdamos la perspectiva de que antes de molestar a alguien deberíamos tener en cuenta su categoría y condición. Lo ha refrendado nuestro consejero de sanidad: «No se puede convocar a un consejero a que suba al Parlamento en una tribuna a hablar de si hay un turno de enfermería por la noche o no lo hay. Eso no es política sanitaria. Eso es de concejal de pueblo» (entre los concejales también distingue categorías). Él, César Pascual, está para resolver retos más complicados. Como el que plantean los médicos jóvenes, que prefieren tiempo libre antes que guardias y peonadas. Y, si no perdemos la perspectiva, deberíamos darles la razón. «Trabajar sin tregua y sin fin, es lo mismo que una condena» que, con sensatez, quieren eludir.

 

martes, 1 de abril de 2025

EL MES DEL LIBRO (2 de abril de 2025)

 

El Diario Montañés, 2 de abril de 2025

Me sorprende que quienes han confeccionado el kit de supervivencia no hayan incluido en él ningún libro. «Será –comentaba a mi compañera Begoña, con quien tantos he cuidado– porque el kit es para las primeras setenta y dos horas, y en ese tiempo estaremos más preocupados de solucionar los asuntos adversos que de enfrascarnos en el sosiego de la lectura». «Ya, pero deberían tener en cuenta lo bien que arde el papel cuando se arrancan las hojas –dijo pragmática–, y cuánto podría ayudar para encender una lumbre, si fuera necesaria». Tenía razón, y ante su lógica no supe qué contestar. Si acaso, que el otro papel –el que hoy representa– no es tan importante como cuando se proclamaba a los cuatro vientos que un libro ayudaba a triunfar.

Precisamente ahora que llega el mes del libro, no deberíamos perder de vista que sufrimos una preocupante escasez de lectores, al mismo tiempo que un aumento exponencial de escritores. Curiosamente, la abundancia de escritores puede resultar negativa, pues si no encuentran una editorial que los publique sienten la tentación de autoeditarse, algo que no es malo en sí, pero cuando la edición no está regulada por filtros profesionales viene a ser –lo he dicho otras veces– como dejar la sanidad en manos de curanderos.

Algunos «autoeditados», seguros de sí mismos, escriben en las redes consejos tan engañosos como estos: «Una editorial necesita autores para su negocio. Un autor no necesita una editorial para llegar a sus lectores. Hazte editor de tu propio trabajo». Sin duda, tienen la idea equivocada de que los editores nos dedicamos solamente a publicar, ignorando que nuestro principal cometido es cuidar la calidad del contenido y el continente para que el libro siga siendo un objeto noble. Aunque no lo hayan incluido en el kit de supervivencia.