El Diario Montañés, 16 de abril de 2025 (fotografía DM, Luis Palomeque)
Corría
el año 1982. Las editoriales celebraban sus congresos en los mejores lugares
turísticos de España. Yo trabajaba en Anaya, y aquel año acudía a Fuengirola a
mi primera convención comercial. Visto desde fuera, pasar cinco días en la
ciudad de la Costa del Sol parecía algo de lo más grande. Llegamos al hotel de
noche, para comenzar el simposio al día siguiente, por la mañana. Después de
desayunar, nos anunciaron la primera sorpresa. Ese año nos acompañaría un autor
de lujo, el lingüista y académico Fernando Lázaro Carreter. ¡Menudo bautismo iba
a tener yo! Mejor, imposible. A la mañana siguiente, en efecto, se incorporó a
las presentaciones. Me encontré con él momentos antes, cuando venía de dar su acostumbrado
paseo matinal. «¿Qué le ha parecido Fuengirola, don Fernando?», le pregunté como
despedida de nuestra breve charla. Recuerdo literalmente su contestación: «Un
auténtico ‘far west’».
La
frase me ha estado rondando por la cabeza desde que tuve noticia de que
Santillana del Mar, joya de la corona de nuestro turismo, ha sido apercibida
«por la proliferación de cartelería en las fachadas», ya que, como Bien de
Interés Cultural, con la categoría de Conjunto Histórico, no está cumpliendo
con las obligaciones derivadas de tal distinción. Y eso que el informe no
denuncia la mercadería que siembra las casonas de jarras, camisetas, imanes para
frigoríficos, tirachinas, llaveros, espadas de madera, azulejitos, peluches,
navajas…
Estamos
a un paso de alcanzar a Fuengirola. A poco que se avíen las paredes con
sandalias, flotadores de playa o similares, lo lograremos. El ejemplo tiene que
propagarse con fuerza por cada rincón regional, no solo en Santillana. No debemos
desmayar. Las ferias de abril, las previstas carreteras con impacto ambiental, los
teleféricos u otras ocurrencias análogas colocan ya a Cantabria muy cercana a
un ‘far west’ turístico.
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