El Diario Montañés, 25 de septiembre de 2013
Un
amigo, que padece paro crónico, me comentaba recientemente: «Si alguien se
entera de que cobrando 426 euros de prestación hago un trabajo y cobro, por
ejemplo, 100 euros, me quitan la prestación. Otros cobran dos o más sueldos y
no les pasa nada». Y añadía, «por ahí teníamos que empezar».
Esta
semana su frase me ha martilleado al leer en este periódico que la caloca
llegaba a nuestras playas y propiciaba pequeños ingresos –60 céntimos por el
kilo seco– a quienes la recogen. Pero, como en este país parece que siempre se
vigila a los mismos, la noticia añadía que los recolectores se quejaban de los
requisitos que les piden para realizar su trabajo: «Nos piden de todo: que
seamos autónomos, que no realicemos otra actividad y que no tengamos ninguna
ayuda». Después, me enteré en estas mismas páginas de que tales exigencias no
las ha sufrido Rodrigo Rato, aunque a cambio de tal permisividad –pobrecito– deberá
aprender a vivir esclavo de dos trabajos (Telefónica y Banco Santander) y de la
administración de su retiro del FMI. Tenía razón mi amigo. Parece que son los
parados crónicos, y no otros, los que deben andarse con cuidado de no duplicar
las tareas para no perder la limosna de los 426 euros.
Otros
crónicos, los enfermos, también deberán velar por su economía, pues han
recibido la noticia de que tienen que pagar parte de los medicamentos que les
sirven para mantener esperanzas de una vida digna. Algunos, es posible que
ahora las pierdan.
Crónicas,
también, parecen las enfermedades y las recaídas del rey. Desconocemos si por
ello pagará la parte proporcional que ahora se exige, aunque ya sabemos que ha
sido intervenido en un hospital privado por Miguel Cabanela, un especialista
mundial en cuestiones de cadera que vino desde Estados Unidos para tal fin.
Y
es que, aunque a ratos parezcamos campechanos, estamos muy alejados de la voz
de la calle. Ésa que dice: «por ahí teníamos que empezar».
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